185 - 192 PAGINAS INICIALES.indd Recibido: 14/07/09 Aceptado: 11/11/09 Resumen Resulta infrecuente que un medio se dote de un siste- ma de autorregulación interno como es el ombudsman de prensa; una rareza, el nombramiento de alguien ajeno a la redacción (conforme al arquetipo propugnado por The Washington Post); y un acontecimiento excepcional, que la persona designada no pertenezca al colectivo profesional (como en Il Messaggero). Existió una experiencia pionera y única en España, bautizada como Corresponsal de los Lec- tores, en la corporación Grupo 16, que aunó ambos factores. Entre las bondades de la iniciativa destacó la naturaleza de la fi gura, la elección de quienes desempeñaron el cargo, la familiarización del lector con el quehacer periodístico y sus derechos en materia informativa, y el fomento de la interactividad con la audiencia; entre las carencias, la au- sencia de regulación, cierta confusión en el ejercicio de la misión encomendada, la pobre participación del público, los insufi cientes artículos que se publicaron, y el exiguo refl ejo de las explicaciones de los directivos y redactores. Palabras clave: ombudsman, autorregulación, deon- tología periodística, prensa, empresa periodística, Grupo 16, España. I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 269 - 286 Abstract It is not oft en that a media organization equips itself with an internal system for self-regulation such as a press om- budsman. Rarely is someone appointed from outside the editorial department (consistent with the archetype advo- cated by The Washington Post), and the designation of a person who is not a member of the profession is an excep- tional event (as in the case of Il Messaggero). There was a pioneering and unique experience in Spain that combined both these factors. Baptized as the Readers’ Correspon- dent, it was brought about through the creation of Grupo 16. The benefi ts of that initiative included, among others, the nature of the position, the selection of those chosen to occupy it, readers’ familiarization with the task of journa- lism and their right to information, and encouragement to interaction with the audience. The shortcomings concerned the absence of regulations, a certain amount of confusion in fulfi lling the mission entrusted to the ombudsman, poor participation on the part of the public, not enough articles published, and the paltry manifestation of explanations pro- vided by directors and writers. Key words: Ombudsman, self-regulation, journalistic deontology, press, journalistic venture, Grupo 16, Spain. La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 Extrinsic Self-regulation in Journalistic Ventures. The Grupo 16 Experience Carlos Maciá-Barber1 1 Doctor en Periodismo. Profesor Titular, Universidad Carlos III de Madrid, España. carlos.macia@uc3m.es I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 270 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 El Corresponsal de los Lectores Al periódico Diario 16, que perteneció a la corpo- ración editorial Grupo 16, se le considera un ico- no de la libertad de expresión durante el periodo político histórico de la Transición española. De entre las refrescantes iniciativas que aportó este rotativo al periodismo de esta nación se desta- ca una experiencia pionera de autorregulación encomendada a personas ajenas a la empresa y a la profesión periodística, inspirada en la prác- tica propugnada por el rotativo estadounidense The Washington Post, que abogaba por conside- rar a su ombudsman como un “intruso” (outsider) en la redacción, compromiso que igualmente contrajo The New York Times con el indomable e independiente Daniel Okrent. La iniciativa, pese a ciertas indudables bondades inherentes a su naturaleza, jamás ha tenido paralelismo en el periodismo español. Lo que resulta revelador. El anuncio de la creación de la fi gura del “Corres- ponsal de los Lectores”2 del Grupo 16 se produjo en las páginas de Diario 16 el 14 de octubre de 1990. Al mismo tiempo que se informaba de su implantación se daba a conocer el nombramien- to de la persona designada para desempeñar el cargo recién instituido: Amando de Miguel, catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Ocho días después, la revista Cambio 16 se hacía eco de la génesis de la institución y del nombramiento del primer Corresponsal3. En ambos casos se publicó una exposición de los motivos que impulsaban a los órganos rec- tores del Grupo 16 a crear esta fi gura periodís- tica en sus publicaciones, lo que constituía, al mismo tiempo, una fehaciente y valiosa declara- ción de principios por parte de la empresa edi- tora. Pueden, en consecuencia, señalarse como fundamentos rectores básicos de la institución los siguientes principios: a) reconocimiento del valor intrínseco de los públicos como par- te integrante básica del proceso informativo; b) acrecentamiento de la relación entre los sujetos emisores —los periodistas— y los sujetos recep- tores de la información —la ciudadanía—; c) ampliación del espacio destinado por el medio a la participación directa de los destinatarios y a la canalización de sus opiniones; d) el estableci- miento de un control de calidad incrementado sobre el producto periodístico que se oferta. El deseo de potenciación y mejora tanto de la can- tidad como de la calidad de las relaciones existen- tes entre las publicaciones editadas por el grupo editorial con sus destinatarios se reiteró, en aque- llas mismas fechas, desde los editoriales de Diario 16, destacándose el reconocimiento del receptor como participante real en el verdadero diálogo que debiera existir entre medios y ciudadanos, otorgándoles “categoría de interlocutores, cosa no frecuente, lamentablemente, en el mundo periodístico”4. Señalaba Justino Sinova, por en- tonces director del diario, que la incorporación de esta fi gura “se implantó para establecer un nexo de comunicaciones entre el periódico y los lectores”, porque la gran batalla pendiente de los medios era facilitar un cauce de expresión a los receptores (San Andrés, 1992, pp. 10-11). 2 Con el fi n de evitar confusiones, aclaro que esta fi gura no guarda re- lación con la institución del Defensor del Lector que se implantó con posterioridad en Diario 16, entre el 1 de febrero de 1996 y el 4 de ene- ro de 1997, cargo que desempeñó José Ventura Olaguíbel, a la sazón miembro del Consejo de Administración del Grupo y presidente de la Fundación 16. Ni por la naturaleza de la iniciativa, ni por la vincula- ción laboral de quien ejerció el cometido, ni por la función encomen- dada, ni, en general, por la temática que abordó en su columna. 3 “La creación del cargo de Corresponsal de los Lectores supone una decidida apuesta por la calidad y un reconocimiento de la importan- cia de los lectores como partes integrantes del proceso informativo. El Grupo 16 quiere prestar la audiencia debida a sus lectores, lo que sin duda contribuirá a acercarlos a los autores y responsables del trabajo periodístico y a mejorar sensiblemente el contenido de sus publicaciones”. Véanse Diario 16, 14-X-90, pp. 1 y 4, y Cambio 16, 987, 22-X-90, p. 4, respectivamente. Todas las referencias hemerográfi cas del presente artículo aluden a Diario 16, salvo indicación contraria. 4 Comentario aparecido en la sección Al día con el título “En defensa de los lectores” (12-V-91, p. 2). Una acotación del magistrado Xavier O’Callaghan, resulta signifi cativa para la comprensión de la causa última de la aparición del cargo: el concepto que de Diario 16 tuvo Sinova y que inspiró su actuación como director del diario, era, en esencia, el de “un periódico correcto en la información, plural en la opinión, sensato en sus apreciaciones”. “Esto, precisamente, es lo que ha inspirado la idea de que exista el ombudsman, este corresponsal de los lectores”, añadía (2-VIII-92, p. 6). 