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Diversidad lingüística y 
tolerancia en Colombia
Néstor Alejandro Pardo García

Abstract
This article deals with Colombia’s linguistic diversity, and it examines diverse 
types of discrimination, from the exclusion of some languages in the count of 
Colombian languages to the most subtle examples of discrimination through 
humor. It also discusses Colombian sign language and the different dialects, 
both social and geographic, spoken in the country. Finally it proposes some 
strategies that could reduce linguistic discrimination.

Resumen
En este artículo se trata la diversidad lingüística de Colombia y se examinan 
diversos tipos de discriminación,  desde la exclusión de algunas lenguas en el 
conteo de lenguas colombianas hasta los más sutiles ejemplos de discriminación 
a través del humor. Se incluye también una mención a la lengua de señas 
colombiana y a los diferentes dialectos, tanto sociales como geográficos,  
hablados en el territorio nacional. Al final, se plantean algunas estrategias que 
podrían disminuir la discriminación lingüística.

Key words: Linguistic diversity, sociolinguistics, linguistic imperialism, 
Colombian indigenous languages, Colombian languages, humor.

Palabras clave: Diversidad lingüística, sociolingüística, Imperialismo lingüístico, 
lenguas indígenas colombianas, lenguas colombianas, humor.

Diversidad lingüística en Colombia.
Colombia es un país tradicionalmente poco metropolitano, con bajos 
índices de inmigración, quizá por la cantidad de dificultades que tienen 
los extranjeros que quieren ingresar y quedarse en el país, quizá por 
la situación difícil de orden público. Sin embargo, Colombia sigue 
siendo un país profundamente diverso en materia lingüística. En este 

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DiversiDaD lingüística y tolerancia en colombia

momento, se hablan aproximadamente 65 lenguas indígenas de 
catorce familias lingüísticas; 2 lenguas criollas: el criollo de San Basilio 
de Palenque y el criollo de San Andrés y Providencia; inglés, también 
en el Archipiélago de San Andrés; romanés, la lengua ancestral de 
los gitanos; lengua de señas colombiana; árabe, en buena parte del 
territorio colombiano; hebreo, hablado por parte de la comunidad 
judía en Colombia; coreano y chino, hablados por los inmigrantes 
coreanos y chinos y sus descendientes y muchos otros idiomas de 
diversas procedencias, además del español, lengua oficial de todo el 
territorio colombiano.

Lenguas habladas en Colombia
En la siguiente página aparece una lista donde se incluyen las lenguas 
que tradicionalmente se han incluido en la bibliografía, más algunas 
lenguas que no suelen mencionarse como el romanés y la lengua de 
señas colombiana.  Además se incluyen lenguas que si bien se hablan 
en el país su estatus como lenguas colombianas debe ser confirmado 
con investigaciones sociolingüísticas rigurosas. Dichas lenguas están 
marcadas con signos de interrogación entre paréntesis.

El solo hecho de contar las lenguas del país es ya una tarea difícil. 
Como se sabe, el decidir qué es una lengua y qué es un dialecto es 
un problema más de corte político que netamente lingüístico; esto 
se puede ver claramente en el caso de las lenguas tukano orientales 
habladas en el departamento del Vaupés. Allí, los hablantes de las 
diversas lenguas insisten en el hecho de que hablan lenguas distintas, 
a pesar de que se ha comprobado que en algunas ocasiones las 
lenguas que hablan son idénticas hasta en un 98% (Ardila, o. 1998, 
2004). La razón es clara: existe exogamia lingüística, es decir que una 
persona no se puede casar con otra que hable la misma lengua pues 
se consideran hermanos. obviamente, allí hay un continuo de 15 
variedades con nombres distintos pero que desde el punto de vista 
léxico-estadístico serían variantes dialectales de una misma lengua. Sin 
embargo, los hablantes insisten en que se trata de lenguas distintas 
y se debe respetar su punto de vista. Entonces, ¿quién decide qué es 
una lengua y qué es una variedad? 

