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PORTAL Journal of Multidisciplinary International Studies, vol. 5, no. 1, January 2008. 
ISSN: 1449-2490 
http://epress.lib.uts.edu.au/ojs/index.php/portal 
 

 
 
 
 
 
 
There’s No Place Like Home/Camino a Casa Crónica  
 
Susana Chávez-Silverman, Pomona College  
 

Claremont, Califas 
16 julio, 2007 
 
Para Deborah Barker-Benfield, 
Mi touchstone del lado de acá 
 
…Dream of a city que se mueve al pulso de la poesía 
Night after night after night 
(My diary, 7-IX-01) 

 

 

Ana María Shua 

Ani, you were my first. Suena a lover, pero me refiero a real, live Argentine amiga. 

Judía, and famous. Entre otras cosas, por ser judía. O digamos, not for being, OB-vio, 

sino por escribir, textualizar—dar textura a—’lo’ judío. A veces de modo directo, like in 

El libro de los recuerdos pero otras veces, your Jewishness was something more … qué 

sé sho, organic, un tipo de background, bien matter of fact, to the larger (or smaller) 

story. Which was, en mi lectura al menos, always about el género. Gender and genre.  

 

Dizque tengo la memoria de un elefante, pero te juro I don’t remember si te conocí 

primero en la página, o en la pantalla. ¿No fue el ‘Noviete’ Foster quien nos hizo 

hookear arriba? (don’t worry, I’ll return to him—y explico ese atrevido apodo—later) 

No, sha sé, creo que fue la Beth Pollack, amiga de la Flo Mo-Ro. La Beth y yo nos 

conocimos en uno de tantos Congresos Vaginales, oops, digamos ‘de Mujeres’ que 

abundaban in those days. Bueno, que abundan, a secas, ¿no? I needed sangre fresca para 

uno de mis seminarios, y la Beth me recomendó El libro de los recuerdos. Yo, siempre 



Chávez-Silverman      There’s No Place Like Home 

subversiva y rebelde, elegí títulos más idiosincráticos—sexy and dangerous—que no 

anunciaban su Jewishness de un modo tan abierto: Los amores de Laurita and Casa de 

geishas. A principios de la muy identitarian década de los 90, I had started to lean—

insistently, politically, defiantly (en un departamento de español)—hacia la literatura 

chicana; it had been years since anything al sur de la frontera—or anything new, 

anyway—me había llamado mucho la atención.  

 

You changed all that, Ani. Y no sólo con tus relatos—luxuriantly erotic y humorísticos a 

la vez, no mean feat, esta combinación—like Laurita’s Loves, que culmina con esa 

slightly shocking scene de una expectant mother en plena jouissance en su bidet (con 

todo y su thumb-chuping beba, in utero!). O con los weird, tiny microrrelatos de 

Geishas’ House, con el que me deleitaba, abriéndolo al azar, letting my eye fall 

dondequiera que se abriera el libro and roam, sin rumbo, over images of disembodied 

nalgas, ojos, rabinos and golems. En tus páginas, en esa posmoderna ‘casa,’ me sentí tan 

a la vez uncannily at home y descolocada que ansiaba conocerte. In person. Or the 

closest thing to it: en el Internido. En los early ‘90s, Argentina todavía era lejana y 

exótica para mí, like the moon, a pesar de mis décadas de lectura y estudio obsesivo, 

pasional. 

 

So, I lanced myself: te mandé un e-mail—tipo fan letter (con algunas preguntas 

literarias SERIAS, so you wouldn’t think I was mensa)—a principios del ’94, I think. 

