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The passions:
interaction and rethoric

Palabras clave: acción, pasión, representación, interac-
ción, cine y puesta en escena.
Recepción: 17 de septiembre de 2006
Aceptación: 6 de noviembre de 2006

Keywords: action, passion, representation, interaction, 
cinema, staging.
Submission date: september 17 th 2006
Acceptance date: november 3 th 2006

Este artículo es una presentación general de los conceptos 
a partir de los cuales se desarrolló la investigación “Las 
pasiones: puesta en escena cinematográfica”. En particu-
lar, se presenta el concepto pasión desde perspectivas más 
actuales, que lo definen como un lenguaje, poseedor de una 
lógica cognitiva y de una lógica estratégica. Seguidamente, 
se presenta el diseño metodológico para la construcción 
de un modelo de análisis de las pasiones en el cine: el cine 
como sistema de representación y la puesta en escena de las 
pasiones propiamente dichas. Se presentan los resultados del 
análisis y, en las conclusiones, una proyección para nuevas 
investigaciones. 

This article is a general introduction to the concepts from 
which the research study “Passions: A Cinematographic 
Set-up” was carried out. In particular, the concept of pas-
sion is introduced from a current perspective whereby it is 
defined as a language, with its own cognitive and strategic 
logic. Next, the author presents the methodology used for 
creating a model to analyze passions in cinema: the cinema 
as a system of representations and the staging of passions 
itself. The results of the analysis are then presented and, in 
the conclusions, new research possibilities are projected. 

Origen del artículo
Este artículo es resultado de la tesis de doctorado titulada “Las pasiones: puesta en escena cinematográfica”, realizada en 
la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo título fue obtenido a finales de 2005. El trabajo fue dirigido por el profesor 
Esteve Riambau.



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Maritza Ceballos *

*  Maritza Ceballos Doctora en Ciencias de la Comunicación, de la Universidad Autónoma de Barcelona; magíster en Comunicación Audio-
visual y Publicidad por la misma Universidad, y profesora de Comunicación e Interactividad de la Pontificia Universidad Javeriana. Directora 
del grupo ‘Comunicación, Medios y Cultura’, reconocido en la categoría A por Colciencias. Correo electrónico: maritza@javeriana.edu.co.

Las pasiones:
interacción y retórica 

Premisas de la investigación

La investigación “Las pasiones: puesta en escena 
cinematográfica” exploró ampliamente el concepto 
de pasión desde la filosofía de los estoicos hasta Des-
cartes pasando por  las teorías cognitivas, la semiótica 
y la antropología de las emociones. Es un recorrido 
extenso del cual se exponen algunas de las ideas más 



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

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importantes, las que permitieron proponer un modelo 
para el análisis de las pasiones en el cine.

 El estudio de las pasiones se ha desarrollado 
desde la antigüedad y, si bien los tratados fueron 
numerosos, hace algún tiempo han sido mayoritarias 
las aproximaciones a lo que se denomina fenómeno de 
la afectividad: los estados de ánimo, los sentimientos, 
las emociones, las afecciones, las disposiciones afec-
tivas, los rasgos del carácter. Sin embargo, cuando 
se habla de la afectividad se hace en relación con la 
vida individual y, particularmente, con el mundo 
interior de los sujetos. Esta perspectiva subjetiva llevó 
a reactivar, dentro de esta investigación, el concepto 
de pasión y a hacer un rastreo por las formas de 
abordarlo en la actualidad. 

La pasión se entiende como el vector resultante 
de las relaciones con la naturaleza y con los demás 
(Spinoza, 1975) y, al igual que en la antigüedad, 
produce felicidad o infelicidad, porque tiene que ver 
con lo que se hace y con el estado de ánimo en que se 
hace. En esta investigación se entienden las pasiones 
humanas como una forma de acción1 y no como la 
emoción que en algunos casos las precede, y que 
puede tener un carácter más psicológico. Es decir, 
se trata no sólo de una aproximación a lo emotivo 
como un elemento central en la construcción del 
significado cultural —perspectiva en que se asumen 
las emociones como una base motivacional de los 
sistemas de símbolos y de las formas de acción—, sino 
que los comportamientos sociales altamente motiva-
dos deberían considerarse emociones. Las pasiones 
presuponen una voluntad capaz de acoger la totalidad 
de la existencia y tienen la posibilidad de “investirse 
ellas mismas en una cosa singular” (Rubio, 2003, p. 
5). La pasividad de las emociones es sólo corporal, la 
de las pasiones es una “pasividad” que compromete 
el movimiento total del cuerpo, de la mente, del alma 
y de todo el ser. 