Esta es una pregunta que no tiene una respuesta obvia. Se podría 
decir que los hablantes saben cuando están hablando una lengua 
distinta o cuando una variedad dialectal; sin embargo, se ha probado 
en múltiples ocasiones que esto no es cierto, muchos hablantes no 
son conscientes de que hablan lenguas diferentes, como en el caso 



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Lenguas semíticas
Árabe      (¿?) 
Hebreo    (¿?) 

Lenguas indoeuropeas
Español 
Inglés    
Francés   (¿?) 
Alemán     (¿?) 
Romanés 

Lenguas de señas
Lengua de señas colombiana 

Lenguas criollas
Criollo de San Andrés 
Palenquero / Criollo de San Basilio de 
Palenque 
Lenguas orientales
Chino
Coreano

Lenguas indígenas
Familia
Lingüística Lengua 

Arawak Achagua
 Baniva
 Kurripako
 Kabiyarí
 Piapoko
 Tariano
 Wayuunaiki
 Yukuna 

Barbacoa Awa 

Bora Bora
 Miraña
 Muinane
 Nonuya 

Caribe Carijona
 Yuko/yukpa

Chibcha Barí
 Kuna
 Chimila
 Damana
 Ika
 Kogui
 Tunebo 

Chocó Emberá
 Waunana

Guahibo Cuiba
 Guayabero
 Jitnu
 Sikuani 

Peba yagua Yagua 

Makú puinave Puinave
 Yujupde
 Kakua
 Nukak
 Jupda 

Familia
Lingüística Lengua

Quechua Inga

 Quechua 

Sáliva piaroa Piaroa
 Sáliva

Tukano Occidental 
 Koreguaje
 Siona 
 Oriental 
 Bará
 Barasana
 Cubeo
 Carapana
 Desano
 Macuna
 Pisamira
 Piratapuyo
 Siriano
 Tukano
 Tanimuka
 Tatuyo
 Tuyuca
 Wanano
 Yurutí 

Tupi guaraní Cocama
 Geral

Uitoto Ocaina
 Uitoto 

Por clasificar Andoque
 Kofán
 Guambiano
 Kamsá
 Nasa-yuwe (paez)
 Tikuna



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de los criollos en los cuales muchas veces los mismos hablantes no 
tienen conciencia de que hablan una lengua distinta. Pero si no son 
los hablantes, entonces ¿Quiénes pueden decidir? ¿Los lingüistas? 
Si la comunidad lingüística gozara de prestigio y autoridad sobre la 
población esto podría llegar a ser cierto, pero la verdad es que no se 
ha visto país alguno en el cuál los lingüistas tengan tales atributos, más 
bien se les llama para preguntarles curiosidades idiomáticas y/o para 
que anuncien cual es la forma  “correcta” de tal o cual expresión. Si los 
lingüistas no gozan de tal prestigio  y autoridad real, cualquier intento 
de su parte de imponer los límites entre lenguas y dialectos se vería, 
con razón, como una injerencia imperialista que viene desde fuera. La 
única forma de solucionar este problema es que la sociedad en general 
y, sobre todo, las personas encargadas de las políticas lingüísticas y 
educativas del país tengan una formación suficiente en lingüística como 
para saber que estos conceptos son complejos y ameritan una atención 
especial. Del mismo modo, requerimos de un cuerpo de lingüistas 
hablantes nativos de las diversas lenguas de Colombia, situación que 
desafortunadamente aún no se da, pues los lingüistas hablantes nativos 
de lenguas distintas del español son escasos.

De otro lado, se encuentran las lenguas habladas en las fronteras 
y cuyos hablantes no se preocupan mucho de si son colombianos 
o ecuatorianos /venezolanos /brasileros /peruanos /panameños 
/nicaragüenses, etc., sino que se mueven con fluidez de acuerdo con 
la mejoría o el empeoramiento de sus precarias economías.
 