271 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber Naturaleza de una institución en defensa de los públicos El sostén del Corresponsal de los Lectores —así como el de otras instituciones y modalidades de autorregulación similares que existen en medios de todo el mundo— deriva de un planteamien- to, fundamental en opinión de sus valedores, para entender de modo correcto el ciclo comu- nicativo propio y característico de una sociedad democrática: su existencia se justifi ca como un mecanismo más de garantía para los públicos que contribuya a que el medio cumpla con ple- nitud la misión social que le corresponde en un Estado de derecho. La argumentación que pro- pugna la existencia del ombudsman de la prensa es la siguiente5: el derecho a la información es un derecho del ser humano, reconocido y pro- tegido en los Estados democráticos por las dis- posiciones legislativas de máximo rango. Existe una delegación tácita de este derecho por parte de los ciudadanos en los periodistas. La infor- mación, en consecuencia, no es una propiedad exclusiva ni de los reporteros ni de las empresas periodísticas. Por consiguiente, todo medio está obligado a facilitar aquella información que resulte imprescindible para que los ciudadanos puedan, de modo consecuente, por estar informados, par- ticipar de pleno en el sistema democrático. Para asegurar la consecución de este fi n, evitar defi - ciencias o corregir desviaciones, resulta necesaria y deseable la existencia e implantación de cierto sistema de verifi cación que salvaguarde ese dere- cho y garantice la presencia activa y efectiva del ciudadano en el proceso informativo (Jiménez, 1997, p. 28). Rasgos que entroncarían con el ejer- cicio característico de la función de la fi gura en Europa: el compromiso con el progreso social, el servicio público, los derechos de las personas, la pedagogía política en un Estado social y de- mocrático de derecho, la crítica de la llamada “razón periodística”, y la revisión de las funcio- nes otorgadas tradicionalmente al periodismo (Casasús, 2001, p. 100). Diario 16 destacaba que: el Corresponsal de los Lectores de Diario 16 tiene una característica básica que le hace muy diferente del defensor de los lectores que nació en la Prensa americana —fi gura que, por cierto, no ha proliferado por la tradicional resistencia de la Prensa a sentirse observada—: esa carac- terística es su independencia, que se basa en que tal función es ejercida por alguien que no pertenece a la Redacción del periódico6. En estos casos se procura que no se produzcan incompatibilidades —con magistrados o fun- cionarios— o confl ictos de interés —con po- líticos— por lo que es frecuente que estén ya retirados (Aznar, 1999, p. 182), lo que no sucedía en este caso. Escasamente se ha investigado la postura de los periodistas ante la implantación de un control externo en la redacción. En el caso portugués, las posiciones aparecen encontra- 5 Una clarifi cadora síntesis del razonamiento aparece en el artículo de Si- nova, “La hora del lector” (21-X-90, pp. 1 y 2), que se publicó el mismo día de la primera colaboración del Corresponsal de los Lectores. Por su parte, el entonces editor de Cambio 16, Juan Tomás de Salas, señaló al Corresponsal —y a través de él, a los lectores— como una inesti- mable ayuda en la tarea de alcanzar una información de calidad, a la vez que el ofrecer un fi able sello de garantía a los contenidos de la publicación: “Si nos equivocamos, rectifi caremos; si abusamos o fui- mos injustos, nos excusaremos. Lo importante es que usted sepa que todo lo que se publica en Cambio 16 es tan cierto como honestamente los mejores profesionales pudieron confi rmar. Y el Corresponsal del Lector va a ayudarnos en la tarea”. Véase “La lámpara complutense”, Nota del Editor 1, Cambio 16, 987, 22-X-90, p. 5. La argumentación que propugna la existencia del ombudsman de la prensa es la siguiente: el derecho a la información es un derecho del ser humano, reconocido y protegido en los Estados democráticos por las disposiciones legislativas de máximo rango. 6 “O’Callaghan en Diario 16”, en la sección Al Día, de las páginas de Opinión (2-XII-91, p. 2). I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 272 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 das: un 45% defendía la procedencia foránea, frente al 32% que apoyaba al candidato domés- tico, preferencia manifestada por los directivos y reporteros veteranos. Apenas un 4% elegiría a alguien externo a la profesión (Fidalgo, 2002). En el caso latinoamericano se considera benefi cioso que ejerza el periodismo, aunque no se estima imprescindible (Zeta y Herrera, 2005). La Dirección del Grupo 16 previó que éste ejer- ciera sus funciones al margen de toda relación de subordinación laboral con la empresa. Éste no formaba parte de la jerarquía del diario y, por tanto, no estaba sometido a ella. De Miguel fue uno de los miembros del Consejo Asesor Edito- rial del diario que no pertenecía a la Redacción y así se especifi caba, como mérito, por la propia Dirección7. Quien introdujera la fi gura del Co- rresponsal, y fuera responsable de los nombra- mientos no creyó que el que los escogidos fueran ajenos a la profesión periodística generara nin- gún problema específi co ni fuera impedimento para el correcto desempeño de su cometido8. “Elegí dos personas que daban la talla. Tanto De Miguel como O’Callaghan son dos grandes profesionales en sus respectivas labores que, al mismo tiempo, tienen un perfecto conocimiento del trabajo del periodista y conocen a fondo cuá- les son los problemas que envuelven esta profe- sión”, apuntaba Sinova (San Andrés, 1992, p. 11). Esta libertad moral de actuación permite un sano distanciamiento que posibilita una crítica genui- na (Meyer, 2000; Maciá, 2006a, p. 275 y 2006b, p. 64) y signifi ca un mayor compromiso con el pun- to de vista del público (Aznar, 1999, p. 183). Advierte Marialuz Vicondoa (1995, p. 187) que estos profesionales, antes de colaborar con el medio, poseían ya un reconocimiento social y, en función de ese prestigio en su profesión, se les encomendó esta tarea, “pero en ningún momento dejaron las funciones propias de su profesión, ya que no tenían ni debían ejercer su nueva tarea en un régimen de exclusividad. Además, no comportaba el cumplimiento de un horario en el periódico ni el sometimiento a una disciplina interna”. Como muestra de su deseo de desvinculación de la empresa se resaltaba el ejercicio de su trabajo de Corresponsal en el propio despacho laboral, y que su único víncu- lo con la Redacción lo constituyeran el fax y el teléfono. O’Callaghan asegura que nunca tuvo ningún problema en el desempeño de su fun- ción, pese a no ser periodista y no pertenecer a la corporación (Vicondoa, 1995, p. 190). Según O’Callaghan, el que un periódico tuviera una persona, que no es una empleada del mismo, sino persona ajena al personal y dis- ciplina de la empresa, que recoja y se haga eco de los lectores, es algo, en sí mismo, muy bueno. Es muy bueno, aun prescindiendo de que sea más o menos útil o que reciba mayor o menor número de cartas o de llamadas de teléfono. No tanto hemos de pensar en la utilidad de un om- budsman, sino en lo que éste representa en un periódico. Y lo que representa es la protección de los lectores en todas aquellas quejas, protes- 7 De fecha 11-XI-90, p. 4. Este compromiso de preservar la independen- cia se reitera con cada nombramiento (14-X-90, p. 1 y 4; 1-XII-91, p. 4). 