Agronomlacolombiana, 1994, VolumenXINo. 1;pág. 102-106 ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EXTENSION UNIVERSITARIA Sorne considerations about university extension Gilberto Herrera Rojas', Henry Polanco Hodriquez" Palabras claves Revolucion verde, Desarrollo rural. Keywords green revolution, rural development La palabra «extensión .. tiene una connotación histórica que, de entrada, restringe las posibilidades de interacción entre la Universidad y los diferentes sectores, conglomerados, regiones, localidades y comunidades. Dicho término, acuñado en el siglo pasado, cobra vigencia en los años cuarentas, para referirse a la necesidad de llevar el conocimiento tecnológico, desarrollado en los centros de investigación norteamericanos, para el sector rural y llevaba implícito el deseo de modernizar la agricultura de diferentes regiones del mundo, calcando la propia experiencia norteamericana, que se había dado en un contexto histórico y socioeconómico específico También estaba implícita una posición ideológica cómoda de asumir que la modernización era equivalente a desarrollo rural o, por lo menos, que la modernización generaba, paralelamente y en forma automática, el desarrollo rural. El programa STACA desarrollado por la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos al término de la Segunda Guerra Mundial, influyó enormemente sobre la forma de adelantar las experiencias locales de servicios intitucionales a los productores del campo. En estos países, se Profesor, Departamento de Desarrollo Rural de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Colombia, santafé de Bogotá, D.C., Colombia. Profesor Departamento de Desarrollo Rrural de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Colombia. Santafé de "Bogotá, D.C., Colombia. 102 crearon servicios de extensión agrícola que tenían por misión llevar al campo las bondades de la «Revolución Verde .. y de todo el "modelo de la modernización tecnológica de la agricultura, basado en el uso masivo de insumos industriales, principalmente derivados del petróleo, la mecanización y el uso del riego. Se trataba, en nuestra realidad, de un modelo derrochador de enerqia, de los recursos naturales y de baja utilización de la fuerza de trabajo que era abundante y laboriosa, muy diferente de la realidad norteamericana. Además la ubicación tropi- cal de nuestro país, implicaba una dinámica diferente y delicada en los ecosistemas muy vulnerables a la introducción del modelo de la agricultura de la revolución verde. Casi cincuenta años de vigencia de este modelo permiten visualizar una situación nítida: la revolución verde y el espejismo de las potencialidades de la extensión dejaron una agricultura altamente mecanizada, dependiente de componentes importados de tecnología, tremendos impactos en los ecosistemas y una precaria calidad de la vida en las zonas de agricultura mecanizada, pero que resulta dramática en áreas de economía campesina y de comunidades indígenas que han tenido que refugiarse en las laderas de las cordille- ras y en los suelos más pobres del país, acorralados por la demanda de tierras fértiles y planas de aquélla y por su competencia por la productividad del trabajo y de la tierra" Ciertamente, que los impactos ambientales que sufrimos son multicausales, pero la agricultura intensiva y la ganadería extensiva que reclama, cada día, nuevas tierras de colonización, la actividad de la petroquímica y el crecimiento caótico de las ciudades, como consecuencia de la migración campo-ciudad, son las principales causantes. Hoy, nadie niega que, en América Latina y, especialmente, en Colombia, se han dado importantes avances en el crecimiento económico yen la modernización de la agricultura, precedidos de un dinámico crecimiento industrial; pero mucha gente se pregunta si el costo no ha sido demasiado alto al tener que sacrificar valiosos recursos naturales, varias generaciones de campesinos y de comunidades indígenas a quienes el proceso vivido les negó el derecho a la existencia o los arrinconó en poblados de minifundio y miseria. Desconociendo este contexto, no faltan quienes consideran que la extensión, todavía, podria modernizar y lograr el incremento de la productividad de sus pequeñas parcelas y de su trabajo. El punto anterior coloca la discusión en el centro del problema, para dilucidar lo que espera realizar la Universidad Nacional de Colombia con sus programas de extensión. Los conflictos por la apropiación de las tierras fértiles no terminan, como tampoco los relacionados con las rentas de las tierras ricas en