Ahora bien, si el hecho de contar las lenguas resulta problemático, 
decidir qué lenguas son colombianas tampoco es una tarea fácil. 
Empecemos por el concepto de lengua colombiana, ¿Son colombianas 
todas las lenguas que se hablan en Colombia? Evidentemente si llega un 
turista sueco con su familia y hablan en sueco mientras visitan el Parque 
Nacional Natural Amacayacú o La Catedral de Sal en Zipaquirá sería un 
despropósito decir que esta es una lengua colombiana. Sin embargo, 
la cuestión no es tan evidente en todos los casos. Por ejemplo, en las 
décadas de los cuarenta y cincuenta muchos hablantes de árabe que 
aún tenían el pasaporte turco del extinto imperio otomano llegaron a 
Colombia; en realidad eran sirios, libaneses, jordanos y palestinos, a los 
que conocemos como la diáspora árabe (los “turcos” en Colombia). 
Ahora bien, muchos de ellos se hicieron colombianos, algunos se 
establecieron con éxito y decidieron quedarse, otros simplemente no 
tienen un país al cual puedan regresar, como el caso de los palestinos. 
Ellos también son ciudadanos colombianos. Sus hijos hablan árabe  
y  los que profesan el islám lo practican con asiduidad dentro de su 

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comunidad religiosa. ¿Se puede decir que una lengua que hablan 
personas nacidas en Colombia que nunca han vivido en el exterior sea 
una lengua “extranjera”? El caso de los hablantes del hebreo también 
es muy especial. Dentro de la comunidad judía se hacen esfuerzos 
para que los jóvenes hablen hebreo además del español y el inglés. 
Estas personas son colombianas pero reciben instrucción en hebreo 
desde su infancia; además, toda su tradición religiosa, así como los 
servicios en los que intervienen tienen el hebreo en un lugar central. 
Muchos miembros de la comunidad judía viajan a Israel con relativa 
frecuencia y se convierten en hablantes muy competentes del hebreo. 
Si son colombianos, viven en Colombia, aprenden hebreo desde su 
infancia y son hablantes fluidos de esta lengua ¿no es el hebreo una 
lengua colombiana? Algo similar se podría decir acerca del yiddish.

otra vez, hay aquí un panorama complejo que apenas estamos 
empezando a vislumbrar, pues las dinámicas son distintas para 
cada comunidad. Por un lado están los chinos y coreanos que, al 
parecer, pierden su lengua en la tercera generación, mientras que 
están los japoneses que no pierden su lengua nunca, pues poseen 
una infraestructura educativa que les permite mantenerla de manera 
eficiente. Están los libaneses católicos, que se integraron rápidamente 
a la cultura colombiana por su afinidad religiosa con la cultura 
dominante, y están los palestinos musulmanes cuya integración social 
y lingüística ha sido más tortuosa.

El caso de la Lengua de Señas Colombiana es aún más interesante 
y merece mención especial. La lengua de señas colombiana –LSC 
en adelante- es la lengua que habla la comunidad con limitaciones 
auditivas, desde los sordos profundos, hasta los hipoacústicos. Esta 
comunidad presenta características muy especiales; en primer lugar, 
no es una comunidad muy numerosa, dado que la discapacidad 
auditiva no es muy común, y además no están localizados en un 
mismo lugar, así que la comunicación entre sus miembros se torna 
compleja en algunos casos. Las características sociodemográficas de 
sus miembros pueden ser muy disímiles: hay limitados auditivos ricos, 
pobres y de clase media; negros, mestizos e indios; de padres con 
una alta formación académica y con padres con muy baja formación 
académica; con residencia rural y con residencia metropolitana, etc.  
Además, es una comunidad diferente de las demás en cuanto que, 
muchas veces, los padres no son miembros de ésta debido a que no 
tienen la misma discapacidad de sus hijos. Todas estas características 
hacen complejo el trabajo con esta comunidad. 