Aunque el término pasión remite de inmediato 
a los sufrimientos, a los padecimientos experimenta-
dos o a los infringidos por los demás, en la vida común 
remite a una fuerza, a una potencia de acción. Pero 
apartándose del modelo causal, en primer lugar las 
pasiones se entienden como composiciones, conse-
cuencia de las relaciones entre las propias partes de un 
sujeto, así como con el entorno y con los otros sujetos. 
Es decir, experimentar o “padecer” por ejemplo, el 
“resentimiento”, no es sólo tener el “Sentimiento 
penoso y contenido del que se cree maltratado, acom-

pañado de enemistad u hostilidad hacia los que cree 
culpables del mal trato” (Real Academia Española 
[RAE], 2007: miedo), es además una composición que 
supone unas condiciones propias de quien se siente 
agredido y que lo hacen permeable a dicha agresión. 
De esta manera, las pasiones evidencian capacidades 
distintas de afectar y de ser afectado, así que “somos 
dueños de nuestra pasión”, ya que la potencia de 
actuar aumenta o disminuye según la propia condi-
ción expuesta a las acciones de los demás.2 Las duplas 
cuerpo/alma, mente/cuerpo, razón/pasión, voluntad/
deseo, amor propio y hacia los otros son parte de la 
misma naturaleza. 

La idea de las composiciones y recomposicio-
nes de la subjetividad, a medida que hay encuentros 
y desencuentros, permite situar las pasiones en el 
lugar de la acción. Sin desconocer que la dupla 
pasión-acción supone los principios de lo activo y lo 
pasivo, es innegable que la pasión continúa siendo una 
fuerza, una fuerza de la acción, y es lo que recompone 
la subjetividad y determina las posturas y formas de 
relacionarnos con el mundo. Pensar que la pasión 
es ver a la acción desde el lado opuesto aumenta su 
potencia como categoría de análisis de las relaciones 
humanas.

En segundo lugar, están las disposiciones y 
las percepciones, los rasgos de carácter y los sucesos, 
que además de funcionar como experiencias men-
tales, tienen un componente expresivo. Esto es lo 
que hace saber qué es el “resentimiento”, reconocer 
el  propio y el de otros; es decir, “mi resentimiento” 
no es “tu resentimiento”, pero es, al fin de cuentas, 

1.  Desde el punto de vista de Paolo Fabbri (1995), es la acción vista 
desde el lado de quien la recibe, y para Eugenio Trías (1979) la 
actividad es un efecto de la pasión y no la pasión como defecto 
de la acción.

2.  Spinoza las llama también subjetivaciones. 



Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006  |  Las Pasiones: interacción y retórica

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“resentimiento”.3 Así, las pasiones tienen esencial-
mente un componente social en la medida en que 
son formas de interacción, y como toda interacción 
tienen un protocolo, un orden del día establecido. 
Hay guiones (Russell, 1989) en el desarrollo expresivo 
de las pasiones, que a la vez se constituyen en formas 
de conocimiento para eventos interactivos específicos. 
Las pasiones construyen estructuras de conocimiento, 
mapas de comportamiento que sirven de soporte a 
una moral y que determinan el justo medio social. 
Las pasiones se conocen y aprenden en la interacción 
con otros, a través del lenguaje y en la negociación de 
los significados emocionales. 

Así mismo, forman parte de una cultura teatral 
que legitima una actuación, una puesta en escena para 
lograr ciertos efectos y afectos.4 Es decir, hay perfiles 
comportamentales que contienen aspectos dramáticos 
de la pasión: contextos, temporalidades y modos, y que 
estas formas de actuación tienen reglas determinadas 
por una retórica pasional (Bailey, 1983). Por esto el 
tema de la expresión de las pasiones pueda ir más 
allá: las pasiones no sólo están presentes cuando un 
sentimiento, una emoción o una percepción se hacen 
lenguaje ante otros, tienen un sentido estratégico 
(Fabri, 1995) en el juego interactivo. El lenguaje de las 
pasiones sirve para darle un lugar al interlocutor, para 
obtener algún beneficio o simplemente para lograr un 
objetivo. De ahí que en su naturaleza expresiva los 
mecanismos para hacerse figura, para tomar forma, 
son primordiales.