8 El primer Avvocatt o dei Leitt ori italiano fue Giuseppe Branca (Il Mes- saggero, 1986), jurista de reconocido prestigio, de 78 años, ex presiden- te la Alta Corte Constitucional y profesor universitario de Derecho Romano. Entendía el diario que el candidato debía poseer un inequí- voco prestigio y autoridad, ser ajeno a la Redacción y “estar por enci- ma de las partes” (El País, 15-II-1986, p. 27, y 22-II-1986, p. 25). El Corresponsal estaba ligado por un contrato a término fi jo que la empresa no podía rescindir de forma unilateral. El periodo mínimo de obligado cumplimiento era de un año. Además, el director de Diario 16 renunciaba voluntariamente a controlar la acción del Corresponsal para que fuese más libre en la exposición de las demandas de los públicos. 273 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber tas, opiniones y versiones distintas de algo que se ha publicado en el periódico9. El Corresponsal estaba ligado por un contrato a término fi jo que la empresa no podía rescin- dir de forma unilateral. El periodo mínimo de obligado cumplimiento era de un año. Además, el director de Diario 16 renunciaba voluntaria- mente a controlar la acción del Corresponsal para que fuese más libre en la exposición de las demandas de los públicos. El primer Corresponsal, el catedrático de so- ciología Amando de Miguel, desempeñó el car- go entre el 14 de octubre de 1990 (una semana después apareció su primer artículo) y el 1 de diciembre de 1991, fecha de su última colabora- ción). No renovó en el cargo, a petición propia, tras cumplirse el periodo de su compromiso. De Miguel, con posterioridad a su nombramiento, pasó a formar parte del Consejo Asesor Edito- rial de Diario 16 (desde el 11 de noviembre de 1990). Colaborador habitual en las páginas del diario, publicaba artículos mientras desempeñó su función y siguió colaborando tras concluir su labor. El mandato de su sucesor, el magistrado y catedrático de derecho civil Xavier O’Callaghan, abarcó el ciclo comprendido entre el 1 de di- ciembre de 1991 (a la semana siguiente inau- guró su contribución) y el 13 de junio de 1993 (última colaboración en Diario 16). Al igual que su predecesor en el cargo no contó con un con- trato escrito, sino verbal, revocable. No constan colaboraciones periodísticas suyas anteriores, simultáneas o posteriores a su ocupación. Funciones del sistema de autorregulación Desde un primer momento los órganos recto- res del Grupo 16 facilitaron una descripción de la función y de los cometidos propios del Co- rresponsal de los Lectores: atender las críticas, inquietudes y sugerencias de la audiencia y ocuparse de la representación de sus intereses. Como tal, estudiaría los casos que llegasen a su consideración, solicitaría explicaciones a los responsables cuando lo considerara pertinente e informaría sobre los mismos a los respectivos directores. A estas cinco funciones —represen- tativa, investigadora, intermediadora, comuni- cativa y divulgativa— se alude paralelamente en Cambio 1610. Con ocasión de la incorporación de De Miguel a la Organization of News Ombudsmen (ONO), Diario 16 explicaba que la invitación suponía un espaldarazo al establecimiento de vínculos de comunicación con la audiencia, puesto que los lectores “pueden desde entonces manifestar libremente su opinión sobre el periódico con la seguridad de que será recogida en sus páginas y tenida en cuenta”. Y al producirse el anuncio del nombramiento de O’Callaghan como Corres- ponsal, se resaltaba que tendría a su cuidado la representación de quienes leían las publicacio- nes del Grupo y estudiaría los casos que llega- sen a su consideración, solicitaría aclaraciones a los redactores y responsables, e informaría a los respectivos directores11. Puede señalarse, por consiguiente, que en la concepción de la dirección empresarial se asig- naron las siguientes atribuciones al Correspon- sal: a) función representativa: la encarnación de los lectores de las publicaciones editadas por el Grupo 16; b) función investigadora: la atención de las críticas, sugerencias, inquietudes y opinio- nes de los públicos sobre los contenidos difun- didos; c) función intermediadora: la demanda, cuando fuera pertinente, de las correspondien- tes explicaciones a los redactores y responsables de los diferentes medios del grupo; d) función comunicativa: el informar a los respectivos di- 9 6-XII-92, p. 6. 10 Cambio 16, 987, 22-X-90, p. 4. 11 “Espaldarazo a Diario 16”, en la sección Al día, 18-VI-91, p. 2, y 1-XII- 91, p. 4, respectivamente. I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 274 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 rectores de los casos planteados y el comunicar a los lectores el resultado de su labor; y e) fun- ción divulgativa: publicación periódica de los resultados de su quehacer. Se insistió, bien por la Dirección del diario, bien por el Corresponsal, en el carácter comunicativo de la misión y la fi gura: “Esta es la tribuna de los que no tienen tribuna12. Por lo menos reconoce- rán conmigo que se trata de un nuevo medio de comunicación”13, aseveraba De Miguel. Éste se- ñalaba que “la palabra corresponsal indica que la comunicación es horizontal”14. No quiero —escribía— ser azote ni censor. Tra- to sólo de convertir en interactivo un medio de comunicación que en principio no lo es. Esto es algo más que las tradicionales cartas al director. Aquí las misivas se van a tramitar y llegarán a quien corresponda. La iniciativa de los lectores exige una respuesta individual o colectiva. No en vano se apunta al poder de las audiencias como factor que explica el nacimiento del de- fensor de la audiencia (Herrera, 2007, p. 33). La interactividad entre el diario y el público, por un lado, y la negación a considerar su cometido como un acto de condena, por otro, fueron dos ideas arraigadas con fuerza en De Miguel. Efec- tivamente, denominaba como lectores interacti- vos a aquéllos “que se molestaban en llamar o escribir”15. Y en otra ocasión, priorizaba la fun- ción de mediador sobre la de fi scal: “Hay quejas, mas no querellas. Esta es una sección muy ami- cal, bastante criticona y nada violenta”16. “Aquí se dan cabida a las quejas o felicitaciones sobre lo mal o lo bien que se hace al escribir estos pa- peles cotidianos”, apuntaba17. “Cada comuni- cación que ustedes me envían sirve para que pulsemos la evanescente opinión pública […], el estado de ánimo colectivo que queda después de leer los periódicos. No es algo etéreo; tiene consecuencias”18. De ahí que se afi rmara que to- das las cartas de los lectores del Corresponsal fueran benefi ciosas “para el general propósito de conseguir que el periódico se escriba como respuesta a la sensibilidad de los que lo leen”19. De Miguel, en diferentes ocasiones, se ocupó de exponer o aclarar el sentido y alcance de la misión que desempeñaba como Corresponsal, y evitar posibles confusiones con las propias de otras instituciones, como el Defensor del Pueblo20. En su consideración, sus cometidos propios serían: 1. El establecimiento de un nuevo vínculo de comunicación con la audiencia: el convertir en verdaderamente interactivo a un medio de comunicación escrito. Se insistió, bien por la Dirección del diario, bien por el Corresponsal, en el carácter comunicativo de la misión y la fi gura: “Esta es la tribuna de los que no tienen tribuna. Por lo menos reconocerán conmigo que se trata de un nuevo medio de comunicación”. 12 Supone una certera síntesis de la misión y naturaleza de la fi gura del Corresponsal de los Lectores. Véase 9-VI-91, p. 4. Recogería y populari- zaría la frase su sucesor en el cargo, O’Callaghan. Véanse 31-V-92, p. 6; 28-VI-92, p. 5; 13-IX-92, p. 8; 8-XI-92, p. 6 y 7-III-93, p. 16. 13 9-VI-91, p. 4. 14 21-X-90, p. 4. 15 4-XI-90, p. 4. En una de sus primeras intervenciones expuso: “Cada crítica que aquí se recibe, alguien puede interpretarla desde el perió- dico como una censura a su labor, como una atribución de culpa. No es eso. Mi puesto —efímero— consiste en corresponder con los lecto- res desde esta tribuna pública para asegurar que sus puntos de vista también cuentan. No soy el corresponsal de los redactores ni de los colaboradores del diario, aunque con ellos me sienta, lógicamente, más próximo […]. No hay culpa por ningún lado. Yo no soy abogado defensor, tampoco fi scal; en todo caso, notario, escribano. Doy fe de lo que sucede en las huestes del lectorado” (18-XI-90, p. 4). 