And the rest is history. Or her/story, como quien dice. Porque ¡me escribiste patrás! A 

pesar de ser una escritora de adeveras y tener un super busy schedule, y un writing 

studio y muchos international trips etc., eres una espectacular corresponsal, as god 

commands. Siempre polemizamos un chingo (pero, ¿no es el push-pull de la polémica, 

esa esgrima verbal, the hallmark, sine qua non, de la amistad con un argentino?). Simón, 

ciber-debatimos sobre el valor—o no—de los Congresos Vaginales (en uno de los 

cuales, LITTLE EYE, había escuchado tu nombre primero) y las antologías de women’s 

lit. Sobre la influencia literaria, el canon, el humor, ‘lo’ judío, la identidad, la lengua. 

Over the years, los temas se volverían más personales, todavía candentes, but also 

tajantemente íntimos: la enfermedad, el cuerpo, los hijos, feeling burnt out, feeling 

lucky, feeling inspired, feeling.  

 

 
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Al principio de nuestra correspondencia, you performed a miracle: ante mi discurso 

bajoneado y abúlico de post-disertación doctoral, hasta la little crown de Pizarnik y 

habiendo comenzado a desplazarme hacia el campo de U.S. Latino Studies, me 

aseguraste de que la poesía argentina was still alive and kicking; me incitaste a 

conocerla. Up close. En vez de mandarme to fly, diciéndome que you didn’t have time, 

o que la poesía no era tu specialty, you sent me a list of names, anotada y con tus 

recomendaciones. De esa lista elegí a las poetas (yes, sorry baby, all women!) que sigo 

estudiando, enseñando, leyendo hasta hoy. Esos names que vos me mandaste fueron la 

razón de mi primer viaje a Buenos Aires, en 1999—cuando puse un título tan brazen a 

mi ponencia que creo que por poco te di un heart attack: ‘Bajo la sombra de Pizarnik: 

Poetas argentinas y yo.’ Remember? Pero anyway, esa es otra historia. Por tu 

generosidad—invitation and insistence—gracias.  

 

Paulina Vinderman 

Paulina, vuelvo a mi diario —un cuaderno carmesí, bien Goth-looking, con el mandato 

‘Confess’ impreso en la tapa; me lo regaló la poeta chicana Alicia Gaspar de Alba-- 

para confirmar que te conocí el 26 de agosto del 2000, hacia el final de un unusually icy 

invierno en el sur. Llevaba apenas 2 meses living in Buenos Aires; no me acuerdo cómo 

supe de la poetry reading en el Centro Cultural San Martín. Sería que durante esos 13 

meses, and right from the start, la poesía was my life en Buenos Aires: ciudad que yo 

había soñado la más poetic del mundo. Y en este punto (como en tantos otros) la 

realidad se solapó precisely con mis sueños. Esa noche, after I met you, después de 

escucharte leer, escribí lo siguiente: ‘¿Cómo explicar how much it means to me, haber 

conocido a Paulina Vinderman y que ella sea, in reality, precisely the way I expected?’ 

 

Es verdad que con Mercurio en piscis en la Casa 3, siempre, from childhood, he tenido 

el don de pronosticar. De haber escrito un guión, it couldn’t have been more perfect. 

Standing around en el lobby del San Martín on Corrientes, waiting for the show to begin, 

me sentía incómoda, dis/locada, muy foreign de repente en un mundo particular y que 

me tincaba misterioso, forebidding. I knew no one; me parecía que me faltaba—o no 

había perseguido—palanca, enchufe en el mundo literario argentino. Nunca he sabido 

“insertarme”, como se dice down here. Y … [pausa porteña] será Saturno en la casa 12. 

Sí, le echo la culpa al Big Daddy Saturn. Anyway, a lovely woman passed by, me sonrió, 

y me convencí en el acto de que eras vos: Paulina Vinderman. Recuerdo que pregunté, 

 
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medio alelada, cual si fueras Joni Mitchell, o Mick Jagger, ‘¿Es Ud. la poeta Paulina 

Vinderman?’ Asentiste, I remember; creo que nos ruborizamos un poco, both of us, y 

me pediste que no te dijera de Ud. (yo no agarraba la onda, not yet, de los social codes 

porteños). Habré balbuceado que había venido de California para trabajar un libro sobre 

poetas, y que vos eras una de ellas. You were gracious, hasta un pelín tímida, I thought 

(like me, pensé). Tu voz era elegante, meliflua. Warm. 