En tercer lugar están los términos pasionales 
(amor, odio, alegría, etc.), que tienen la función de 
nombrar una composición, señalar el conjunto de 
significados y de referencias que una actuación tiene; 
determinan el universo de sentido que funciona 
como el marco de las posibilidades de actuación y 
de interpretación. Los términos pasionales son la 
matriz, el universo de sentido posible, más cuando se 
exploran los términos en uso dentro de un contexto 
(Wierzbicka, 1986; Lutz y White, 1986). Son las 
cristalizaciones de cada composición emotiva en una 
cultura. Sin embargo, las composiciones pasionales 

no sólo se expresan en términos emotivos, sino que 
pueden tomar formas diversas y hacerse signo de 
manera distinta y a la vez semejante. Entonces, decir 
“resentimiento”, relatar el “resentimiento” propio o 
de otro o chirriar los dientes son diferentes formas de 
lo mismo. Señales que definen una relación codificada 
para “decir” o mostrar un sentimiento, a través de 
series de oposición como alto-bajo, derecha-izquierda, 
etc., como en la fisionómica, donde las asociaciones 
espaciales o de temperatura determinan la tendencia 
positiva o negativa de las pasiones.

Así es como se puede reconocer la alegría 
experimentada por uno o por otro sujeto, y también 
expresar la propia alegría. Esto lleva a la manera como 
las pasiones se manifiestan en diferentes sistemas de 
signos, que aunque siendo distintas cada vez, tienen 
un trasfondo estructural común,5 cada composición 
pasional tiene una topología y una temporalidad 
particulares. De ahí que sea posible encontrar rup-
turas y continuidades en los recorridos del sentido 
pasional, porque funcionan a través de asociaciones 
metafóricas, donde los prototipos, las formas estables 
e identificables se van trasformando para ser cada vez 
la misma pero distinta. 

En resumen, las pasiones se aproximan a un 
idioma cultural que sirve para negociar con los pro-
blemas de las relaciones sociales y con los desafíos de 
la existencia. Las pasiones tienen un espacio cultural y 
un tiempo histórico. Están situadas de tal manera que 
unas sobresalen en ciertos momentos históricos, y otras, 
en otros, como es el caso de la esperanza y el miedo en 
la Europa del siglo xvii. En las pasiones se puede ver 
cómo la estructura social refuerza los sentimientos 
particulares de expansión o contracción de los límites 
del yo, como es el caso de la vergüenza, la delicadeza, 
lo apropiado o lo inapropiado, el honor y la modestia;6 

3.  Para el tema del significado de las emociones es necesario re-
mitirse a Wittgenstein (1982), Last Writings on the Philosophy 
of Psychology.

4.  Este tema es desarrollado por Goffman en Ritual de la inte-
racción (1970) y en La presentación de la persona en la vida 
cotidiana (1971).

5.  El tema lo desarrolla Lakoff en Cogntitive Semantics (1986), 
cuando muestra que hay correlaciones entre las emociones y las 
experiencias corporales de ellas y cómo esto puede contribuir a 
generar formas figurativas de las pasiones. 

6.  Abu Lughod (1986) muestra cómo los individuos de la comuni-
dad beduina en Egipto afirman su aceptación o desafío de los 
sistemas de jerarquía social a través de discursos sobre la emo-
ción que están ligados a la ideología de honor y modestia.



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

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o la culpa para la motivación de la no violencia; o las 
formas que toma la gratitud para ayudar a sostener la 
jerarquía de castas y el código explícito de reciprocidad 
de no mercado (Arjun, 1981).

Al parecer, las sociedades más jerárquicas 
parecen mucho más preocupadas que otras por el 
problema de cómo una colectividad puede controlar 
la expresión del yo emocional interno. Además, la 
manera de concebir y aplicar “el justo medio” de 
las pasiones difiere dependiendo del grupo social o 
de si se piensa en la individualidad o en lo colectivo. 
Incluso, cuando se habla de la razón, hay una razón 
fría y calculadora y otra espontánea: la que pertenece 
al “pueblo”. 

En busca de un método de análisis

En la metodología de la investigación se proponen 
dos niveles: el cine como lugar de representación de 
las pasiones humanas y las categorías de análisis de 
las configuraciones pasionales particularmente en los 
filmes Cóndores no entierran todos los días (Francisco 
Norden, 1984, 90 minutos de duración) y Confesión a 
Laura (Jaime Osorio, 1990, 90 minutos de duración). 
Sin embargo, el corpus completo para el análisis incluye 
14 largometrajes del periodo 1950-1999, conformado 
con la selección que realizó la Fundación Patrimonio 
Fílmico Colombiano y el Ministerio de Cultura de 

Colombia en la llamada Maleta del Cine 
Colombiano, que escogió y seleccionó 
un conjunto de películas como las más 
representativas hasta la fecha: Pura 
sangre (1982) y Soplo de vida (1999), 
de Luís Ospina; Carne de tu carne 
(1983), de Carlos Mayolo; Rodrigo D. 
(1988) y La vendedora de rosas (1999), 
de Víctor Gaviria; Confesión a Laura 
(1990), de Jaime Osorio; La gente de la 
Universal (1993), de Felipe Aljure; El 
taxista millonario (1979), de Gustavo 
Nieto Roa;  y María Cano (1990), de 
Camila Loboguerrero. Adicionalmente 
se incorporaron otras películas funda-
mentales para comprender la diversidad 
de la cinematografía colombiana y que 
quedaron por fuera de esta selección: 
La langosta azul (1954), de Alvaro 
Cepeda Samudio; El río de las tumbas 
(1964) y Tres cuentos colombianos (1962), 

de Julio Luzardo; Cóndores no entierran todos los días 
(1984), de Francisco Norden; y Técnicas de duelo (1988), 
de Sergio Cabrera.