16 16-VI-91, p. 4. 17 13-I-91, p. 4. 18 2-XII-90, p. 4. 19 25-XI-90, p. 4. 20 24-II-91, p. 4, y 28-VII-91, p. 4. 275 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber 2. La recogida y publicación de las críticas y de las felicitaciones de los lectores de las publicaciones del Grupo. 3. La aclaración de los errores, desvíos e in- congruencias existentes en los contenidos periodísticos. 4. La tramitación de las cuestiones planteadas por los lectores a los respectivos redactores y cargos directivos. 5. La difusión pública, a través de las páginas de las publicaciones del Grupo, de los resulta- dos de sus investigaciones y de las gestiones realizadas ante los respectivos responsables. En una entrevista previa a su primera colabora- ción, su sucesor, O’Callaghan, afi rmó que los lec- tores necesitaban de un Corresponsal “porque la prensa se puede meter con alguien o decir algo que sea injusto o que no sea cierto y el lector no tiene un periódico para poder defenderse”21. La frase empleada para resumir esta idea se repetiría con considerable frecuencia en sus sucesivas Cartas dirigidas a los lectores22 de Diario 16 y de Cambio 1623. “Entiendo —proseguía O’Callaghan— que la idea es que alguien le defi enda, y que sea al- guien que no dependa del periódico […] Lo que creo es que siempre que el lector tenga la razón, hay que dársela”24. Su primera Carta, a modo de presentación per- sonal, constituía una declaración de principios de cómo entendía O’Callaghan su encargo en relación con la prensa, el periódico y la ciudada- nía. En relación con el primero de estos temas, explicaba25 que los lectores podían suministrar sugerencias y manifestar su disconformidad o descontento: “El Corresponsal debe atenderlas, hacer comprobaciones si es preciso (aunque no para llevar una especie de juicio), darle la razón si la tiene o, por lo menos, publicar su versión”. Entre sus atribuciones también fi gurarían la capacidad de iniciativa en la corrección o recti- fi cación de informaciones, así como la potestad de suscitar el debate con la audiencia en torno a cuestiones planteadas por el Corresponsal26, que “directamente puede salir al paso de una información errónea o incompleta, o puede in- citar a los lectores a que le planteen una deter- minada cuestión”. Señaló que la gran misión del Corresponsal es “su presencia; no que resuelva grandes proble- mas, sino que el lector sabe que si se le plan- tean, lo tiene ahí”27. Y añadía: “En todo caso, la resolución de cuestiones que son importantes para la vida diaria de los lectores es una función también trascendente y que justifi ca de sobra la presencia del Corresponsal”. Y otorgó tras- cendencia a la fi gura por su independencia, el convertirse en voz de los lectores, el erigirse en defensor de los derechos del público al conde- nar los abusos que puedan cometerse y, en de- fi nitiva, el erigirse en garante a ultranza de la libertad de expresión. En esencia, entendía que su labor consistía en la protección del ciudadano frente a extralimi- taciones del propio periódico, recogiendo su versión o su opinión contraria a la publicada; también en transmitir ideas de los lectores so- bre el mismo periódico; o llamadas de atención sobre errores28. En su opinión, el Corresponsal no debía, por el contrario, de ninguna manera, convertirse en mero transmisor de opiniones 21 1-XII-91, p. 5. 22 1-XII-91, p. 5; 5-I-92, p. 6; 31-V-92, p. 6; 28-VI-92, p. 5 y 13-IX-92, p. 8. 23 Cambio 16, “Presentación e invitación a los lectores”, 1.047, 16-XII-91, p. 8, y Diario 16, 1-XII-91, p. 5; 5-I-92, p. 6; 31-V-92, p. 6; 28-VI-92, p. 5 y 13-IX-92, p. 8. 24 1-XII-91, p. 5. 25 “Presentación”, 8-XII-91, p. 4. 26 Cambio 16, 1.047, 16-XII-91, p. 8. 27 8-III-92, p. 6. 28 31-I-93, p. 14. I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 276 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 que versaran sobre asuntos ajenos a los conteni- dos del propio periódico29. No obstante, de forma excepcional, también podían tener cabida en la sección asuntos ge- nerales, ajenos a Diario 16. Efectivamente, en cierta ocasión explicaba que algunas veces to- can temas tan candentes y que salen tanto en éste y en todos los demás periódicos, que no se puede evitar la respuesta30. Así sucedió cuando se ocupó, por ejemplo, del problema genera- do por la suciedad en Madrid. Con frecuencia, O’Callaghan, incansable, reiteraba su lamento por el escaso arraigo que, según su parecer, tenía entre los lectores españoles la fi gura del Ombuds- man o Defensor de los Lectores. Daba a entender que ésta era precisamente la causa de que el lec- tor recurriera poco a su intervención y que, en demasiadas ocasiones, planteara temas que no eran de su competencia31. Más de una vez de- nunció la escasa colaboración de los lectores, cuando señalaba que “el corresponsal lo es de todo el Grupo 16 (en la práctica, sus cartas siem- pre salen en Diario 16, algunas en Motor 16 y poquísimas en Cambio 16, cuyos lectores apenas responden cuando el corresponsal les propone temas o cuestiones)”32. Esta incitación a la parti- cipación fue palpable en las páginas de Cambio 16, ya desde su primera colaboración33. La vigilancia por la integridad ética del producto periodístico constituía otra de las funciones que debía desempeñar. Ante la posible elaboración de un código ético —redactado por periodistas, juristas y otros ciudadanos— cuya aplicación corriera a cargo de comisiones mixtas, afi rma- ba que “cuando uno piensa en esta idea, parece la más lógica y la más correcta. ¿Se da cuenta, lector, que sería algo parecido a la función que desempeña en el periódico el corresponsal de los lectores?”34. Al parecer, también cabía la po- sibilidad de que el Corresponsal colaborara en cuestiones externas, ajenas propiamente al Gru- po 16, relacionadas con los medios de comuni- cación en general o vinculadas con instituciones del ámbito periodístico35. El cometido del Corresponsal como eje transmi- sor en el seno del diario queda patente cuando explica que “varios comunicantes solicitan que un periodista de Diario 16 se ponga en contacto con él: se les pasa su petición inmediatamente”36. La función del Corresponsal como mediador interno en la empresa periodística aparece de- limitada con motivo de la denuncia de un su- puesto “colaborador” de Diario 16 de Baleares (con posterioridad, se averiguó que aquel inter- locutor, en realidad, se atribuyó indebidamen- te tal categoría), que creía lesionado su honor y dignidad como periodista, por una acusación que se le había hecho en el propio diario en que presuntamente colaboraba37. No obstante, estaba alejada de su deseo la pretensión de convertirse en “justiciero” en el seno de la Redacción. Su función sería, en todo caso, realizar observaciones sobre incorrecciones. En defi nitiva, un ombudsman de la prensa lucha por el derecho de sus lectores y la libertad de los periodistas38. 29 “Este Corresponsal […] atiende y verifi ca lo que se ha dicho en el periódico, publica lo que —en forma imparcial— estime correcto; y es correcto publicar la versión del lector cuando no coincida con la aparecida. Está fuera de su misión emitir opiniones propias sobre algo que le pregunte un lector y que sea ajeno al contenido del perió- dico; está también fuera de su función el transmitir opiniones propias del lector que le escribe, sobre algo también ajeno al contenido del periódico”. Véase “Presentación”, 8-XII-91, p. 4. La idea se repite en sucesivas Cartas (22-XII-91, p. 6, y 12-I-92, p. 6). 30 20-IX-92, p. 6. 31 3-IX-92, p. 8; 18-IV-93, p. 18; 2-V-93, p. 14; 7-III-93, p. 16, y 28-III-93, p. 16. 