Microsoft Word - Enigmas de la historia.doc Palabra Clave 220 Número 11 · 2004 Enigmas de la historia Título: Nuevos enigmas históricos al descubierto Autor: Cesar Vidal Editorial: Planeta Ano: 2003 El autor es columnista de un periódico digital y, fruto de sus colaboraciones, aparece este libro de título llamativo. La recopilación de 27 artículos abarca temas como la base real del conde Drácula, historias del mundo del espionaje (Philby y el topo de Hitler), o reiteraciones sobre aspectos como los judíos que trabajaron para el führer o la elección y el asesinato de J. F. Kennedy. Si bien para lograr impacto en el público el libro presenta abundancia de temas históricos recientes, de distinto valor académico (el conocidísimo caso del atentado contra Juan Pablo II, las batallas entre Israel e Irak, o el ascenso de Sadam Hussein), el autor también incluye personajes antiguos, como el rey Enrique IV o Nostradamus. Aunque la mayoría de títulos se refieren a situaciones que podríamos llamar escabrosas (Jack el destripador, el Ku Kux Klan, los sabios de Sión), los aspectos históricos relacionados con la religión no escapan a su interés: en el capítulo sobre las Cruzadas refuta la idea, propalada por la historiografía marxista, según la cual estas campañas habían sido causadas por un simple interés material. Por el contrario, muestra que “en no pocos casos incluso perdieron todo lo que tenían para sumarse a la empresa” (p. 54), y concluye que “no se trato de un movimiento material disfrazado de espiritualidad sino de un colosal impulso de raíces espirituales que no tuvo inconveniente, pese a sus enormes defectos, en afrontar considerables riesgos y perdidas materiales” (p. 55). También explica el origen socio-religioso de la amplia creencia en la reencarnación: “En la actualidad, gracias al movimiento New Age, los creyentes occidentales en la reencarnación son legión y disfrutan pensando que en vidas pasadas fueron Napoleón, Miguel Ángel o Cleopatra. Seguramente no Palabra Clave 221 Número 11 · 2004 sospechan que la creencia que profesan con tanto entusiasmo ha sido durante casi cuatro milenios la columna vertebral de un Estado ario y asiático similar al apartheid sudafricano” (p. 39). Sin embargo, en otros capítulos el autor prefiere las versiones polémicas a las pacíficamente aceptadas por los expertos. Así por ejemplo, en el caso de Enrique VIII y el inicio de la Comunión Anglicana, no queda claro que el rey fue excomulgado en 1533. Tampoco muestra que, en lugar de reconocer su conducta irregular, urgió al Parlamento a que -antes de conocer la decisión romana- determinara que él mismo se convirtiera en el jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra. Además, no deja de ser llamativo el hecho de que el libro comience con un artículo que lleva por título “¿Tuvo Jesús hermanos?”, en el que el autor exhibe -quizá aposta falta de información sobre el uso del hebreo por los escritores del libro sagrado. Como es sabido, en hebreo y arameo los parientes próximos, como por ejemplo primos, se llamaban tambien “hermanos” (Cf. Mt 12, 46): a Lot se le llama “hermano” de Abraham en Gn. 14, 14, pero se sabe por la misma Biblia que era su sobrino (Cf. Gn. 11, 26-28). También Jacob es llamado «hermano» de Laban aunque éste en realidad es su tío (Gn. 29, 15). También es aceptado que en griego existe la palabra anepsios, que significa “primos”, pero los traductores del Nuevo Testamento -de cultura hebrea- prefirieron usar adelphos con el sentido original del lenguaje de Jesús. Estos ejemplos demuestran una vez más que a la hora de hacer divulgación en historia, como en los demás campos investigativos, es difícil aunar el interés comercial con el rigor científico. EUCLIDES ESLAVA Director Departamento de Teología Instituto de Humanidades Universidad de La Sabana Cortesía: Servicio de Asesoría Bibliográfica U. de La Sabana