Representación de las pasiones
El cine

Aquí se busca abordar el cine en su relación con la rea-
lidad, como documento o testimonio de un estado de 
las cosas y de lo visible de una época. Esta perspectiva 
ha sido explorada por Bazin (1966), desde la corriente 
estética del neorrealismo, en su teoría sobre la momi-
ficación de la realidad inherente a las artes figurativas, 
que insiste en que la cámara trabaje con un cierto grado 
de verosimilitud para sostener la circularidad entre 
realidad e imagen. También Krakauer (1989) habla del 
cine como “testimonio social” cuyo dispositivo capta 
lo inobservado y lo recurrente de una época. Para él 
tiene una función salvadora, porque logra rescatar la 
existencia misma a través de las apariencias. El cine 
“redime la realidad física” (Krakauer, 1989, p. 15) y por 
ser de naturaleza empírica restituye el trayecto desde 
los sentidos a la mente. Los dos autores se enfocan 
hacia un cine sin montaje, o con un montaje mínimo 
que presente de modo “natural” el flujo temporal y 
el encuadre. Con ello reivindican el plano secuencia. 
Habría, según Krakauer, un cine genuino, de carácter 
realista, y otro falso, de corte expresionista.

Entre tanto, Ferro (1980), como perteneciente 
a la Escuela de los Anales, niega que el documento 
escrito sea la fuente indiscutible del conocimiento 
histórico y señala al cine como testimonio de las res-
puestas mayoritarias, de los procesos mentales de una 
sociedad. En el cine habría un discurso explicativo de 
lo social. Por su parte, Sorlin (1985) propone indagar 
sobre dos relaciones: la del filme y la sociedad que 
refleja, y la del filme y la sociedad que lo consume. 
Con sus tomas y encuadres, el cine elige lo visible 
de una cultura y muestra sus obsesiones; reorganiza 
y dota de coherencia los fragmentos del mundo 
exterior: lo que se acepta, cómo se acepta y la forma 
de comunicarlo.

El cine se entiende, entonces, como reflejo y 
transmisor de ideología (Sorlin, 1985). En la misma 
perspectiva, un filme pone es escena las composiciones 
pasionales, tomando los momentos salientes; ofrecién-
doles una aspecto, un tiempo, una escenografía, y, 
ante todo, dándoles un sentido en función de la narra-
ción. Cristaliza, así como los términos pasionales, las 



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formas de actuación de la pasión, los acontecimientos 
que las motivan y sus consecuencias, las maneras de 
presentarse y representarse.

El cine produce una ilusión de realidad por-
que, como lo señala Aumont (1990), se desarrolla en 
el tiempo, produce la sensación de volumen gracias 
a la profundidad que le da el movimiento y posee un 
efecto de ficción. La ilusión se da en términos de la 
percepción de la imagen y en términos credibilidad, 
que provoca en sus espectadores a través de la impre-
sión de realidad. 

Y para completar el círculo, el cine le ofrece 
al espectador, por su modo peculiar de recepción, 
“el privilegio de sentir como vida propia aquello 
que se está desarrollando en pantalla, de asumir una 
experiencia fijada de modo temporal como una expe-
riencia propia, profundamente personal, de poner la 
propia vida en relación con lo que se muestra en la 
pantalla” (Tarkoski, 1991, p. 211). El cine es “una 
realidad emocional” que el espectador percibe como 
una segunda realidad. De manera que un plano cine-
matográfico es siempre un fragmento de la realidad 
que mantiene en el espectador la sensación de que eso 
en la pantalla es factible (Tarkoski, 1991).

Siguiendo con Aumont, “el filme de ficción 
consigue ciertas ventaja”, ya que “presenta una histo-
ria que se cuenta sola y que adquiere un valor esencial: 
ser como la realidad, imprevisible y sorprendente” 

(1990, p. 107). Esta apariencia 
de verdad le permite enmasca-
rar tanto lo arbitrario del relato 
y la intervención constante de 
la narración, como el carácter 
estereotipado y reglamentado 
del encadenamiento de las 
acciones. 