32 5-VII-92, p. 6. 33 Cambio 16, 1.047, 16-XII-91, p. 8. Véase también “El lector opina y al lector se le invita a opinar”, Cambio 16, 1.064, 13-IV-92, p. 6. 34 5-I-92, p. 6. 35 Por ejemplo, su respuesta afi rmativa para colaborar en la elaboración de un Código de Ética previa solicitud de Juan Roldán, por entonces presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (12-VII-92, p. 6). 36 16-II-92, p. 6. 37 “Este corresponsal no puede mediar en un confl icto interno en un periódico, pero sí debe reclamar que se le escuche y se le permita de- fender”. “Diario 16 se caracteriza —afi rmaba el Corresponsal— por su defensa a ultranza de la libertad de expresión; si un colaborador del periódico es objeto de una acusación de la que no se le deja de- fenderse, ello supone una privación constitucional del derecho a esta libertad y en esto, el corresponsal debe intervenir”. 38 25-X-92, p. 6. 277 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber La función que O’Callaghan atribuye al Corres- ponsal, comprendería: 1. La defensa a ultranza de la libertad de expresión, condenando los abusos que pudieran cometerse contra los derechos in- formativos del ciudadano e, incluso, de los colaboradores. 2. La protección de los lectores, al recoger to- das aquellas quejas, protestas, opiniones y versiones distintas de lo publicado que lle- garan a su conocimiento. 3. La corrección de cuantos errores hubieran sido detectados. Capacidad de actuación de ofi cio. 4. Ante la Dirección del diario, alertar sobre las sugerencias, el planteamiento de proble- mas y el ofrecimiento de soluciones, aunque careciendo de poder coercitivo. 5. El servir de cadena de transmisión en el seno de la empresa, al poner en contacto a los profesionales requeridos con los comu- nicantes que pudieran solicitarlo. 6. La potestad de incitar al lector a dar su opi- nión sobre determinados temas planteados por el propio Corresponsal. 7. La posibilidad de colaboración en cuestio- nes ajenas al Grupo 16, relacionadas con los medios en general o ligadas con institu- ciones del ámbito periodístico. La sección “Carta del Corresponsal de los Lectores” Desde el nacimiento de la fi gura se postuló que para canalizar la opinión de los lectores se pu- blicaría en cada medio del Grupo 16 una sec- ción periódica con las aclaraciones, correcciones o rectifi caciones que considerara necesarias. Di- cha sección debía aparecer en Diario 16 todas las semanas, preferentemente los domingos39. Hay que destacar que se incumplió con frecuencia el primer compromiso. El segundo, se siguió a rajatabla. Se denominó, en sus orígenes, como Carta del Corresponsal de los Lectores y ad- quirió un marcado carácter epistolar (“Querido lector:”40) que, de modo paulatino, se abandona- ría. Mantuvo esta designación hasta producirse un cambio en la distribución y diseño general del diario (20 de diciembre de 1992). A partir de entonces la cabecera de presentación de la sec- ción rezaba “Corresponsal de los Lectores”41. No obstante, O’Callaghan seguiría, en ocasiones, denominándola como Carta del Corresponsal de los Lectores42. La colaboración del Corresponsal apareció siem- pre encuadrada en la sección de Opinión. No sucedió lo mismo, sin embargo, con relación a su ubicación, aunque sí pueden señalarse unas pautas generales durante el periodo de su pu- blicación. Existe un predominio casi absoluto (97,7%) de la sección en las páginas pares de Diario 16 (tabla 1), frente a las impares (2,3%)43, y se situó siempre en el margen superior de la hoja. Durante las primeras apariciones, su loca- lización —de modo irregular— podía ocupar el margen superior izquierdo o derecho, pudiendo extenderse hasta la base inferior de la página. Con el tiempo, se regularizó su enclave y ocu- pó la franja media superior. Durante la etapa de O’Callaghan no dejó de ser esa su disposición. Jamás ocupó únicamente la zona inferior. Nunca se reprodujo gráfi co o fotografía algu- nos, aun cuando fueran motivo de ocupación del análisis o comentario del Corresponsal. 39 14-X-90, p. 4. 40 21-X-90, p. 4. 41 20-XII-92, p. 24. 42 21-III-93, p. 14. 43 Entre las excepciones se cuentan dos colaboraciones de O’Callaghan: unas refl exiones en torno a la doctrina informativa contenida en el artículo 20 de la Constitución española de 1978, y una queja del autor por la escasa colaboración de los lectores. Aunque en ambos casos la materia, por su carácter, es de la máxima trascendencia, no consta que su ubicación responda a esta causa. Quizá haya que buscarla en la mera subordinación de la sección a la distribución de las páginas de Opinión. I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 278 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 Tabla 1. Frecuencia y distribución de la sección Fuente: elaboración propia. Cabe advertir que en más de una ocasión se avi- só que la publicación de la resolución de la labor del Corresponsal estaba supeditada a que ésta se elaborara. Lo explicaría O’Callaghan: Cuando no aparece mi artículo, puede ser por tres motivos: que, por problemas de espacio (la tipografía en el periódico es tanto como la buro- cracia en la Administración), no se publica un concreto domingo; que una semana entera yo estoy fuera de Madrid y me es muy complicado escribir y, la última y menos frecuente, es el caso que no haya contenido y ninguna carta de lector y este corresponsal no sepa qué escribir44. Ninguna de las tres justifi caciones cabe admitir, por cuanto comportan: el incumplimiento del Número de página 4 5 6 8 12 14 16 18 24 Amando de Miguel 28 – 4 1 – – – – – Xavier O’Callaghan 3 2 39 2 2 6 4 4 1 Total 31 2 43 3 2 6 4 4 1 Porcentaje 32,3 2,1 44,8 3,1 2,1 6,2 4,2 4,2 1,0 acuerdo formalizado con el lector, en benefi cio de otros contenidos, cualesquiera que fuesen; la inobservancia de la obligación implícita en el contrato formalizado; y la inadvertencia de que todo quehacer periodístico es perfectible, por lo que invariablemente hay tema y faena en que ocuparse. Durante el ejercicio de De Miguel la extensión de la superfi cie destinada a la Carta del Corres- ponsal de los Lectores era variable, oscilando entre el 45 y el 65% de la hoja. Pero, general- mente, comprendía entre el 50 y el 55% de la misma. Tras el nombramiento de O’Callaghan se apreció un ligero incremento en la extensión (en torno al 55-65% de media) (tabla 2). Tabla 2. Porcentajes de publicación y superfi cie de la sección Porcentajes Absoluto Real 1990 8/11 72,7 8/11 72,7 1991 29/52 55,8 32/52 61,5 1992 44/51 86,3 48/51 94,1 1993 15/24 62,5 15/24 62,5 Total 96/138 69,6 103/138 74,6 Amando de Miguel 32/59 54,2 35/59 59,3 Xavier O’Callaghan 64/79 81,0 68/79 86,0 44 13-VI-93, p. 18. Fuente: elaboración propia. 