hidrocarburos, minerales y los escasos recursos naturales que le quedan al país. Es, en este contexto, en donde debe definirse el rol de la Universidad y sus posibilidades de articulación con las realidades, a través de sus programas institucionales de «extensión «. La primera tarea es recontextualizar el término «extensión» para llenarlo con otro contenido diferente, que no implique la excluyente modernización de la actividad rural, ni tampoco la adopción de patrones consumistas en amplios sectores marginados de la sociedad colombiana, per sé. En este nuevo esquema, es necesario primero, hacer diferentes abordajes para conocer distintas realidades en los ámbitos que estén al alcance de la Universidad, para conocer los conflictos, las razones de los actores, las opciones de convivencia y de mejoramiento de amplios sectores de población, de los cuellos de botella que niegan su expresión y acción política. Allí, tal vez, se encuentren las posibilidades de crear espacios y diseñar estrategias de interacción, en donde la Universidad pueda jugar un papel decisivo. En este sentido, debe dejarse claro que la Universidad Nacional tiene una misión social y unas posibilidades concretas: La formación de sus propios docentes, de sus investigadores, de sus alumnos y, por ..extensión», a la mal llamada comunidad. La Universidad Nacional de Colombia aquello que mejor sabe hacer es la formación profesional e investigativa. Los campos de la administración racional y la extensión están por desarrollarse. Así las cosas, en una primera fase del proceso, con la diversidad inherente a la esencia de la Universidad, deben discutirse, como lo ha venido haciendo, aunque en forma limitada, el PRI·AC (Programa Institucional de Servicio a la Comunidad), la problemática del desarrollo, la dinámica de los grupos sociales, las articulaciones y las relaciones de dependencia entre grupos sociales, las condiciones y posibilidades de amplios sectores de población que, en lugar de participar de la riqueza nacional, constituyen una carga, porque no se les permite ser protagonistas de su propia opción de futuro. Deben ventilarse, sin posiciones estratégicas, las estrecheces y limitaciones de las teorías y modelos de desarrollo, incluyendo al neoliberalismo vigente que tanto entusiasmo y optimismo genera aún en grupos académicos. La nueva Constitución del País reconoce que existen muchos grupos sociales sin opción de futuro que los espacios políticos se ganan con la participación. Así, si el propio Estado reconoce la viabilidad de opciones diferentes de dinámica so- cial y económica, es claro que la extensión debe orientarse hacia la comprensión de los procesos de comunicación, de motivación, de los mecanismos de participación y hacia la comprensión de la mal llamada «comunidad» . Un hecho lamentable, que la Universidad no debe repetir, es el esquema simplista adoptado por algunos organismos del Estado, que suponen la existencia de las «comunidades» o que su creación es fácil. Por lo tanto, ésto les permite, de una manera sencilla, «racionalizar» los servicios que administra el mismo Estado, para otorgarles poder político y económico, a unos grupos amorfos y manipulables, que en nada cambian la situación descrita. El camino recorrido en estos tres últimos años muestran lo engañoso que puede ser tal forma de « participación de las comunidades». La anunciada renovación politlca no se dio y se crearon y se crearán numerosas « comunidades» con las formalidades que define la clase política y la alta burocracia del Estado para que numerosos grupos «participen» . Las Juntas Administradoras locales, las elecciones populares de autoridades locales, regionales y nacionales, los comités 103 municipales de diferente índole, etc., que fueron opciones de participación democrática ciudadana, rápidamente han sido copadas por la clase política tradicional, dejando unos estrechos canales de participación, tan estrechos que no permiten cambio alguno. Lo indignante no es la existencia de una clase política y lo aberrante es que esta clase sustenta su poder y sus privilegios sobre la exclusión y negación de los derechos de la mayoría, como si no existieran otras formas de ejercer la política. A estas alturas de la discusión, sería oportuno preguntarse si en los nuevos objetivos que se está trazando la Universidad Nacional para el futuro, está explícita o implícita la posibilidad de ser la Universidad, que la gran mayoría de la población reconozca como la suya, como el soporte intelectual para la transformación del país, o, solamente, va a ser la