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hay otro gran grupo de colombianos que vive en nuestro país y 
son bilingües: los profesores de idiomas y egresados de los colegios 
bilingües. En su gran mayoría los colegios bilingües lo son en español 
e inglés. Esto se debe a que se tiene la creencia, justificada en algunos 
casos, de que quien habla inglés tiene un futuro laboral más promisorio. 
Existen otros colegios bilingües en los que las y los jóvenes salen como 
hablantes competentes de francés, alemán o italiano. Si multiplicamos 
el numero de egresados por colegio bilingüe, por el número de años 
que lleva el colegio desde su primera promoción tendremos que 
las personas bilingües español-inglés en Colombia es considerable, 
esto teniendo en cuenta solamente aquellos que alcanzan niveles de 
proficiencia muy altos. A esta población habría que añadirle el grupo 
de personas que viajan a países angloparlantes y que, como resultado 
de ello, hablan con fluidez inglés, se sabe que el negocio de los cursos 
de inglés en Estados Unidos e Inglaterra es un negocio multimillonario, 
lo que querría decir que la población de bilingües va en aumento. 
Más adelante hablaremos de los colegios de educación bilingüe que 
funcionan para las comunidades indígenas.  Así que en Colombia, 
como en el resto del mundo se habla un inglés internacional y sería 
pertinente empezar a hablar de un inglés colombiano.

Pero aquí no para la cosa, en el español de Colombia se pueden 
encontrar varias zonas dialectales definidas que nos permiten hablar 
del nariñense –o pastuso-, del bogotano, del boyacense, del llanero, 
del costeño – de la costa atlántica- del valluno, del paisa, del opita, 
del tolimense, del santandereano, etc.  

Esto quiere decir que los colombianos tenemos relaciones con 
otras lenguas y con diversos dialectos de la misma lengua (español 
colombiano). De otro lado, tenemos lo que se suele llamar dialectos 
sociales, es decir, dialectos de un grupo o clase social. Es evidente para 
cualquier habitante de la capital colombiana, que el bogotano del 
obrero de la construcción no es el mismo que el que habla el ministro 
o el cajero de banco. Lo mismo sucede en todas las regiones. Aunque 
para los teóricos el concepto de clase social presente dificultades en su 
definición, es innegable que la mayoría de los colombianos se pueden 
ubicar de manera poco problemática en una de las tres clases sociales 
tradicionales: alta, media y baja. Del mismo modo son capaces de 
distinguir el habla particular de cada clase social, por lo menos cuando 
los individuos están hablando con miembros de su misma clase en 
condiciones cotidianas.

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Discriminación y lingüística 
La discriminación lingüística ha sido y es muy común en nuestro medio.   
Aún hoy muchas personas no son concientes de la gran diversidad 
lingüística que posee nuestro país, simplemente porque eso no estaba 
–por lo menos no en todos los casos- incluido en los contenidos 
curriculares de la materia “lenguaje” en los colegios  y  porque la 
diversidad (con todo lo que ella implica) no es un tema que se discuta 
dentro del marco del respeto al otro en el sistema educativo. ¿Dónde 
y cómo podemos ver la discriminación lingüística? En primer lugar, 
la discriminación lingüística está asociada a un concepto más amplio 
que es el de imperialismo lingüístico. Se entiende por imperialismo 
lingüístico a toda situación en la cual una lengua foránea se impone 
sobre las lenguas existentes. Es decir que el imperialismo lingüístico 
es parte del imperialismo. En nuestro caso, históricamente la lengua 
imperial fue el español, traído por los invasores e impuesto a sangre y 
fuego en la mayoría de las comunidades de lo que hoy es Colombia. 
Si bien es cierto que no se puede saber con certeza cuántas lenguas 
se hablaban en Colombia, se han hecho estimativos que ponen el 
número en alrededor de trescientos. Con la llegada de los españoles 
se perdieron más de doscientas lenguas, en el conteo más optimista. El 
español se convirtió en nuestra lengua por imposición y las lenguas que 
sobrevivieron lo hicieron porque los pueblos que las hablan estaban 
ubicados, o fueron reubicados, en la periferia de las zonas productivas 
del país. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que el mapa de las 
lenguas indígenas en Colombia es el mapa de la pobreza. Aquí hay 
que aclarar algo que no siempre es evidente, cuando hablamos de 
lenguas no estamos hablando solamente de códigos abstractos, en 
este ensayo, como en la realidad, las lenguas son códigos usados por 
gente de carne y hueso que vive en una región determinada con unas 
condiciones específicas. Así pues, las lenguas indígenas de nuestra 
nación desaparecieron porque sus hablantes fueron exterminados o 
porque fueron asimilados en el nivel más bajo posible de la sociedad, 
como fue el caso de los hablantes de muisca, que fueron asimilados 
como jornaleros, obreros no calificados, empleadas del servicio 
doméstico o en empleos similares. También desaparecieron las lenguas 
indígenas a través del mestizaje, pues en el caso de parejas con un 
hablante de español y un hablante de una lengua indígena, siempre 
prevaleció el español, en detrimento de la lengua indígena. Esta 
situación no ha cambiado en absoluto. 

