(Microsoft Word - Investigaci\363n 1) ___NOTAS___ Palabra-Clave 77 Número 1 · 1996 INVESTIGACIÓN Y COMUNICACIÓN In the past the University was the centre of human progress, as it gathered together the researchers and the thinkers in concrete physical fields and because it facilitated the intercommunication between them and the harmonic progress of their sciences. This circumstance, which converted the universities in development centres, is being lost with a technical progress standing aside the university community, detached from the humanism, in the laboratories of the State and the enterprise, stimulated only by the political or economical success urge. Today the university has in front the challenge to recover a position of vanguard in the science as it has available intercommunicable research possibilities, which are supported in all the human knowledge, through technical means placed at their disposal. This investigation must necessarily be an interuniversity one and it is based in the communication between the researchers. Álvaro Mendoza Ramírez Rector de la Universidad de La Sabana; abogado del Colegio Mayor del Rosario; doctor en Derecho Canónico de la Universidad Javeriana; doctor en Derecho Privado de la Universidad de París; especializado en Derecho Penal en la Universitá degli Studi (Roma); economista de la misma Universidad. Profesor universitario por veintinueve años; miembro del Consejo Superior de la Universidad de La Sabana desde su fundación; expresidente y exdirectivo y asesor de varias entidades financieras; abogado consultor, por cerca de veinte años, de varios escritos de carácter jurídico. ÁLVARO MENDOZA RAMÍREZ Palabra-Clave 78 Número 1 · 1996 esde la Edad Media, en los primeros y aún tímidos albores de la institución universitaria, tal como es conocida hoy en día, no desfigurada a pesar del paso del tiempo y de los prodigiosos avances de las ciencias que en ella se enseñan, se consideró a la universidad como centro, no solamente del aprendizaje, sino más aún de la curiosidad intelectual, de la búsqueda afanosa de la verdad, de la confrontación de las experiencias científicas; más brevemente, de la investigación. Y no podía ser de manera diferente: a poco que se medite en la consecuencia de reunir en un mismo centro a los contados maestros de ese entonces, por sus condiciones mismas dados a la exploración de sus respectivas ciencias, así éstas fueran aún de ámbito reducido. Esta consecuencia fue, precisamente, la comunicación directa entre ellos, el intercambio de sus experiencias y de sus conocimientos y, con este intercambio, el potenciamiento para los avances de unas y de otros, enriquecidos con la recíproca interacción. La universitas debe su nombre a lo que se tuvo en ese entonces por la confluencia armónica de todo el saber humano, reducido fundamentalmente a las tres ciencias básicas, para las cuales no faltó quien predicara la armonía de su número y de su condición con la Santísima Trinidad: La Teología, ciencia de Dios Padre, de Dios Creador; la Medicina, ciencia de Dios Hijo, de Dios que cura, y el Derecho y la Política, ciencia de Dios Espíritu Santo o Dios que ilumina y que armoniza. Sobre esta precaria base se sostuvo la imposibilidad de ampliar más el número de las ciencias, de extralimitar la trilogía científica, por constituir la pretensión de desbordarla un desconocimiento del orden creado. Para las demás actividades, que no merecieron por ese entonces el nombre de verdaderas ciencias, se reservó la denominación de «artes y oficios», que aún hoy permanece y campea en París, desafiando el paso de los siglos y la evolución del pensamiento humano, en el conocido museo de Arts et Métiers. Sobrepasando con todo luego la «universitas» los estrechos marcos de sus proyecciones iniciales, se convirtió, dentro de la vieja D INVESTIGACIÓN Y COMUNICACIÓN Palabra-Clave 79 Número 1 · 1996 Europa, en el foco mismo del saber y de la ciencia y en la reunión de sus cultores, los maestros, dados a la enseñanza como resultado de sus investigaciones. Las ideas matrices de tantos siglos y la evolución de la ciencia en tantos campos, con reiterada frecuencia partieron de las universidades e inundaron el mundo culto de ese entonces. Mucho debe el progreso humano, el verdadero progreso, que no se limita a las ciencias positivas, sino que se nutre principalmente de los valores humanísticos, a esta universitas por la cual desfilaron o en la cual permanecieron durante todo el curso de sus vidas los grandes pensadores y los grandes científicos de la humanidad. Fue entonces la universidad y, en gran parte sigue siéndolo todavía, el gran focolar del pensamiento humano y vientre maternal y próvido de la ciencia, que nunca en el pasado se sintió desligada de la reflexión humanística sobre el hombre y sobre sus valores. Precisamente, la comunicación directa entre los investigadores de las ciencias positivas y los cultores del pensamiento condujo a este resultado. Solamente en esta época, cuando las ciencias positivas parecen desbordar la capacidad de meditación del hombre, nos enfrentamos a un progreso deshumanizado y, por ello mismo, traumático, que amenaza con arrastrarnos hacia horizontes apocalípticos, de no mediar la esperanza en las necesarias consecuencias de una indispensable reevangelización del mundo, predicada por el Pontífice reinante. Esta tarea proyectó a la universidad en el pasado, aún no dejado totalmente atrás, hacia el centro mismo de la civilización y la hizo elemento determinante de la ciencia y del pensamiento. No es difícil rastrear en la historia de las grandes nacionalidades europeas, tampoco en el alborear de las nuestras americanas, la honda influencia en ellas de las universidades. El verdadero progreso, edificado sobre el intercambio de las ciencias, partió siempre de la comunicación intrauniversitaria, lograda por la confluencia de los maestros y de sus alumnos en ámbitos físicos muy concretos, que facilitaron el permanente y recíproco fluir del pensamiento y de los logros científicos; la participación de los ÁLVARO MENDOZA RAMÍREZ Palabra-Clave 80 Número 