universidad estatal inmersa y subsumida en los ires y venires de las teorías y modelos de desarrollo. En este momento, parte de la discusión del Plan Estratégico o Global de la Universidad Nacional debe precisar si se pretende «acomodarla .. a los criterios de la modemización per sé, vigentes para todo el aparato estatal, o si se plantean opciones, suficientemente sólidas y de compromiso social, que le permitan orientar sus acciones hacia una vinculación más decidida y estrecha con todos los sectores sociales. El planteamiento anterior hace que la discusión sobre cuál tipo de acción de extensión debe realizarse pase a un segundo plano. La Universidad Nacional sería llamada, desde diferentes ámbitos y sectores, para participar en la construcción de una nueva sociedad. La generación de teoria sobre las opciones de desarrollo del país no se puede seguir haciendo desde los muros de Universidad. Tampoco, el enfoque utilitarista del pasado de llevar estudiantes de pre-grado para que se unten de realidad y de comunidad no conduce a ninguna parte. Sería necesario reconocer, en primera instancia, que, en la inmensa mayoría de los conglomerados humanos del país, no existen comunidades, si se entiende como tales, a grupos de individuos que se identifican con unos intereses comunes, que fijan sus reglas de convivencia y que trabajan racionalmente hacia el logro de objetivos comunes, acordes con sus intereses individuales. 104 En este concepto, está implícito el efecto multiplicador de la fuerza para la obtención de reconocimiento y capacidad de interacción con otros grupos o personas y con el propio Estado. Actualmente, lo que existen son núcleos de per- sonas dominadas por liderazgos mezquinos y excluyentes, ignorados durante los períodos inter- elecciones y movilizados, como carne de cañón electoral y como irracionales, por los aparatos politiqueros de los caciques y gamonales. Entonces, la gran tarea por abordar es cómo puede la Universidad participar en procesos de formación de comunidad. Pero no la creación de cualquier comunidad, sino de grupos autónomos, participantes, deliberantes y democráticos y con capacidad de autogestión. Algunos podrán argumentar que ya se ha discutido bastante sobre participación, sobre los papeles de los agentes externos en los procesos de formación de comunidad y sobre las instituciones de los liderazgos presentes en casi todos esos procesos. Sin embargo, también, debe reconocerse que es la tarea que debe ser abordada. Cómo lograr participar en una dinámica que desencadene un proceso de formación en la gente para intervenir, para pertenecer a una comunidad, para defender los valores de su grupo y para crear y alimentar relaciones que permitan convivir con otros grupos y para crecer como personas, es la pregunta que se debe resolver en los procesos por venir. El caso de Santafé de Bogotá, donde está nuestra Universidad, es un ejemplo viviente de la realidad del país: Parece ser cierto que, si no hay opción de desencadenar un vasto proceso de motivación, de capacitación y formación para la participación, a partir de grupos de personas con intereses comunes que sean capaces de articularse con otros grupos sobre la base de la convivencia y el respeto y que sean capaces de asumir compromisos entre su propio grupo, con otros grupos y con la ciudad, no habría un futuro posible en esta creciente y conflictiva ciudad. El rescate, análisis y difusión de diferentes experiencias en promoción, capacitación, participación y formación de comunidades es un punto importante del quehacer de la Universidad. Esto podría «salvar .. intensiones superficiales del Estado como son las UMATAS, las Empresas Solidarias de Salud y otras propuestas de «participación .. forzosa y de esquemas simplistas de participación que pueden desprestigiar o agotar este poderosos instrumento. De esta forma la teoría se puede construir a partir de la vivencia o de la vinculación a diferentes experiencias con diferentes realidades y grupos humanos. La participación en los procesos pone en el tapete las problemáticas y los cuellos de botella de los grupos y de las comunidades y la priorización que ellos mismos hagan y puede ser un orientador de la acción investigativa para el desarrollo de tecnologías, para la solución de problemas concretos, en los cuales la gente y el propio Estado estén dispuestos a invertir. El afán de formar profesionales de alto perfil competitivo hace olvidar que el crecimiento de las ciudades, con el consiguiente crecimiento de la infraestructura, es un desastre, que la calidad de la vida en