En términos cinema-
tográficos, la emoción podría 
ser estudiada en el montaje. 
Sería más lo que surge por el 
contraste de una toma yuxta-
puesta a otra toma. La emoción 
está en el espacio vacío, en el 
choque que hace surgir algo 
nuevo. La pasión, en cambio, 
es más concreta, es la puesta 
en escena misma, es lo más 
explícito del filme. La emoción 
mueve al espectador a llenar los 

espacios vacíos y a participar en la construcción de la 
historia, la pasión está allí, se ve, se palpa en cada una 
de las tendencias de los personajes. La pasividad de 
la emoción es corporal, la pasividad de la pasión está 
en el dominio de la voluntad. 

La narración

En el cine de ficción hay un conjunto de aconteci-
mientos que hacen parte de una trama narrativa que 
les da un orden y un sentido. Unos personajes actúan, 
piensan y sienten emociones y pasiones. Viven su 
historia en un tiempo determinado, y de principio 
a fin, representando la acción humana. El propósito 
de una película no es mostrar las pasiones, pero allí 
están. Ahí se pueden leer de forma “natural”; están 
expuestas porque hay personajes que actúan y porque 
se desarrollan en el tiempo. Esa es tal vez la ventaja 
del cine sobre otras formas de representación. En el 
filme es posible ver las transformaciones pasionales 
individuales y colectivas en el tiempo, a través de sus 
acciones y en su sentido narrativo. El personaje tiene 
una evolución temporal de acuerdo con la historia que 
quiere contarse, y en esa trama está su fuerza pasional. 
El lenguaje está relacionado con la trama y más que un 
lenguaje de palabras, es un lenguaje de planos, de elip-
sis, de gestos, de sonidos, de montaje. Es decir, la diver-
sidad de lenguajes en que se expresan las pasiones, que 
no pueden aislarse para leerlas, para comprenderlas. 
Lo que con otros lenguajes necesitaba fragmentación, 
en el cine se tiene todo ahí. Hay que saber mirarlo, con 
un método que aproveche estas características y aporte 
a la comprensión de las pasiones.

Aunque para Paul Ricoeur (1984) la asimila-
ción de la vida a una historia no es del todo adecuada 
—la considera, incluso, una idea banal— se entiende, 
desde Aristóteles, que por la intriga se logra cons-
truir una relación entre narración y receptor vivo 
de la historia relatada. La intriga es síntesis entre 
“los acontecimientos y los incidentes múltiples y la 
historia completa y una” (Ricoeur, 1984, p. 46), es 
decir, transforma los acontecimientos múltiples en 
una historia. En este sentido, un acontecimiento es 
más que algo que sucede; es aquello que contribuye 
al progreso del relato, así como a su comienzo o a su 
fin. Es también la composición de una historia desde 
el punto de vista temporal, como acontecimientos que 
pasan y acontecimientos que duran. Finalmente, la 
intriga sólo se constituye como tal por el receptor de 



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

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la historia, quien completa la síntesis de los aconte-
cimientos y de las duraciones. El relato y la vida se 
unen en el lector, en el espectador, pero el trayecto 
que deben recorrer las narraciones no les permite 
igualarse con la vida.

Por otro lado, si bien la categoría de personaje 
se contempla dentro de la narración, el caso del aná-
lisis de las pasiones merece un apartado más amplio. 
Es en el carácter del personaje y en sus acciones donde 
se descubren las transformaciones y composiciones 
pasionales. La “caracterización” (charakteristika) sirve 
para identificar al personaje, representa un sistema 
de motivos ligados indisolublemente a un personaje 
en concreto (Tomachecski, 1982). En sentido más 
limitado, por caracterización se entiende el conjunto 
de los motivos que determinan la psicología del 
personaje, su “carácter”. Entre los procedimientos 
de caracterización de los personajes, Tomachevski 
distingue dos tipos fundamentales: el del carácter 
inmutable, siempre idéntico durante todo el desarro-
llo de la fábula (personajes estáticos), y el del brusco 
cambio del carácter (el típico “arrepentimiento” del 
malvado, o personajes dinámicos), que modifican la 
situación narrativa.

En el mismo sentido, Deleuze, en su modelo 
de análisis para historias cortas, muestra que en 
los personajes hay líneas duras (que tienen que ver 
con lo instituido), líneas blandas (relacionadas con 
los aspectos más característicos personales) y líneas 
de fuga (asociadas con el cambio), o, haciendo un 
paralelo, que hay singularidades, los elementos que 
componen el conjunto o el evento; devenires, las rela-
ciones, y haecceidades, los acontecimientos (Deleuze 
y Guattari, 1980). Así, se muestra una realidad llena 
de multiplicidades, que no tiene una unidad o tota-
lidad y no remite a un sujeto, por lo menos estable 
o permanente. Hay subjetivaciones, totalizaciones, 
unificaciones que se producen y, al final, se acoplan 
en las multiplicidades. 