279 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber En los primeros momentos resultó frecuente, casi diaria, la inserción de faldones promocio- nales. En los mismos se facilitaba la dirección del diario y un número de contestador telefóni- co, a la vez que se animaba al lector a ponerse en contacto directo con su Corresponsal45. Su ta- maño equivalía, aproximadamente, al 25% de la página. La aparición de este tipo de publicidad fue habitual durante la primera etapa (de octu- bre de 1990 a diciembre de 1991). Durante ese periodo el número de inserciones decreció de forma progresiva hasta desaparecer por com- pleto después de la elección de O’Callaghan (diciembre de 1991). En ocasiones esporádicas se ofrece en la propia sección, al fi nal del texto, a modo de recordatorio, el número de teléfono de contacto46. La razón de este recurso publicitario obedece, en primer lugar, a que en la sección no se facilitaba ningún modo específi co de comunicación con el Corresponsal, aunque sí empezó a aparecer, desde el 14 de noviembre de 1990, un número de contacto en la mancheta de Diario 1647. En segun- do término, servía lógicamente como recordato- rio e incitación a la participación del lector. Contenidos doctrinales: ética, autocrítica y derechos de los públicos La ética sería rentable económicamente, ante la evidencia de que “un periódico, ante sí mismo y ante sus lectores, debe moverse dentro de la honestidad y de la veracidad, y esto el lector también lo aprecia, lo valora y redunda en la aceptación, difusión y —qué duda cabe— en sus benefi cios económicos”48. Para alcanzar este objetivo, O’Callaghan entendía inadecuada la regulación a través del código penal y la protec- ción del derecho civil. Lo deseable era la autorre- gulación: “La seriedad de la Prensa, la protección del lector y la libertad de expresión no pasan, ¡desde luego!, por un código penal, no es la pro- tección de derecho civil […] la solución óptima, si no que lo es la autorregulación que hagan los propios periodistas”49. “Que los periodistas —señalaba en otra ocasión— fi jen sus propios lí- mites. Con un criterio de buena fe y principios éticos correctos”. Un código “está bien, plagado de muy buenas intenciones. Nos queda la pre- gunta fi nal: ¿cómo se hará cumplir? Si todos son buenos, no hay problema, ¡ojalá! Pero ¿y si no lo son?”50. Respecto a Diario 16 —y podría hacerse exten- sible a cualquier medio—, De Miguel afi rmaba que “este periódico se empeña en dar calidad con el papel. La calidad empieza con la autocrí- tica. En ello estamos”51. Un caso paradigmático de autocrítica lo constituyó el problema suscitado con uno de los canales de comunicación con el Corresponsal puestos a disposición del lector: el contestador de llamadas telefónicas. Su con- tenido se transmitía mecanografi ado al Corres- ponsal; tras una reorganización de personal en el diario, dejaría de recibir copia del mismo. Por ello, desde el 18 de mayo de 1992, no podía atender las consultas telefónicas: “Diario 16 está preocupado y buscando una solución, que espe- ro será rápida, pero nada humano es perfecto y el lector puede recordar la Carta del Corres- ponsal […] cuyo título era ‘Los errores de la Prensa’: este es un error continuado que pron- to será subsanado”52. En su siguiente colabora- ción, el 12 de julio de 1992, anuncia que todo se ha arreglado53. El 8 y 29 de noviembre de 1992, se abordó de nuevo el fallo en la transcripción, aspecto que se reiteraba en la colaboración del 45 Valga como muestra, por todas, la publicada en 2-XI-90, p. 4. El texto rezaba: “Envíe sus críticas o sugerencias a [dirección]. Reseñando en el sobre ‘Corresponsal de los lectores’. Si lo prefi ere, grabe sus co- mentarios en el contestador automático [teléfono]”. 46 31-I-93, p. 14, y 28-III-93, p. 16. 47 14-XI-90, p. 5. 48 20-IX-92, p. 6. 49 8-XI-92, p. 6, y 24-I-93, p. 14. 50 22-XI-92, p. 6. 51 7-IV-91, p. 4. 52 5-VII-92, p. 6. 53 12-VII-92, p. 6. I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 280 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 6 de diciembre de 1992. Ante esta persistencia un lector se preguntaba “si no le hacen caso al corresponsal en este asunto ¿qué caso van a ha- cer a los simples lectores? […] Es admirable que el periódico deje quejar a este corresponsal en el propio periódico de cosas que no funcionan en el mismo”. “Es un buen ejercicio de la libertad de expresión”, añadía54. El 31 de enero de 1993, se anunciaba una ligera mejoría en el sistema de transcripción55. Otro motivo para la queja de O’Callaghan ante la empresa, y que manifestó en una de sus cola- boraciones, se encontraba en los cambios —sin mediar consulta— del texto original, aunque no afectaran a su contenido: título, colocación de los párrafos, entradillas, puntuación56. En otra ocasión, la denuncia venía motivada por lo que O’Callaghan consideró una muestra de minusvaloración, por el propio Diario 16, de la fi gura del Corresponsal y, de manera indirecta, de sus lectores: En la revista que editó Diario 16 para conme- morar los dieciséis años se recoge una serie importante de fi rmas, pero no la de este corres- ponsal, que es la voz de los lectores y la referen- cia de los mismos. Por lo menos hubiera valido para insistir en la función del corresponsal [que ha contado] siempre con total colaboración de la redacción de Diario 1657. Tampoco faltó una autocrítica que afectara direc- tamente a los lectores: “No se puede decir que haya mucha respuesta por parte de éstos frente al periódico, dirigida al Corresponsal”58, lamen- taba O’Callaghan. También aparecen apelaciones en contra del conformismo: “Y usted lector, no se conforme con lo que lee en la Prensa: polemice con el artículo publicado o la opinión expresa- da; no tiene usted un periódico para mantener una polémica, pero sí tiene al Corresponsal de los lectores”59. “En este país, en que se lee tan poco –escribía–, debe agradecerse públicamen- te al lector crítico e incisivo”60. Y afi rmaba que “jamás un lector da la lata a este Corresponsal, que triste estaría si no recibiera ninguna carta, lo que le haría pensar que su función es a extin- guir, cuando lo cierto es que sería bueno que to- dos los periódicos, e incluso instituciones (que ya las hay), tuvieran su defensor del ciudadano, del lector o del cliente”61. “Es humano equivocarse y es inevitable que la Prensa, en general, cometa errores. Por la tras- cendencia de ésta se hace necesario corregirlos, pero, salvado un error, se sabe que no será el último”62. Como tantas veces se recuerda, en rela- ción con el error humano, que lo cardinal es siem- pre levantarse tras un tropiezo. Porque, es cierto, como indicaba O’Callaghan, que el enemigo de la libertad de prensa se agarra a un desacierto para “pretender machacar a Prensa y periodista”63. Y, con acierto, De Miguel, explicaba que el espíritu de la sección era que los errores enseñan64. Sobre los propios desaguisados del Corresponsal no faltó la entonación de un mea culpa: “Empiezo por mí mismo, que soy el pecador que tengo más cerca […]”, reconocía De Miguel, para a conti- nuación recoger las críticas recibidas a comenta- rios y datos de un artículo suyo65. Vigilar por la pureza y corrección del lenguaje y la sintaxis de la lengua castellana fue uno de los cometidos más recurrentes del Correspon- sal, que en buena parte de sus colaboraciones se encargó de recoger las indicaciones de los lec- 54 29-XI-92, p. 6. 55 31-I-93, p. 14. 56 6-XII-92, p. 6. 57 3-I-93, p. 12. 58 6-XII-92, p. 6. 59 5-I-92, p. 6. 60 9-II-92, p. 6. 61 1-III-92, p. 6. 62 Xavier O’Callaghan, 21-VI-92, p. 6. 63 31-V-92, p. 6. 64 17-III-91, p. 6. 65 28-IV-91, p. 4. 281 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber tores que detectaban errores. De Miguel llegó a utilizar un esclarecedor apelativo para aquéllos: “Son muchos los lectores que se aprestan vo- luntarios a las acciones de la ‘Brigada Queve- do’, encargada como está de poner a punto el lenguaje periodístico”66. Con todo, este mismo Corresponsal reconocía que “las erratas son la sal de los guisos periodísticos”67. Paralelamente a la aparición del Corresponsal se creó un Comité de Calidad del Lenguaje, cuya misión sería la de “velar por el empleo dinámi- co, moderno y correcto del castellano en Diario 16 y en las revistas del Grupo”68. Esta iniciativa, además de mantener la “corrección más abso- luta en el empleo del castellano”, se encargaría de incorporar a las publicaciones del Grupo las modifi caciones y mejoras que sobre el uso de la lengua adoptara la Real Academia Española. Una tercera e interesante labor supondría el tra- tar de “acercar el lenguaje periodístico —a veces no sufi cientemente cuidado debido a la urgencia con que se producen las noticias— a las normas del buen uso de la lengua española”69. “El lector, todo lector, es la razón de ser de un periódico, y se le da mucha, muchísima impor- tancia”, sentenciaba O’Callaghan70. A