huelga decir que cuando se pierde una lengua no es únicamente el 
código lo que se pierde, sino que es una cultura, una cosmovisión, 
una tradición literaria, etc.  Cada vez que muere el último hablante de 

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una lengua, muere con él la mayor parte de la cultura de ese grupo, 
es como si extermináramos a todos los hablantes de español y, de 
paso, quemáramos todos los libros escritos en esta lengua ¿Qué nos 
quedaría?

Debemos tener en cuenta que los códigos como tales no generan 
actitudes o sentimientos homogéneos en la población. Los idiomas 
no son bonitos o feos, románticos o bruscos, dulces o ásperos, lo que 
sucede es que no podemos desligar a los códigos, de las personas 
que los hablan, por tanto, nos es imposible pensar en el francés sin 
remitirnos a la idea que tenemos de los franceses, y así sucesivamente. 
El imperialismo lingüístico se sigue practicando hoy de muchas 
maneras, veamos algunas de ellas:

Español y lenguas indígenas
En primer lugar, el español entra en contacto con las lenguas indígenas 
en las regiones en donde estas lenguas son usadas. A pesar de que 
La Constitución dice que las lenguas indígenas son oficiales en las 
regiones en donde se hablan, esto se aplica solamente en el papel, 
pues para los indígenas colombianos es necesario hablar español para 
poder establecer contacto con los organismos gubernamentales en sus 
propias regiones.  Es más, los funcionarios –médicos, odontólogos, 
empleados de las alcaldías, gobernaciones, etc.- se quejan con 
frecuencia del bajo nivel de español que hablan los indígenas en sus 
regiones y no se cuestionan, ni por un momento, el hecho de que 
ellos deberían por lo menos intentar aprender los idiomas de las 
regiones donde operan.  Los programas de enseñanza de lenguas 
indígenas para funcionarios estatales y privados son prácticamente 
inexistentes; de hecho los cursos de lenguas indígenas sólo se dan en 
algunas universidades.

En el sistema educativo los hablantes de lenguas indígenas son 
discriminados de muchas maneras. En primer lugar, no hay un sistema 
que les permita aprender a los niños indígenas en la escuela el español 
como segunda lengua, lo que quiere decir, que los hablantes no 
nativos del español están sujetos a aprender con los mismos textos 
y métodos que los hablantes nativos de éste. Lo que obviamente 
produce resultados deficientes en el proceso de aprendizaje, ya que 
no se atienden las necesidades de comprensión básicas de los niños. 
Es como si a los hablantes nativos del español que viven en Bogotá se 
les enviara a una escuela cuyos profesores fueran hablantes de tikuna  
y en donde todas las clases fueran dictadas en este idioma, ¿Cómo 