 

Leíste de mis libros predilectos tuyos. De Escalera de incendio (título que en mi estado 

semi-exaltado en California—habiendo encontrado, después de haber besado a 

muuuuchos frogs, a una poeta argentina como dios manda—me dio una imagen cual si 

fuera de un painting de Georgia O’Keeffe, o Frida Kahlo, o Remedios Varo: a burning 

ladder, una escalera literalmente en llamas. Fue hasta más tarde, en nuestra entrevista, 

que me corregiste, muy politely; me informaste que ‘escalera de incendio’ 

sencishamente significa ‘fire escape’). Leíste de Bulgaria. Sé que parece una pendejada 

(EYE: sentido mexicano), pero cuando leíste ‘Mi hija escribe desde Londres,’ hasta 

temblé. Tuve la sensación (again, aunque parezca o cursi o imposible), a sharp certainty 

al conocerte in the flesh, de que la mujer de carne y hueso—exquisitamente sentient yet 

also clear-eyed, composed—tenía sentido, correspondía, with unusual accuracy, a la 

mujer que vos habías textualizado en las páginas de tus libros. Y en estos 7 años, acá y 

allá, tomando gin tonics ‘con ingredientes’ (¡sin fish!), riéndonos o llorando, buscando 

amatistas, cúpulas, ardillas o libros de Michael Ondaatje, e-mails van e-mails vienen, 

hermana porteña, nunca me has defraudado. 

 

Andrea ‘Silvana’ Ostrov 

Sil, where do I begin? (Oh my god, parezco la banda sonora de ‘Love Story.’ Qué 

sentimentaloide, como dijera mi papá.) La cantidad de puns y chihtes—Baroque, 

polyglot retruécanos—me desgarra. Mr. Albar, por ejemplo. O Mr. Excite! Casi siempre, 

the origins almost forgotten (de Dámaso a Damahco a Albaricoque a Albar, a secas), 

pero la risa, ay la risa. El rescoldo de nuestro humor—inocente, travieso, despiadado—

still lights up my life, como quien dice. To conjure you, miro la foto que tengo de vos 

en la pared de mi estudio, aquí en este globally over-calentado verano en el Imperio del 

Interior de California. Estás sonriente, misteriosa, abrazada al fourteen-year-old Juvenil, 

quien lleva su school uniform del Instituto Lange Ley. El mismo día que conocí a 

Paulina, fijate, escribí en mi journal: ‘Tengo que llamar a Andrea Ostrov.’ Pero como 

 
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que me daba cosa—entre miedo y hesitation—tal era el buildup que Mr. Excite, aka 

Lagmanovich, mi director de tesis, me había dado de vos. Que eras brishante, una 

intelectual de primera, que teníamos mucho en común, etc.  

 

No te llamé ese día, pero recuerdo la primera vez que te vi. Era el 3 de agosto del 2000, 

en un Congreso de Gender en la UBA. Para variar, nada más al llegar a la UBA, me 

sentía recontra fuera de lugar y convencida de que mi out of place-ness se delataba en 

mi cara, el body language, en todo. En eso vi a la Francine, rodeada de una horda de 

fans argentinas. Me dio una hearty welcome, pero she boomed out, ‘Suzi, bienvenida a 

mi ciudad’. Lo cual, OB-vio, me hizo sentirme más desubicada que antes, si cabe. OK, 

directamente lost. Reconocí tu nombre en el programa y entré a tu panel con la 

intención de darte mi tarjeta, presentarme. I slipped in and sat down. Te quitaste el 

abrigo color chocolate, muy escueto y apropiado, y de repente te me apareciste cual 

fairy princess, en un floaty traje, como de gasa, o seda. Hermosa, incongruente para mi 

esquema más sobrio de la cacademia gringa. Too gorgeous, also, para el tétrico 

ambiente de Puan. Había poca gente en el tiny room y—I could be wrong, pero—

recuerdo que vos leíste todas las ponencias. Or at least, yours y la de una o dos personas 

que se habían fumado el show. Tu oscura mirada intensa, your outfit, tu speech me 

hicieron tal impacto que no me atreví a abordarte. I chickened out. Yes, I confess: me 

fugué sin presentarme. 