Adicionalmente, está el color emotivo que 
sirve para implicar al espectador en la narración. En 

las formas más primitivas hay buenos y malos, y en este 
caso la actitud emotiva respecto al protagonista (sim-
patía o repulsión) nace de un juicio moral. Los “tipos” 
positivos y negativos son un elemento indispensable de 
la estructura de la fábula. Suscitando la simpatía del 
lector por unos y proporcionando una caracterización 
repugnante de otros, se provoca su participación 
(“emoción”) en los hechos narrados, su implicación 
personal en las vicisitudes de los protagonistas. 

Categorías de análisis

Con las dimensiones del modelo brevemente expuestas, 
el análisis de la puesta en escena de las pasiones se 
compone de cuatro elementos distintos y complemen-
tarios: (1) análisis semántico de las pasiones (metáforas 
de pasión); (2) análisis del contexto situacional de la 
pasión, es decir, de la narración (Casetti, di Chio, 
1991) 7; (3) análisis del personaje (roles actorales), y 
(4) análisis de las transformaciones pasionales propia-
mente dichas.

La narración proporciona el sentido de la 
acción y de la pasión. Quien actúa es el personaje, 
como función y como un “sí mismo” único, deter-
minado por un carácter, unos estados de ánimo y 
unos acontecimientos. Las acciones están ubicadas no 
sólo en el contexto de la narración, sino en contextos 
situacionales particulares, el escenario que determina 
una topografía. 

El personaje es quien experimenta y expresa 
los eventos pasionales. Las transformaciones son el 
punto clave: qué lo hace pasar de un estado a otro, 
cuáles son las expresiones de esos estados, con qué 
temporalidades se desarrollan (cortos, medios, largos) 
y con qué fuerza, intensidad o modo se expresan. 
En este modelo, el análisis léxico en contexto de los 
términos emocionales proporcionará el horizonte de 
sentido, el universo posible de las pasiones:

·  Primero, se describe la lógica narrativa: la estruc-
tura y forma como la película ordena el tiempo y el 
espacio de los acontecimientos. Es decir, se obtiene 
el mundo de la narración donde los personajes 
habitan y viven sus pasiones.

7.  En Cómo analizar un film, de Casetti di Chio (1991), aparecen 
los personajes y escenarios, los acontecimientos y las transfor-
maciones.



Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006  |  Las Pasiones: interacción y retórica

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·  Segundo, se hace una observación intensiva de 
la película con tomas, planos, movimientos de 
cámara, duraciones, acciones dramáticas y defini-
ción de las pasiones encontradas. Esta observación 
minuciosa proporciona los segmentos más rele-
vantes para el análisis de las transformaciones y 
las composiciones. Ayuda a identificar los sistemas 
de pasiones, los tiempos, espacios y signos.

·  Tercero, se analizan los personajes. Se identifica 
quiénes son, qué hacen, qué piensan, qué sienten, 
así como cuáles son sus rasgos de carácter, sus rela-
ciones con otros personajes y sus comportamientos 
pasionales a lo largo de la película.

·  Por último, con el conocimiento de los personajes 
y de la historia, se observan con detenimiento 
las transformaciones pasionales del personaje 
principal. Se determina y mide cómo se pasa de 
una pasión a otra, cuáles pasiones determinan el 
carácter, cuales se resaltan, cuáles permanecen y 
cuáles desaparecen. Con la matriz de observación 
se puede saber con exactitud con qué tipo de plano 
se muestra una determinada pasión, cuánto dura 
la toma y si al cambiar de plano se cambia de 
pasión, o permanece desde otro punto de vista y 
con otra forma de narración sonora o visual. Se 
puede ver el detalle de los movimientos de cámara 
y de los recursos estilísticos que también hacen 
parte de la narración. Esta fase da información 
suficiente sobre la pasión, sus lenguajes y sus 
formas de representación.

Simultáneamente, la identificación y caracte-
rización de las pasiones pasa por la reconstrucción 
enciclopédica de los términos pasionales, a partir de 
expresiones retóricas. Son metáforas de los sentimien-
tos que sancionan acciones, justifican inferencias y 
ayudan a establecer objetivos, valores y finalidades. La 
semántica de las pasiones permite construir esquemas, 
cuál es la definición situacional que lleva inscrita, qué 
tipo de relaciones hay entre los personajes y con su 
mundo. También permite reconstruir una organiza-
ción por grados, que ayuda a descubrir aquello que 
está sujeto a la cultura: una semántica más profunda 
que cada una de sus cristalizaciones de superficie. 