los que con asiduidad se dirigían a De Miguel, éste llegó a denominarles “colaboradores honorífi cos”71 y “lectores de plantilla” del diario. Daba a en- tender, así, que mediante “la lectura con lupa que hacen del periódico”72, sus sugerencias y correcciones contribuían, en buena medida, a la adecuada marcha de Diario 16. No obstante, como recordó O’Callaghan “se pretende que los lectores sean algo más que ‘simples correctores de pruebas’ y que opinen sobre lo que se publi- ca”, aunque “no que pretendan publicar lo que opinen”73. Por su parte, entendía De Miguel que “los lectores tienen derecho a saber cuáles son las simpatías o antipatías de los que escribi- mos en los papeles”74. No puede considerarse un derecho del lector dentro de los márgenes de la libertad de expre- sión el que se publique una Carta al Director re- mitida al diario75. Ante la queja de un lector que contestó un artículo publicado con otro de co- laboración que no le fue publicado, recordaba O’Callaghan que “en nuestro derecho no existe una regulación de la réplica en el sentido de una opinión [de un lector] en la que se muestra dis- conforme y quiere contestarla. Existe el derecho de rectifi cación por la publicación de un hecho que le afecte y pueda causarle perjuicio”76. El lector sólo puede manifestarse “a través de las secciones de Cartas al Director o de colabo- raciones. Quizá sea discutible, pero creo que un medio de comunicación tiene su organización, su jerarquía y su plantilla y sería insólito que los destinatarios pudieran ser los propios autores”77. Vigilar por la pureza y corrección del lenguaje y la sintaxis de la lengua castellana fue uno de los cometidos más recurrentes del Corresponsal, que en buena parte de sus colaboraciones se encargó de recoger las indicaciones de los lectores que detectaban errores. 66 24-III-91, p. 4. 67 21-IV-91, p. 4. 68 14-X-90, p. 4. El Comité de Calidad del Lenguaje del Grupo 16 estuvo integrado por Gregorio Salvador, académico de la Lengua; Juan To- más de Salas, presidente del Grupo 16; Luis Díaz Güell, director de Cambio 16; Justino Sinova, director de Diario 16; Amando de Miguel, Corresponsal de los Lectores; José Miguel Ullán, adjunto a la presiden- cia del Grupo 16 para asuntos culturales; y Daniel Samper Pizano, redactor de Cambio 16 y Premio Rey de España por sus informaciones sobre la lengua española. 69 Cambio 16, 989, 5-XI-90, p. 4. 70 19-IV-92, p. 6. 71 3-III-91, p. 4. 72 2-VI-91, p. 4. 73 12-I-92, p. 6. 74 24-II-91, p. 4. 75 5-VII-92, p. 6. 76 2-VIII-92, p. 6, y 20-IX-92, p. 6. 77 12-I-92, p. 6. I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 282 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 Y, ante la sugerencia de que un diario debiera aceptar colaboraciones de ciudadanos anóni- mos, el mismo Corresponsal le daba la razón “pero, aparte de la plantilla de un periódico, las colaboraciones se publican no tanto por la im- portancia del autor, sino por el interés del texto y la corrección de la escritura”78. Por último, “algunos lectores —explicó De Miguel79— coin- ciden en la simpática sugerencia de que aquí se creara una sección para publicar las colabora- ciones espontáneas de los lectores, una especie de ‘Tribuna popular’. He consultado la inicia- tiva con el director y él me señala lo siguiente: ‘en principio, el diario no se compromete a pu- blicar, sin más, colaboraciones no solicitadas. Lo contrario crearía notable confusión’. Los artículos que se publican —proseguía— tienen que reunir algunas cualidades: han de refl ejar estados de opinión interesantes; tienen que es- tar documentados; el periódico viene obligado a saber quién es el autor”. Con todo —concluía—, si una colaboración no pedida cumple esas condiciones, el diario la publicaría. “No se ve, de momento, que pueda constituirse una sección fi ja para ese menester”. Bondades de la iniciativa La creación e implantación por parte del Gru- po 16 de una fi gura periodística encaminada a establecer una comunicación efectiva entre los lectores y el diario, orientada al ejercicio de la autocrítica y dirigida a la mejora del producto periodístico para el verdadero cumplimiento de los fi nes del periodismo debe ser considerada, en sí misma, como altamente valiosa. El Corres- ponsal de los Lectores constituye una muestra palpable, sin duda, de un deseo de mejora real de la labor periodística para ponerla al servi- cio del ciudadano a través de una voluntad de compromiso público con el destinatario de la información. Característica estimada resulta, de igual modo, el deseo de otorgar al Corresponsal una debida y necesaria independencia respecto del diario para facilitar su siempre delicada labor. Resul- tan acertadas las dos medidas adoptadas por la dirección del Grupo: la no pertenencia de la per- sona elegida a la plantilla de la empresa infor- mativa, y la limitación temporal en el ejercicio del cargo. Con ello, de un lado, se impide que surja un deseo de complacencia o una conduc- ta servil poco deseables; por otro, se impide la tentación de aferrarse al cargo. O quizá se enca- mine, como en The New York Times, a garantizar la mera supervivencia del designado ante la fe- roz lucha interna empresarial y profesional que afronta (Fernández, 2005). De igual modo, resulta un acierto la designación de las personas para desempeñar el puesto basa- da en los criterios del prestigio profesional —que implica, entre otras virtudes, la rectitud de inten- ción, el trabajo serio y esforzado, y la honradez personal y profesional— y el conocimiento, pese a no pertenecer a la profesión, del mundo pe- riodístico —que evita la existencia de ligazones amistosas o profesionales peligrosas y, a la vez, libra de posibles errores resultado de una parti- cular apreciación o fruto de la ignorancia—. La fi gura del Corresponsal se constituye en órga- no interno de vigilancia destinado a la detección y corrección de los errores y desviaciones exis- tentes en las publicaciones del Grupo 16 con la fi - 78 Xavier O’Callaghan, 21-VI-92, p. 6. 79 18-XI-90, p. 4. El Corresponsal de los Lectores constituye una muestra palpable, sin duda, de un deseo de mejora real de la labor periodística para ponerla al servicio del ciudadano a través de una voluntad de compromiso público con el destinatario de la información. 283 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber nalidad de coadyuvar a la mejora de la calidad de producto periodístico y corregir las desviaciones que las alejaran del cumplimiento de los verda- deros fi nes del periodismo y del respeto estric- to de los derechos de los públicos. La existencia del Corresponsal implica que el emisor —en este caso, el consorcio periodístico Grupo 16— reco- noce, de manera pública, los derechos que asis- ten y el relevante papel activo que corresponde al receptor —a los lectores de sus publicaciones, y, en general, a cualquier ciudadano—. Gracias a la sección del Corresponsal se incre- mentó el espacio destinado a la expresión libre de la opinión de los receptores a la vez que se fomentó la participación activa de los públicos mediante el ejercicio de sus derechos y su impli- cación directa en el perfeccionamiento del pro- ducto periodístico. En ocasiones, las quejas o reclamaciones de los lectores encuentran un erróneo fundamento fruto del desconocimiento de la tarea profesio- nal del periodista, o del funcionamiento y la organización propios de las empresas periodís- ticas. Esta ignorancia conduce a veces a que el público exij a o espere unos servicios o deman- de unos resultados imposibles de satisfacer. La labor del Corresponsal ayudó a conocer en sus justos términos algunas facetas apenas conoci- das del quehacer y la organización periodísticas que ayudaban al público a emitir un recto juicio ajustado a la realidad. Por otro lado, conseguía familiarizarle —y, por