la grandes ciudades se deteriora, que las grandes soluciones no se dan, que el aire, el agua y los alimentos son cada vez de calidad inferior, que los recursos naturales se dilapidan, que la planeación urbana no existe y que existe un sinnúmero de problemas que nuestro profesionales no están en capacidad de abordar y resolver, simplemente porque no los conocen. El conocimiento de las problemáticas que viven las mayorías puede racionalizar los esfuerzos de todos y darle eficiencia al esfuerzo estatal. La realidad muestra el camino: La Universidad es reconocida y solicitada porque hay un número considerable de profesores e investigadores que conocen realidades concretas y, sobre ellas, han desarrollado investigación con posibilidades de aplicación. Pero no es, solamente problemas lo que conoce y debe conocer la Universidad, sino también, todos los aspectos que componen la nacionalidad: la cultura, la ciencia, el arte, la técnica. Es evidente que La Universidad no puede participar en todas partes y en todos los procesos, pero debe comenzar por aquellas realidades cercanas a su propio ámbito de influencia y en aquéllas en donde se den señales de un fuerte y decidido apoyo, así como de posibilidades concretas de participar en todo el proceso. De allí saldrán la teoría y la metodología, por lo menos en los campos socioeconómicos. El reconocimiento y vacio que produce el desmonte del aparato institucional de generación de ciencia y tecnoloqia, confirman, de una parte, las debilidades de una sociedad incapaz de definir su propia opción de futuro, para la cual sería necesario reconocer limitaciones y recursos, definir prioridades y, con un gran compromiso social, embarcarse en un proceso de abordaje de los grandes problemas nacionales y comprometer a todos los sectores sociales y crear los instrumentos cientificos y tecnológicos requeridos para el progreso de nuestra sociedad, La euforia que viven algunos grupos e individuos, nativos y foráneos, que se benefician directamente con el desmonte del aparato estatal y la consiguiente transferencia de capital acumulado durante décadas con el ahorro nacional a sus propias arcas, con el argumento de que el sector privado es más eficiente y competitivo, ha comenzado a mostrar su verdadera faceta, Los altos representantes del Estado que lideran el proceso y definen sus reglas de juego, han ignorado, orimpicarnente, que existen grupos solidarios que, contra viento y marea, han tratado de forjar opciones diferentes o múltiples conglomerados humanos que siguen esperando que el Estado les reconozca y les permita participar en los procesos socioeconómicos en donde ellos tengan un futuro, o por lo menos, que se les participe de esas empresas en donde han sido protagonistas y, muchas veces, hasta ahorradores. Lo que se ha visto es la aberrante transferencia, sin recato y a precios de quema, de las empresas estatales a los oligopolios nacionales y a la rapiña de unas cuantas empresas extranjeras. Sin em- bargo, parece difícil privatizar aquellas actividades de rentabilidad eminentemente social pues nadie las quiere. Tampoco, parece viable, para el sector privado, la investigación y la transferencia sobre las problemáticas de más del cincuenta por ciento de los colombianos marginados del trabajo remunerado, de la tierra, de la educación y de los procesos productivos en donde pudieran generar y participar de la riqueza. Aqui aparece, nuevamente, un inmenso espacio para la universidad estatal y, fundamentalmente, para la Universidad Nacional de Colombia. Su esfuerzo investigativo y de extensión debería orientarse hacia el conocimiento de esas grandes problemáticas, hacia la búsqueda de alternativas de solución, hacia cómo comprometer al Estado 105 • 00": ,:,0, (,',0, en su financiamiento y hacerlo partícipe de sus resultados y en diseñar rnetodoloqias para su difusión, Todo lo anterior no es incompatible con algunos planteamientos saludables de las políticas neoliberales como son: la eliminación de los rezagos del paternalismo estatal,la necesidad de mejorar la eficiencia sn todas las actividades y en todos los niveles, de racionalizar el uso de recursos cada vez más eSCáSOSy de mantener y elevar la calidad y la cobertura de la docencia, la investigación y la extensión universitaria, LITERATURA CITADA 1, ARREGOCES, M, el al 1990, La acción comunicativa: un aporte a la construcción de la Psicología comunitaria, Pontificia Universidad Javeriana. Tesis de Maestría en Psicoloqia Comunitaria, Bogotá, 2, BELTRAN, L, R 1971. 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