Resultados

Se presentan a continuación algunos resultados 
comparativos entre dos de los filmes analizados, y se 
deja un poco de lado el análisis narrativo general para 

exponer exclusivamente lo relacionado con los aspectos 
pasionales.

Cóndores no entierran todos los días 

En primera instancia se presentan los momentos 
salientes, los acontecimientos en que se evidencia 
un estado pasional. Luego se exponen los procesos 
pasionales, las transformaciones en relación con los 
caracteres, los ritmos y los escenarios:

·  León María aparece dormido, descansando sobre 
un escritorio de la librería, pero al sentir el sonido 
del caballo que pasa corriendo por la calle, se 
asusta, sale a la calle y vuelve presa de terror al 
interior de la librería. 

·  En otro segmento hay un proceso pasional más 
extenso, el miedo regresa cuando León María es 
retado por Rosendo en el mercado por cuestiones 
de política. Rosendo se retira y León María pasa, 
en un segundo, del miedo a la rabia y le clava un 
cuchillo al queso que tiene en frente; pero regresa 
a su casa en medio de un ataque de asma. 

·  El miedo reaparece junto con un ataque de asma 
al oír decir a su patrón en la librería que no puede 
tenerlo más como empleado. Consecutivamente, 
en el puesto de quesos, ordena que apaguen la 
radio con arrogancia, para no escuchar el discurso 
del líder liberal Jorge E. Gaitán. 

·  Fuertemente León María reprende a su esposa 
cuando ella se dispone a salir de la casa y le prohíbe 
salir sola. 



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

178

·  Ante los acontecimientos que desata el bogotazo, 
León María observa por la ventana la revuelta y en 
un arranque de valentía lanza la dinamita contra 
los revoltosos. 

·  En su arrogancia El Cóndor ordena a sus secuaces 
hacer callar a los perros que no lo dejan hablar 
con sus ladridos. Ante la reacción del dueño por 
haber matado a sus perros, se muestra apacible y 
luego en su casa se muestra preso del miedo con 
un nuevo ataque de asma.

·  Surge otro ataque de asma cuando se entera de los 
asesinatos a los firmantes de la carta. Se muestra 
angustiado por saber quién ordenó la matanza 
de El Recreo, al igual que al caer el gobierno 
conservador. De la preocupación pasa al terror, 
cuando en la iglesia escucha los cascos del caballo 
del jinete del Apocalipsis.

En su dimensión pasional, Cóndores no 
entierran todos los días se mueve en términos político-
morales. Las afecciones de tipo moral se asientan 
en la esfera de las relaciones de poder entre los per-
sonajes. Esta particularidad pasional de la película 
se evidencia a través de dos duplas que definen la 
dimensión afectiva del Cóndor: arrogancia-humildad 
y miedo-valor.

Arrogancia-humildad es una dupla pasional 
susceptible de ser estudiada en sus relaciones, por 
cuanto una pasión resulta ser antítesis de la otra, lo 
que vivencialmente se experimenta como oscilación 
entre una pasión y la otra, tal como la tradición filo-
sófica y popular lo han enfatizado durante siglos. Así 
como del “amor al odio hay un solo paso”, cuando la 
relación pasional se realiza entre los mismos objetos 
y de acuerdo con los mismos criterios, de la humildad 
a la arrogancia hay un camino muy corto, en cuanto 
ambas suponen relaciones entre aquel que es afectado 
y otro que lo afecta. La humildad y la arrogancia son, 
pues, pasiones de tipo político, por cuanto necesa-
riamente han de llevarse a cabo como parte y efecto 

de relaciones de poder. Aquel que intenta dirigir el 
comportamiento de otro puede verse a su vez diri-
gido por ese otro, ya sea en una relación dialéctica o 
puramente agonística.

Aunque el sentimiento de bajeza que acom-
paña la humildad se contrapone a la altivez del 
arrogante, en uno y otro caso la pasión exige la 
presencia efectiva de otro respecto al cual se establece 
la diferenciación ontológica, es decir, sólo a través 
de otro alguien se hace más grande o más pequeño. 
El Cóndor, en principio sumiso y apocado, pasa des-
pués de la misión que le es asignada a ser soberbio y 
orgulloso, lo que no le impide sostener su condición 
de inferioridad respecto a los jefes del partido. En 
consecuencia, no hay una transformación total de 
la subjetividad del personaje, sino una oscilación 
pasional según sea la dignidad que se les otorga a los 
individuos que lo afectan a él.