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serían los resultados de ellos con respecto a los hablantes nativos 
de tikuna? En general, los programas de educación intercultural 
bilingüe son programas de transición en los cuales los alumnos 
pueden, en el mejor de los casos, alfabetizarse en español y en su 
lengua nativa. Sin embargo, los conocimientos, tanto de la cultura 
dominante, como de su propia cultura generalmente son dados 
en español, pues no hay materiales para trabajar en las diversas 
lenguas colombianas. Es decir, que no hay series de textos o guías 
de matemáticas, ciencias naturales, ecología, etc. en la lengua nativa 
de los estudiantes bilingües y, por consiguiente, el componente de 
lengua indígena se limita a los primeros grados de educación primaria, 
casi exclusivamente a cartillas de lecto-escritura. Si bien las cartillas 
de lecto-escritura son fundamentales para el desarrollo de programas 
de educación intercultural bilingüe habría que pensar en desarrollar 
planes más ambiciosos. Indiscutiblemente hay instituciones y personas 
que trabajan para lograr proveer materiales en las diversas áreas del 
conocimiento preparadas para las comunidades indígenas, pero estos 
procesos son lentos y resultan muy costosos, toda vez que aún hacen 
falta muchos hablantes nativos de estas lenguas que sean profesionales 
en educación en las diferentes áreas. Además, hay que tener en cuenta 
que muchas de estas lenguas apenas cuentan con una descripción 
muy básica de su sistema gramatical, y para poder desarrollar material 
escrito en y sobre la lengua se necesita un conocimiento sistemático 
y sólido, es decir, se necesitan los resultados de investigaciones 
lingüísticas serias que se puedan aplicar tanto al área de lengua como 
a las demás áreas del conocimiento.

Si las lenguas no se pueden separar de las personas que las hablan 
debemos hablar del racismo/clasismo que persiste aún en nuestro 
país. Si los indígenas siguen entrando a la sociedad dominante para 
ocupar los niveles socioeconómicos más bajos de ella, siempre van a 
ser discriminados, por lo tanto, se debe fomentar el ingreso y egreso 
exitoso de los miembros de comunidades indígenas a la educación 
superior. Además, se deben poner en práctica políticas que propendan 
por el respeto de las comunidades ancestrales. Esto se lograría con 
programas que hicieran evidente que debemos romper los estereotipos 
de indio que tenemos, para generar un respeto real al otro.

La Lengua de Señas Colombiana (LSC)
Por la misma naturaleza de la comunidad de hablantes de LSC hasta 
hace algunas décadas se consideraba en muchos ámbitos que el niño 
con discapacidad auditiva sufría algún tipo de atraso en su desarrollo 

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cognitivo, lo que lo marginaba de la escuela. Además, no existían 
programas especializados para los niños de esta comunidad, lo que 
desafortunadamente causó que muchos de los miembros de ésta no 
tuvieran acceso adecuado al sistema escolar, con todos los problemas 
sociales y personales que esto puede acarrear.  Asimismo, para muchos 
padres era angustioso que sus hijos no pudieran comunicarse, lo que 
los llevó a tratar unos sistemas de oralización que no siempre fueron 
exitosos.

Como si todo lo anterior fuera poco, la ignorancia reinante, aún en 
los departamentos de lingüística de las universidades del país, no 
ayudó en mucho.  El estatus de lengua para la LSC no estaba, y no 
está aún, claro para muchas personas. Muchas de estas personas 
conciben la lengua de señas como una forma de deletrear con las 
manos el español escrito, en cuyo caso no sería una lengua sino un 
sistema de “escritura” dependiente del español, algo así como el 
sistema braile de los limitados visuales. Nada más lejos de la realidad, 
la LSC es una lengua que no depende de ninguna otra, posee su 
propia fonología, morfología, sintaxis, semántica y pragmática. Tiene 
variaciones regionales y evoluciona. En este momento, cuando la 
comunidad de hablantes de LSC empieza a tener acceso sistemático 
a la educación superior con toda seguridad la lengua de señas va 
a modificarse y a enriquecerse con los tecnolectos propios de cada 
profesión y, del mismo modo, va a adquirir mayor visibilidad social. La 
situación se vislumbra mejor para la comunidad de hablantes de LSC. 
hay programas de apoyo para la inserción de los niños en el sistema 
educativo primario y medio, las universidades empiezan a asumir su 
responsabilidad con los hablantes de LSC. El INSoR y otras instituciones 
y asociaciones de limitados auditivos trabajan para sensibilizar a los 
hablantes del español acerca de la naturaleza de la LSC.  Ahora se 
necesitan lingüistas dedicados a la LSC, ojalá hablantes nativos de 
LSC, se necesita que miembros de la comunidad hablante de LSC 
ocupen puestos de poder en instituciones de todo tipo para que se 
dé un cambio de actitud ante la discapacidad auditiva, además del 
reforzamiento de las políticas estatales en este campo. 

