reseña bibliográfica / book review

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En menos de 300 páginas, en 
este libro no sólo se muestra un 
enorme esfuerzo de síntesis de 
la historia de un fenómeno que 
lleva más de un siglo a cuestas,  
sino también el resultado de los 
ires y venires del autor sobre su 
propio trabajo, producto de sus 
investigaciones y reflexiones 
–en solitario y en equipo– en 
torno a la migración México-
Estados Unidos durante más de 
tres décadas, así como de una 
cuidadosa revisión de otras pu-
blicaciones, incluyendo las de 
referentes clásicos, para nutrirlo 
de distintas visiones.

Como parte de la colección 
“Historias mínimas”, de El Cole-
gio de México, esta obra, dividi-

da en siete capítulos, además de 
la introducción y un epílogo, lo-
gra el cometido de este proyecto 
editorial, poner a disposición de 
un público no especializado una 
obra sintética de carácter históri-
co, a través de un lenguaje sen-
cillo, pero no por ello, escaso de 
rigor académico. Aun así, cons-
tituye un valioso insumo para 
quienes se dedican al estudio de 
la relación migratoria entre am-
bos países, pues a través de este 
marco general invita a profundi-
zar en los factores contextuales, 
estructurales y particulares de las 
distintas etapas de la problemá-
tica, además se sustenta en una 
didáctica y sugerente cronología 
al final del libro.

Historia mínima de la migración  
México-Estados Unidos

Jorge Durand, 2016, Ciudad de México, El Colegio de México, 289 pp.

Lorena MENA ITURRALDE*

* Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales con especialidad en Estudios 
Regionales en El Colegio de la Frontera Norte, México. Dirección electrónica: 
lorenilla.mena820@gmail.com.



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Es destacable que Durand, 
en el primer capítulo titulado 
“Patrones y procesos migratorios 
entre México y Estados Unidos”, 
presenta la distinción conceptual 
entre los términos proceso, patrón 
y modelo migratorio, que suelen 
usarse como sinónimos en la li-
teratura sobre la temática, y están 
presentes a lo largo del documen-
to para sistematizar sus observa-
ciones.

Resumiendo sus ideas, pone 
sobre la mesa que un proceso mi-
gratorio, que en el caso mexica-
no se da a lo largo de 130 años, 
implica el análisis de las interac-
ciones sociales, temporales y es-
paciales para definir sus etapas 
de desarrollo; que el patrón es 
“un perfil ajustado a la realidad 
y a un período preciso”; mientras 
que un modelo se refiere a “lo 
que debería ser el flujo en térmi-
nos ideales, de acuerdo con los 
objetivos de una política migra-
toria” (pp. 16-19). 

Además de situar al lector en el 
contexto general de las regiones 
de origen y destino de la migra-
ción, desde su perspectiva histó-
rica y geográfica, en esta primera 
parte Durand presenta, a manera 
de abreboca, seis grandes fases 
en las que divide el proceso mi-
gratorio mexicano. Básicamente, 
son “períodos que se ajustan a 

temporalidades aproximadas de 
20 años y suelen marcar un mo-
vimiento pendular de apertura y 
control” (p. 22). 

El desarrollo de las fases mi-
gratorias comienza en el capítu-
lo 2, con la “Era del enganche, 
1884-1920”, donde sustenta con 
relatos de prensa de la época 
cómo operaba este sistema de 
reclutamiento de mano de obra 
para la naciente industria mexi-
cana y que fue la antesala del 
enganche internacional. La ley 
de exclusión china y japonesa 
en Estados Unidos y el contexto 
de la Primera Guerra Mundial, 
fueron aspectos que alentaron la 
continua entrada de migrantes 
mexicanos, mientras que la Re-
volución mexicana hizo su parte 
como factor de expulsión. 