 

Viniste a casa el 15 de septiembre. El frío ha de haber continuado, almost until spring 

ese año; llevabas ese famoso tapado dark brown, trajiste facturas. You stayed more than 

two hours! Hablamos de todo: de las estructuras académicas de nuestros países, de los 

hijos, de un jodido (y compartido) perfectionism que nos traba, que nos produce lo que 

bauticé citational anxiety: esa apparently inescapable, angustiosa necesidad de compilar 

más y más nombres en una epic, never-complete bibliography, seguir autorizándonos—

avalándonos en las palabras de predecesores. 

 

Más tarde, thinking about our first encuentro, temí haber cometido una barbaridad. 

Había estado releyendo la temprana poesía de Pizarnik. Lo vi y me cayó como lightning 

flash: that surname, tu apellido. Leon Ostrov, a quien Pizarnik había dedicado el libro, 

La última inocencia. Her first psychoanalyst, ¿tu padre? Tenía que ser … Entonces, te 

hice lo que tanta gente me había hecho a mí, so many times, my whole life: te pregunté 

 
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si vos eras hija de … Ay, cuánto me sacaba de onda esa pregunta, especially years ago, 

cuando apenitas comenzaba a publicar. No sé cómo se me escapó; no sé cómo no me 

odiaste, Sil. Pero no, you didn’t. Asentiste, así nomás; te platiqué de mi padre famoso. 

Well, digamos, famous es un modo de decir. Renombrados, los dos, en el mundo de la 

cultura, de las letras. O sea, no en el dizque real world, ¿no? Pero igual, vos y yo, las 

dos, elegimos seguir, más o menos, Daddy’s footsteps. Me, even more than you.  

 

Más tarde me contarías de haber visto a Pizarnik, de dinner guest en tu casa, con ese 

rarísimo atuendo—skin-tight, butch, red pants—del que yo, of course, sólo había leído. 

Y muchas otras cosas me contaste. Pero lo más precious—por inesperada, porque el día 

que te conocí te sentí contenida, inward, hasta formal—fue la amistad. Forjada 

principalmente en tu Little White car. Una vez flotante, patas (llantas) arriba en las 

inundaciones de White Encalada en el 200l, luego rescatado, milagrosamente secado, 

puesto en marcha y con sólo un deje a moho, faint reminder de la humedad, ese swampy 

damp que para mí will forever and ever signify Buenos Aires. Ay, pobre del Little 

White, perdido—robado—en abril del 2002, a plena crisis económica. 

  

Confieso: I had my doubts. A ver si sobrevivía la intensidad de nuestro bond, después 

de mi vuelta a California. Vos con el ajetreo de la universidad, el colegio de Gaby, tu 

disertación, todo el revolú de la vida in a big city. Y yo con el libro, la universidad, el 

Juvenil. Pero por Internido, vos te hiciste una auténtica corresponsal argentina 

(oxymoron casi siempre, pero en tu caso, no); la distancia nunca fue el olvido para 

nosotras, al contrario. Henos aquí de nuevo en la National Library, en el mismo salón 

donde hace 3 años vos y Ani me presentaron el libro. Chance? ¿El azar objetivo? Sólo 

me queda preguntarte, ¿crees que haya sido coincidencia que salieron nuestros primeros 

libros—Killer Crónicas and El género al bies—el mío en octubre y el tuyo en 

noviembre del 2004? Pensalo bien, Sil. Without you, del lado de acá o ashá: nothing. 