1 · 1996 resultados, de las intuiciones y de las ideas, y la comunidad de los hombres centrados en la reflexión y en el estudio. No existiendo los grandes medios de comunicación, masivos difusores del pensamiento y de la ciencia, con los cuales hoy se cuenta, la universidad agrupó e intercomunicó a los hombres de estudio. Interesante tema éste de la historia de la comunicación en el saber y en el pensamiento humano, preñada en el pasado, por las necesidades de esas épocas, del intercambio cálido y profundamente humano de los hombres reunidos en espacios físicos concretos, compartiendo sus conocimientos y el fruto de sus estudios y de sus enseñanzas. Alumnos y maestros formaron, así, comunidades verdaderas, familias amplias unidas por el amor al saber y al pensamiento. Solamente ahora, cuando la tecnología pretende independizarse del humanismo y cuando florece principalmente fuera del ámbito universitario, encontramos a la investigación y al progreso del saber en buena parte desligados de la universidad y dispersados en los grandes laboratorios de los Estados y de las empresas, acicateados por el afán de poder político o económico y enceguecidos, a punto tal de haber olvidado al verdadero interesado en el progreso: al hombre, como centro del mundo creado, como huella esplendorosa del poder divino y como criatura en la cual se complace el Creador. Este intento preocupante de separar a la ciencia del humanismo, que deja de lado a la criatura que lo impulsa, solamente podía darse al margen de la universidad y rompiendo con la armonía de su intercomunicación de ciencia y de reflexión. Sin embargo, los centros del estudio están muy lejos de haber perdido la batalla, bien que hayan retrocedido temporalmente en su papel de ser orientadores del mundo. Hoy, cuando el progreso de la comunicación rompe las viejas fronteras de la humanidad y achica al globo terráqueo, haciéndonos a todos partícipes de la vida misma de las antípodas y de todos los hemisferios, se hace aún más imperiosa la necesidad de encontrar mecanismos de comunicación entre la técnica y el pensamiento, entre las ciencias positivas y las reflexiones más INVESTIGACIÓN Y COMUNICACIÓN Palabra-Clave 81 Número 1 · 1996 profundas del hombre, entre la máquina y su amo: es indispensable para el hombre recuperar el dominio del pensamiento sobre la soberbia mecanizada. Esta solución, que está lejos de ser mera utopía, sigue en muy buena parte residiendo en las universidades que, como la nuestra, centren en lo verdaderamente importante de la persona su tarea y, partiendo de una antropología cristiana, busquen la formación integral de la comunidad universitaria. Pero estos centros tienen por delante una perspectiva que no se reduce a una comunidad estrecha y local de los alumnos y de sus profesores. Si quieren proyectarse en la sociedad, que es hoy la humanidad toda, en tanto la comunicación la hace cada vez más una sola masa, a pesar de los odios que alejan más que las distancias, necesitan trabajar en dos dimensiones fundamentales y paralelas, a saber: la investigación y la reflexión, que les recuperen el dominio científico y humanístico, y la intercomunicación, que las proyecte planetariamente a través de la cooperación, única que las fortalecerá y habilitará para la tarea que les espera. Es aquí donde se juntan los dos extremos de la propuesta que me fue solicitada: la tarea del investigador y la comunicación interuniversitaria. Por la primera, dotando a las ciencias positivas de un contenido mucho más humano, en cuanto su estudio esté claramente permeado de la reflexión humanística, se construirá, no solamente el progreso tecnológico, sino también aquello que es muchísimo más importante: el desarrollo de los verdaderos valores del hombre y su capacidad para dominar en las conquistas de su ciencia. Este trabajo intercultural solamente puede darse en la universidad, creando comunidades académicas en las cuales se participen unas con otras las diferentes ramas del conocimiento humano, en donde las ciencias tengan un crecimiento armónico y no necesariamente sesgado, como ocurre en la actualidad. ÁLVARO MENDOZA RAMÍREZ Palabra-Clave 82 Número 1 · 1996 De otra parte, si bien el ámbito universitario ofrece el terreno propicio para la investigación interna, ésta carece de valor en cuanto se limite a sus propias posibilidades. El mundo es cada vez más una cantera común y las autopistas informáticas, las bases de datos, los maravillosos instrumentos para almacenar e intercambiar el saber humano, como ocurre hoy en día con Internet, exigen que las fronteras de los reductos universitarios sean totalmente borradas; que la comunicación se haga con alcance mundial y que la investigación se produzca con multiparticipación de los hombres de ciencia a todo lo ancho y lo largo del mundo, empequeñecido cada vez más por los prodigiosos medios de intercomunicación disponibles para los estudiosos de hoy en día. Las exigencias de la investigación se convierten, de esta manera, en el gran motor de la intercomunicación universitaria y ésta, a su vez, retroalimenta el proceso, y crea las bases para el desarrollo científico y para la curiosidad investigativa. En tanto esta forma de investigar potencia grandemente la tarea del investigador, que cuenta no solamente con las bases que pueda ofrecerle su propio medio de estudio, sino con todas aquellas desarrolladas a lo ancho y largo del planeta, es de esperar que las universidades, con los medios ahora al alcance de la mano para su tarea, recobren la posición destacada que les corresponde en el terreno investigativo. De otra parte, en tanto se decidan a fomentar paralelamente el culto de las ciencias humanísticas, solamente ellas, que tienen la misión de ser forjadoras de hombres completos, de impartir una formación integral, podrán nuevamente equilibrar a la técnica con el humanismo y restablecer la armonía en el progreso humano, rota, infortunadamente, por la investigación apenas utilitaria, de carácter estatal y empresarial. Esta es, al menos, la esperanza de quienes creemos en mejores tiempos para nuestra humanidad.