Dialectos de Colombia
Dialecto es cualquier variación en la lengua que esté relacionado 
con el lugar dónde se habla.  Toda lengua con muchos hablantes 
tiene variaciones dialectales, en tanto que sus hablantes no pueden 
vivir en el mismo lugar. (cf. Montes, 1982). Como ya dijimos en el 
español colombiano hay muchos dialectos regionales, y muchos 

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microdialectos dentro de estos dialectos regionales. Ahora bien, estos 
dialectos están lejos de ser juzgados de la misma manera socialmente. 
En Colombia hay un dialecto que se considera como el español 
colombiano estándar. Por razones históricas este dialecto es el español 
bogotano de clase media alta, pues  es en esta franja donde se ha 
concentrado el poder y el prestigio desde los inicios mismos de la 
nación. Podemos comprobar fácilmente cuáles son las características 
de esta variedad cuando vemos cómo hablan los y las presentadoras 
más importantes de los medios de comunicación nacionales. Ahora 
bien, el tener un estándar no tendría mucho problema si no viniera 
acompañado de la discriminación de los otros dialectos, vistos como 
formas de hablar de gente poco educada o francamente estúpida. 
Es así como para caracterizar a una persona tonta se le atribuye el 
dialecto pastuso, el dialecto boyacense o el costeño. Para comprobar 
esto hace unos semestres hice un experimento  con los alumnos de 
mi clase de sociolingüística de la Universidad Nacional. Redactamos 
un texto acerca de un tema de economía que planteaba las ventajas y 
desventajas de cobrar impuestos a los terrenos baldíos.  Modificamos 
el texto base levemente para tener cuatro versiones ligeramente 
diferentes. Revisamos las versiones y comprobamos que eran claras y 
estaban bien escritas. hicimos grabaciones de las cuatro versiones en 
cuatro dialectos: bogotano de clase media, paisa, costeño y pastuso. 
Ya con las grabaciones nos dedicamos a hacer una encuesta muy 
sencilla; pusimos a diversas personas a escuchar los cuatro párrafos y a 
que nos dijeran cuál creían que era la propuesta más inteligente y más 
claramente expuesta. Según los entrevistados la mejor propuesta era 
la bogotana, seguida de cerca de la paisa, después venía la costeña y 
la que recibió menos puntaje fue la pastusa. Esto muestra claramente 
cómo los oyentes desprevenidos juzgan incluso el contenido de lo que 
escuchan más por como suena el hablante que lo emite, que por el 
contenido mismo. 

Es necesario volver a un asunto que resulta de actualidad hoy en 
día: la relación entre humor y discriminación, tanto la social como la 
lingüística.  Se dice, creo que con razón, que los colombianos somos 
personas de muy buen humor y rápidas para hacer y comprender 
chistes de toda índole. Se sabe, así mismo, que el humor es un recurso 
para hacer críticas políticas y para decir verdades que muchas veces 
no se pueden expresar en otros escenarios, de allí que no pocos 
humoristas han sido amenazados y hasta asesinados en nuestro 
país.  Lo que generalmente no se tiene en cuenta es que el humor de 
una comunidad, de una u otra manera refleja la posición ideológica 
de dicha comunidad. Es decir, que hay algunas cosas de las cuales 