 

Saúl Sosnowski 

Well ¿digo la verdad? Should I? The truth is, al principio, allí por diciembre del 2000, 

pasaste de mí un huevo—olímpicamentre, como se dice en más elegante. Sho mandaba 

e-mail tras e-mail y caían—clunk—like into a black hole. What’s it take?, pensé, con 

creciente desperation. Finally, saqué los big guns. Saqué todos mis credenciales 

patronímicos, fálicos: mi director de tesis que me había recomendado te ehcribiera; my 

 
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Daddy your mentor en una temprana chamba. En hippielandia, UC Santa Cruz, ¿te 

acordás? Todo. Mi pedigree, mi Jewishness, mi linaje. Nada. Niente. Nothing. 

 

Quería que me publicaras una entrevista con Paulina. I flooded your Inbox. Te mandé 

impassioned entreaties, incluyendo detalladas descripciones del current state of 

Argentine poetry en el milenio. Finally (¿mohqueado, curioso?) me atendiste. Pero me 

hiciste jump through some major hoops. Me publicaste, pero your way. Que primero 

una reseña de Bulgaria, Paulina’s most recent book para entonces. Y luego veríamos … 

 

Well, we saw, allright. A partir de entonces, the flood gates cracked open. Me osé a 

pedirte más, mandarte más, cada vez más. I have my ways, que no? ¿Por qué no me 

publicás una croniquita en Hispa?, say you will, anda. Dale. After all, te me habías 

jactado—and rightly so—de haber publicado a unos poetas Chicanos en Hispamérica, 

creo que hasta en el inaugural issue, o casi. En 1972. En un apartado titulado ‘serie los 

marginados.’ Well, the time is right now, ahoritita, te insistí, para que publiques a una 

Chicana judía que escribe en bilingüe. (And LITTLE EYE: lose the etiqueta 

‘marginada,’ OK?) 

 

You agreed. Fuihte un mensch. ¡Hasta inauguraste el rubro ‘Crónica’ para mí! Y no he 

dejado de inundarte ever since. Or … [pausa porteña] I wouldn’t, si no estuvieras en 

tanto globe-trotteo all the time. Saúl: for your wit and your wisdom—frustrante, 

incitante, insistente—tu savage Gemini push me-pull you, for rising to the desafío y más 

allá, thank you. 

 

Laura Klein  

Nos conocimos in the flesh el 26 de junio de 2001, en vísperas de mi partida. Justo 

cuando todo me iba bien, tan bien, las pataletas about my not-fitting-in subsiding, me 

sentía at last completely in-corporada a esta ciudad; todo un hermoso lava-flow de 

cotidiana pero igualmente exaltada inspiration. Hilda Rais y yo—dos tímidas, sipping 

whisky en las rocas en la now-defunct Big Mamma, on Hair St, en Palermo. Ella me 

dijo que me presentaba a dos poetas notoriamente hurañas, o al menos esquivas: Andrea 

Gutiérrez y Laura Klein. ¿Así de easy?, me pregunté. Tenía mis dudas. Buenos Aires is 

a good city to get lost in, si uno quiere. Aun si no… 

 

 
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Lau, con vos siempre fue, nuestro enganche, por la palabra. Aparte esa winter comida 

en lo de Hilda, 6 years ago (que lo recuerdo plática y plática, represa des-bordada de 

words, más que comida, cuando te tenía por fin, face to face), sólo nos vimos in the 

flesh una vez, aquí, en la Biblioteca, hace 3 años. Pero so much has happened, inter nos, 

¿no? Y pienso en Lévi-Strauss, whose words I read en una novela de Nadine Gordimer 

en el ’82, a plena dictadura de acá y pocos meses antes de ir a vivir a la Sudáfrica del 

apartheid: ‘I am the place in which something has occurred.’ Vos y sho conformamos 

un lugar—an/other place—we make things happen, in and with our words. La gente 

alega, se queja de que no se puede ‘hacer nada’ por e-mail, but we know another truth. 