El período de “Deportacio-
nes, reenganches y migraciones 
masivas, 1921-1941”, desarrolla-
do en el capítulo 3, enfatiza en 
las crisis económicas que vivió 
Estados Unidos en los años 20 
del siglo pasado, incluyendo la 
gran recesión que generó depor-
taciones y también el retorno de 
miles de inmigrantes mexicanos 
a causa del desempleo, lo que 
coincidió con una política de 
repatriación durante el gobier-
no de Álvaro Obregón y pos-
teriormente bajo el mandato de 



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Lázaro Cárdenas. La dinámica 
de estas repatriaciones y sus re-
sultados, a mi parecer, constitu-
yen un importante antecedente 
y aprendizaje histórico sobre el 
manejo del retorno migratorio 
por parte de México, que cabe 
tener en cuenta en la actualidad, 
ante las deportaciones que viene 
enfrentando el país en la última 
década.

De esta época histórica tam-
bién se destacan las visiones 
académicas de Manuel Gamio, 
Robert Redfield y Paul Taylor, 
pioneros de los estudios migra-
torios sobre mexicanos en los 
Estados Unidos, cuyos registros 
de campo y aportes metodológi-
cos –anecdóticos inclusive– son 
una muestra del emergente inte-
rés por el tema desde esos años.

El capítulo 4, correspondiente 
a “El Programa Bracero, 1942-
1964”, recoge los pormenores de 
una era de 22 años, caracterizada 
por el reclutamiento de mexi-
canos desde los Estados Unidos 
para sobrellevar la falta de mano 
de obra en el contexto de la ii 
Guerra Mundial. Esta situación 
llevó por primera vez a establecer 
un acuerdo bilateral con Méxi-
co, que estaba en mejor posición 
para exigir un trato distinto a 
sus ciudadanos. Los trabajadores 
que calificaron para este progra-

ma, fueron parte de un modelo 
caracterizado por su legalidad, 
ruralidad, masculinidad y tem-
poralidad, lo cual es evaluado 
positivamente por el autor, al 
catalogarlo como una especie de 
“tipo ideal” (p. 143) de migra-
ción para ambos países.

Los aspectos negativos, sin 
embargo, los observa en el mo-
vimiento paralelo de trabajadores 
indocumentados o “mojados” 
que generó (unos cinco millo-
nes), pues el programa no satis-
facía la demanda; también en la 
corrupción que provocó la bu-
rocracia excesiva en ambos lados 
de la frontera; en la relación de 
dependencia obrero-patronal con 
tintes de esclavitud, y otros ele-
mentos que –aclara– no pueden 
achacarse al programa mismo.

Para inicios de los años 60 en 
Estados Unidos existía una opi-
nión generalizada de que este 
programa se había salido de con-
trol y las presiones de grupos polí-
ticos, sindicatos y prensa crearon 
un clima hostil que culminó 
con su terminación unilateral 
en 1964. A partir de entonces, 
el capital social de los migrantes 
mexicanos tomó un rol funda-
mental, y es en la era de “Los 
indocumentados, 1965-1986”, 
capítulo 5, cuando se evidencia 
cómo los mismos trabajadores y 



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sus redes empezaron a abaste-
cer el mercado de trabajo esta-
dounidense, ante la ausencia de 
una política migratoria especí-
fica para México. Entonces “ser 
mexicano se convirtió en si-
nónimo de trabajador indocu-
mentado” (p. 163), y la política 
estadounidense se caracterizó 
por ser de contención fronte-
riza, pero no hacia el interior 
(p. 171), pues su empresariado 
siguió dando empleo a esta po-
blación de manera clandestina.

Así, los indocumentados idea-
ron los medios para cruzar la 
frontera, siendo sus perfiles de 
edad, sexo, origen social y cultu-
ral, procedencias y destinos, muy 
diversos. Para la década de los 80, 
no obstante, los mexicanos deja-
ron de ser los trabajadores privile-
giados, y comenzaron a competir 
con los de origen centroameri-
cano, con los sudamericanos y 
caribeños (p. 191), lo que reforzó 
la idea de que Estados Unidos 
perdió el control de sus fronteras, 
discurso que retumba en el pano-
rama electoral vecino, y se replica 
hasta hoy.