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yo puedo hacer chistes y otras de las cuales los chistes no estarán 
bien recibidos. Cuando un grupo hace chistes acerca de otro grupo 
de manera sistemática y alude a características negativas del mismo 
indiscutiblemente lo está discriminando. La excusa de que se trata 
solo de un chiste no es procedente. Así pues, el chiste como acto de 
habla se constituye en una de las formas más claramente evidentes 
de discriminación social y lingüística. Veamos, en grupos en los cuales 
se respeta a la comunidad afro-colombiana no se hacen chistes en 
donde se estereotipe al negro como un ser perezoso y falto de talento. 
Sin embargo, en grupos racistas en Colombia se tiende a decir algo 
como “yo no soy racista, es solo un chiste”. La verdad es que si no 
fuera racista, ni  siquiera consideraría que un insulto a una comunidad 
es un chiste.  El componente lingüístico es clave en la mayoría de 
chistes racistas en nuestro país. En Cartagena cuando se va a hacer 
un chiste de alguien sucio o ignorante se empieza con “había una 
palenquerita…”. En el interior del país pasa algo parecido con los 
negros provenientes de las dos costas. hay chistes que hablan de los 
pastusos como tontos, de los tolimenses como lentos, etc. etc. Ni 
que hablar de los indígenas, objeto de infinitos chistes desde siempre. 
Lo mismo sucede con los dialectos sociales o sociolectos, los chistes 
abundan cuando se trata de gente pobre. En la mayoría de los casos 
quien cuenta el chiste debe imitar el acento de la persona para acentuar 
el efecto histriónico del chiste. huelga decir que son muy escasos los 
chistes en los que se caricaturiza a los bogotanos de clase media que 
hablan el español considerado el estándar colombiano.

Conclusiones
Existen diversos tipos de discriminación lingüística  en Colombia.  
Algunos ni siquiera han sido considerados; por ejemplo, la no inclusión 
de algunas lenguas en el inventario de las lenguas colombianas es 
un caso de discriminación, en los inventarios lingüísticos del país 
raramente se incluye  a la lengua de señas colombiana, para no hablar 
de otras lenguas como el árabe mencionado con anterioridad.  El 
número de lenguas colombianas está lejos de ser claro. La discusión 
está abierta.

¿Estamos condenados a ser discriminados o discriminadores por 
siempre? No necesariamente, La situación sí puede cambiar. Lo primero 
es, nuevamente, hacer que en los medios y demás instancias de poder 
haya personas de todas las procedencias. Esto entraría lentamente en 
la mente de los oyentes y los acostumbraría a escuchar a todo mundo 
de manera más o menos ecuánime. De otro lado, se necesitaría que 

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se establecieran políticas que propendan por el respeto de todos los 
colombianos y que involucren las instancias de mayor impacto social: 
los medios de comunicación, el sistema escolar en todos sus niveles, 
los organismos de control, etc.

El camino hacia la justicia social y al respeto del otro pasa por lo 
lingüístico –aunque, obviamente, no se agota allí. El reto de construir 
una sociedad tolerante e incluyente no se puede lograr a través de un 
lenguaje irrespetuoso, estigmatizador y excluyente. Los esfuerzos de los 
grupos discriminados por hacerse a una voz y por parar los actos de 
habla que denigran de ellos son loables y deben ser estimulados. No 
se trata de reducir la riqueza del lenguaje ni de ser menos graciosos, 
se trata de respetar y hablar con respeto.  Las caricaturas del lenguaje 
políticamente correcto son los últimos coletazos de una sociedad que 
siente como una pérdida el hecho de no poder burlarse de los que 
sufren algún tipo de discriminación.

Referencias

Ardila, o. 2004. Lingüística Aborigen colombiana. La problemática de las 
lenguas tucano. Revista Forma y Función 17. Departamento de Lingüística. 
Universidad Nacional de Colombia.

. 1998. Aspectos fonológicos de las lenguas tucano-orientales: 
una visión comparativa. Revista Forma y Función 11. Departamento de 
Lingüística. Universidad Nacional de Colombia.

González de Pérez, M. & Rodríguez de Montes, M. (Eds.) 2000. Lenguas 
indígenas de Colombia. Una visión Descriptiva. Bogotá: Instituto Caro y 
Cuervo.

Montes Giraldo, J. 1982.  Dialectología general e hispanoamericana.  Bogotá: 
Instituto Caro y Cuervo.

Néstor Alejandro Pardo García es Profesor Asistente 
Universidad Nacional de Colombia. en el Departamento de 
Lingüística.  Además Profesor Catedrático en UNICA.  M.A. 
Linguistics. The University of Texas en Austin.  Licenciado 
Universidad Pedagógica Nacional.
Correo electrónico: nalejo97@yahoo.com

néstor alejanDro ParDo garcía