tanto, a que valorase con mayor propiedad— con los problemas que se afrontan, las inquietudes que poseen y el esfuer- zo que realizan, tanto el profesional de la comu- nicación como la empresa periodística. La columna publicada periódicamente por el Corresponsal supuso un esperanzador incre- mento del espacio físico en las páginas de Dia- rio 16 y Cambio 16 destinado de modo específi co a recoger la opinión y los puntos de vista de la audiencia, que se sumó al que tradicional- mente se le tiene reservado en medios escritos (Cartas al Director). El Corresponsal y los lectores colaboraron de manera activa en la mejora de la calidad del trabajo y del producto periodístico uniendo su esfuerzo al resultado de los fi ltros de control de calidad habituales en un medio (correctores, pe- riodistas, redactores jefe y director). Además de constituir para la Dirección una pro- vechosa fuente de información sobre la opinión y el sentir del lector respecto a sus publicacio- nes, la fi gura del Corresponsal posibilitó la canalización directa de las propuestas, deman- das, sugerencias, ideas, solicitudes y peticiones que, orientadas a la mejora del servicio que se les prestaba, exponían los lectores. El resultado de las investigaciones se insertaba en la sección de Opinión, la más signifi cada del medio. Localización que denota la trascenden- cia otorgada por los órganos de dirección del Grupo 16 no sólo a esta fi gura periodística sino también la importancia de recoger y plasmar el parecer del lector. Situar la columna del Co- rresponsal en la parte superior de la página, un espacio de la mayor relevancia, puede interpre- tarse como indicio de la alta consideración en que se tuvo la labor que desarrollaba. En idéntico sentido, fi guró en la macheta del diario la forma de contacto con el Corresponsal. Revela el deseo 2 La existencia del Corresponsal implica que el emisor —en este caso, el consorcio periodístico Grupo 16— reconoce, de manera pública, los derechos que asisten y el relevante papel activo que corresponde al receptor —a los lectores de sus publicaciones, y, en general, a cualquier ciudadano—. I S S N 0 1 2 2 - 8 2 8 5 284 La autorregulación extrínseca en la empresa periodística. La experiencia del Grupo 16 de animar al receptor a participar de manera ac- tiva facilitándole y recordándole la forma de lo- grarlo. De ahí que se recurriera a la promoción publicitaria de la institución, para recordar su existencia e incitar, al mismo tiempo, a la par- ticipación activa del lector, un indicador de la verdadera voluntad de consolidar el ejercicio de la autocrítica. La mayoría de los temas que se abordaron poseían entidad y ofrecían interés. Por un lado, respon- dían a la misión fundamental del Corresponsal (detección y solución de errores y la autocrítica de la labor periodística). Por otro lado, analiza- ron cuestiones fundamentales para los públicos (derechos fundamentales, participación del lec- tor). Finalmente, informaban el funcionamiento interno de la empresa periodística (toma de deci- siones, resoluciones, ediciones, distribución, pu- blicidad, etc.), y familiarizaron al receptor con la práctica profesional del periodismo (problemas y difi cultades, normas, reglas, peculiaridades, comportamientos, técnicas, etc.), lo que posibili- taba un conocimiento y comprensión mutuos. Defi ciencias de la experiencia Aun cuando desde el inicio existieron unos principios normativos de la fi gura del Corres- ponsal que se notifi caron públicamente (perfi l, vinculación con la empresa, función, duración del mandato), la falta de un Estatuto regulador específi co de la fi gura desdibuja en parte sus funciones, características y normas de procedi- miento, limitándola y, en consecuencia, restán- dole efectividad. Vicondoa (1995, p. 193) esclarece las circuns- tancias que rodearon el desvanecimiento de la institución. Por un lado, el derecho de veto del director (que, según O’Callaghan, fue ejercido en numerosas ocasiones) y el dejar de pagar “cuando la fi gura dejó de interesar al director, José Luis Gutiérrez (podía porque no existía ningún contrato laboral que le obligara)”, arras- traron a O’Callaghan a poner fi n a esa tarea. Existió cierta confusión sobre el carácter y la mi- sión del Corresponsal. De Miguel y O’Callaghan tuvieron que reiterar el esclarecimiento, en de- masiadas ocasiones, del verdadero carácter y de la misión encomendada a esta fi gura periodís- tica por los órganos rectores del Grupo 16. Se constata que a sus lectores les llevó tiempo el comprenderlos. La explicación hay que encon- trarla, por una parte, en la escasa tradición de tal institución en el panorama periodístico es- pañol (Maciá, 2002 y 2006a); de otra, en las lógi- cas difi cultades que encuentra una novedad de cualquier clase para abrirse camino en la socie- dad hasta su plena implantación. Por estas mismas razones, a las que podría aña- dirse cierta abulia arraigada, por lo general, en el receptor, la respuesta de los lectores —sobre todo de Cambio 16— no fue la esperada ni desea- da. Lo que corroboran las apelaciones a la parti- cipación realizadas por los Corresponsales y sus lamentos públicos al respecto en sus columnas. Hecho que acrecentaría la sensación de solitud que puede asentarse en el ombudsman de prensa (McKenna, 1993; Mesquita, 1998) Cierta discontinuidad en la publicación de las colaboraciones del primer Corresponsal (De Mi- de a i a al e e to a a ti i a de a e a a Cierta discontinuidad en la publicación de las colaboraciones del primer Corresponsal (De Miguel), aun cuando pudieran estar justifi cadas, entrañaron el riesgo de convertirse en un obstáculo añadido que pudo difi cultar la implantación de la fi gura, además de restar efi cacia a su servicio. 285 Vo l u m e n 1 2 N ú m e r o 2 D i c i e m b r e d e 2 0 0 9 Carlos Maciá-Barber guel), aun cuando pudieran estar justifi cadas, entrañaron el riesgo de convertirse en un obs- táculo añadido que pudo difi cultar la implanta- ción de la fi gura, además de restar efi cacia a su servicio. A diferencia de lo acontecido en Diario 16, la escasez de colaboraciones en Cambio 16, cuestiona la existencia de una verdadera y co- rrecta defensa de los derechos de los lectores de la revista. Si se tiene en cuenta la periodicidad semanal de las colaboraciones de los Corresponsales, y la superfi cie media total del diario y la revista, el espacio destinado a la sección fue excesivamen- te reducido: una media relativa sensiblemente inferior a una página semanal, en páginas pares, de menor relevancia. Las Cartas ocuparon a lo largo de toda su existencia, salvo en contadas excepciones, una colocación demasiado secun- daria en ambas publicaciones. Resulta llamativa la sistemática ausencia de reproducciones de fotografías o gráfi cos en la sección. A falta de una confi rmación ofi cial, esta carencia puede atribuirse más a una continua- da escasez de espacio que a una improbable in- falibilidad, perfección y corrección en el uso y tratamiento de estos recursos periodísticos por parte de los profesionales de las publicaciones del Grupo. Apenas los Corresponsales recogieron en su co- lumna el punto de vista, la explicación o la dis- culpa de un redactor o un responsable de área ante una queja, demanda o sugerencia de los lec- tores. Lo mismo ocurrió con relación a los miem- bros de la Dirección o a los representantes de la empresa periodística cuando el caso planteado o analizado les afectaba. Omisiones autocríticas que suscitan el recelo de la audiencia ante el que cabría denominar “embajador del diario” (Van Dalen y Deuze, 2006). En consecuencia, se privó al lector de una información relativa al ejercicio del periodismo o a la toma interna de decisiones en la empresa a las que tenía derecho y que le resultarían provechosas. 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