Los intentos por regular y a la 
vez expulsar a la población indo-
cumentada son materia del capí-
tulo 6, titulado “La era bipolar: de 
la amnistía al acoso, 1987-2007”, 
que el autor segmenta en cuatro 

hitos temporales: la Ley de Re-
forma y Control de la Inmigra-
ción, de 1986 (por sus siglas en 
inglés, irca); las operaciones de 
control fronterizo, de 1993; una 
nueva ley para el control de la 
inmigración ilegal (por sus siglas 
en inglés, iiraira), de 1996; y la 
creación del ice (Immigration 
and Customs Enforcement) y la 
política de seguridad nacional en 
la frontera, de 2001 (p. 194), a 
raíz del 11 de septiembre.

En términos generales, la 
amnistía ofreció la posibilidad 
de una estancia segura a quie-
nes obtuvieron sus documentos, 
pues los mexicanos ya legalizados 
ahora querían integrarse a la so-
ciedad, lo que fue evidente con el 
crecimiento de negocios latinos 
y su participación más activa en 
el campo de la política sindical. 
Como contraparte la población 
indocumentada ha vivido el aco-
so desde los ámbitos legal, políti-
co y cotidiano, mientras México 
reaccionó tardíamente con una 
política de control de daños (el 
voto en el exterior, por ejemplo) 
para intentar resarcir el abando-
no hacia sus emigrantes, cuestio-
na Durand.

Si bien dentro de esta sec-
ción hay un apartado titulado 
“El contexto internacional”, el 
acercamiento al panorama mi-



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gratorio de Europa, de gran 
importancia en este ámbito de 
estudio, es escaso. Se enuncia de 
manera escueta (p. 195), dejan-
do una deuda con el lector.

Ya en la “Última fase: la ba-
talla por la reforma migratoria, 
2007-2014”, del capítulo 7, el 
autor plantea un modelo migra-
torio en el cual intervienen tres 
dinámicas: migratoria, econó-
mica y legal. Sobre la primera, 
destaca que a lo largo de un siglo 
para el migrante “el problema 
era el cruce, no la permanencia”, 
mientras que en la actualidad 
“hay varios millones que tienen 
10, 15 o 20 años de residencia 
irregular y ven como una ame-
naza permanente la posibilidad 
de una deportación” (p. 245). 

En cuanto a la dinámica eco-
nómica, cita que el superávit de 
mano de obra mexicana y su 
competencia han precarizado 
el empleo migrante; y que el 
aumento en los costos y riesgos 
del cruce fronterizo, así como la 
falta de remesas para financiar 
el viaje tras la crisis internacio-
nal de 2008 han conllevado a 

una reducción del flujo. Mien-
tras que en la dimensión legal 
está toda la maquinaria política 
encaminada a castigar la inmi-
gración irregular (Comunida-
des Seguras, Ley Arizona) y, 
por otro lado, los intentos por 
regularizarla o frenar las depor-
taciones (daca, dirigida a los 
Dreamers).

El creciente discurso anti-
inmigrante de las recientes elec-
ciones presidenciales de Estados 
Unidos; una emigración irregu-
lar que ha disminuido, pero una 
legal que sigue creciendo, por los 
procesos de reunificación fami-
liar; y un proceso de transición 
demográfica (menos hijos naci-
dos) que experimenta México y 
ya no presiona como un factor 
de expulsión, sino de retención, 
son elementos que, finalmente, 
llevan al autor a preguntarse si 
¿será el principio del fin? de la 
emigración mexicana. Una in-
cógnita abierta, que sin duda 
será parte de la agenda de es-
tudios de la academia, y que en 
los hechos tendrá repercusiones 
mediáticas.