 

Lo que me sorprendió más—por la imagen que me había hecho de vos, desde descubrir 

tu A mano alzada hasta conocerte en ese living de Palermo en el 2001—a verrrrrr … si 

tomara un Rorschach Test about you, diría: intensa, cerebral, complicated, implacable. 

So, what surprised me was your humor. Tu risa. No, something else: tu aceptación del 

juego. Sos—fuiste desde siempre—una asidua adherida a mi code-switching. A los 

juegos inter-lingüísticos, interculturales, inter-todo que tanto irritaban o confundían a 

otros, north and south. Entonces, por tu forked tongue, entre el cahteshano porteño, el 

hebreo and English de tu childhood, los recordados acordes del maternal Yiddish, por 

esa polivalente lengua tuya, que metonimiza tu untamed cerebro y te abre a 

posibilidades no sólo semióticas e intelectuales o ideológicas sino también (and 

sometimes, above all) lúdicas, Lau, te saludo. 

 

David William Foster 

Mi vida, supongo que debería conmemorar tu legendario … [pausa porteña] 

conocimiento de Buenos Aires, which I myself have witnessed, en tantos taxi rides, en 

tantos invernales flaneos a pie. Pero ¿sabes qué? Pos como que no me late; I’m not 

going to, precisamente porque ‘legendario’ es. Instead, prefiero hablar de otro 

conocimiento, another taxi ride, en el que me hiciste enamorarme, again, del país de mi 

childhood: México. 

 

Ibamos en taxi por Zapopan, ¿te acordás? Yo al principio lloraba los changes, las 

pérdidas. Probably, era mi primera vez patrás en Guadalajara en 20 años. Pero al 

mirarlo por la ventanilla de aquel taxi, mientras te escuchaba—an erudite, funny, 

poignant, Rabelaisian outpouring de tu sui generis cartografía, desde Buenos Aires en 

 
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los años 70 hasta una Guadalajara PoMo and mos def feliz—me di cuenta de que la 

repetición, la recuperación, incluso la vuelta no tiene que ser literal para significar. To 

take on meaning, depth. 

 

Así, más tarde ese mismo año—el de mi ternura (en gran medida gracias a vos, pero 

that’s another story—la de como me rescataste de los peores elementos machistas, anti-

intelectuales y sexofóbicos de la cacademia gringa, which is how you earned your 

apodo, que se ha diseminado norte y sur: el Noviete Foster)—en el ’97 encontré en 

Oaxaca the Guadalajara of my childhood. Todo estaba todavía allí, as it was not, any 

longer, in the ‘real’ Guadalajara: chapopote-scented roads, topes como lomos de burro 

que te hacen polvo el underbelly del auto, buzzing, iridescent green-winged mayates, 

slow, diesel-spewing camiones locales, dim, cavernous mercados de abasto que 

despiden el olor a lima, chile, humo, masa, nardos. And everywhere, the green. Verde, 

tanto verde. Por haber resuscitado mi México, y por tantos otros regalos, mi vida, oh 

divino Marqués, thank you. 

 

All of you—en Buenos Aires, Califas o en el in-between del Internido—me fomentan 

un feeling, a la vez uncanny y en casa, welcome and on edge, que constituye 

curiosamente my life blood, my manna, mi sustento. Es esta sensación, OB-vio, que 

nutre mi escritura. Es verdad: there’s no place like home. Pero chez nous, no debería ser 

de otra manera, ¿no? 

 

CAVEAT EMPTOR: Si alguna de las cualidades de estos seres ejemplares que Ud. ha 

leído le parece quinta/esencialmente JEWISH, I assure you que es pura coincidencia. 

 
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	There’s No Place Like Home/Camino a Casa Crónica