Frente a sus secuaces o los liberales, la actitud 
del Cóndor es totalmente distinta que frente a los 
dirigentes del Directorio Conservador; del mismo 
modo, Gertrudis y la esposa de León María afectan de 
modo diferencial el comportamiento de éste a pesar 
de compartir su condición femenina. La exclusión 
o la inclusión del género femenino no dependen 
en este caso de una cuestión de machismo cultural, 
tanto como de una distribución desigual del poder 
político entre una y otra de las mujeres en cuestión. 
El poder de afección de cada mujer es relativo a su 
condición política, lo que de nuevo conduce a la 
naturaleza ideológica de las pasiones que se dibujan 
en esta narración. 

Del mismo modo, cada uno de los personajes 
que afectan al Cóndor lo hacen según su condición 
político-ideológica, pero también de acuerdo con 
su estatuto en la jerarquía de la red política que se 
construye entre los sujetos por sus características 
económicas, laborales, de edad, de género, etc. Tal es, 
por ejemplo, la condición de los matones que están 
al servicio de León María que, aunque hacen parte 

del círculo conservador, son objeto 
de la soberbia de su jefe, puesto que 
el ser empleados los pone, casi natu-
ralmente, por debajo de éste. 

La dupla miedo-valor está 
más relacionada con la perturbación 
en el fuero personal de León María. 
Inicialmente es una aprehensión por 
una vida incierta y por lo que para 



Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006  |  Las Pasiones: interacción y retórica

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él es una oposición a sus principios. En lo físico, el 
carácter del personaje se identifica con el asma: una 
angustiosa falta de aire. Este elemento de su carácter 
se acentúa en el desarrollo de los acontecimientos 
a través de la frecuencia. Los eventos de asma son 
constantes, a pesar de la ganancia paulatina en arro-
gancia. Es decir, si por un lado el personaje se dirige 
en su transformación hacia el polo de la euforia con 
la arrogancia, hay una permanencia del miedo y se 
dirige hacia lo más disfórico: el terror.

El mal por venir está cada vez está más cerca 
así que del temor pasa al espanto y luego al terror. De 
hecho, en las definiciones de miedo generalmente hay 
referencias a los espectros o demonios que lo persi-
guen, y en el filme se reafirma esta figura. El Cóndor 
es religioso y, al tiempo, supersticioso, buscador de 
algo más allá que le alivie su constante perturbación. 
Su alma se achica, se encoge, y aunque el miedo se 
asocia con la cobardía y la sospecha, la arrogancia lo 
muestra fuerte y decidido. Entonces parece acercarse 
al valor con cada acción, pero el miedo permanece 
constante y le permite asustar, amenazar, intimidar. 
Sus acciones violentas están motivadas, a la vez, por 
la arrogancia de quien cree tener la razón, por los 
principios y por el miedo profundo a la muerte, el 
miedo a no cumplir con lo que considera correcto, 
no negociable. 

El miedo es una pasión recurrente, pero que 
aparece igualmente en la arrogancia y en la humil-
dad. Está acompañado en un lado por la admiración 
y en otro por el odio. En uno el terror produce el 
constreñimiento de todo su cuerpo, la inmovilidad, 
el encerramiento. En el otro está acompañado por el 
odio y lo lleva a la venganza.

Las relaciones e interacciones de León María 
Lozano con los demás personajes están en el polo del 
deber. Su relación con doña Gertrudis —que es de 
subordinación— le da mayor intensidad dramática 
y ambigüedad al personaje. Es sumiso frente a ella, 
pero también es capaz de intimidarla por las dife-
rencias ideológicas que él cree un asunto insalvable 

y un deber. Aunque también la intimida como una 
cuestión de orgullo y de venganza por su condición 
precedente de “lacayo”, la admira, le reconoce su 
valentía. León María dice sonriendo: “Es brava la 
vieja”. Y agrega que le van a mandar una boleta, 
sólo para asustarla. Ahí está una muestra clara de 
la ambigüedad del personaje y de su dimensión 
ideológica. Se trata de un personaje unidimensional, 
no multidimensional. Su dimensión ideológica es la 
única que se desarrolla por encima de las dimensiones 
pasionales, sin que esto quiera decir que el personaje 
y la narración no estén dotados de pasiones.

León María se mueve en el polo de la sumisión 
—frente a doña Gertrudis y a los jefes conservado-
res— y en el de la arrogancia —frente a su mujer, su 
hija y sus matones—. Sus interacciones se concentran 
en estos dos tipos de relaciones. Para él no existe otra 
forma de relacionarse con la gente.

El desarrollo temporal de la pasión evidencia 
tiempos cortos y largos. Cortos para la ira, de tiem-
pos medios para el miedo y tiempos largos para la 
arrogancia. Para la ira y la valentía basta con una 
sola palabra o una sola acción, breve y cortante en 
plano medio. Pero el miedo se muestra en evolución 
porque va en aumento, del temor al terror; y en este 
trayecto la persona pierde explícitamente el aire. La 
arrogancia requiere constancia, una permanencia 
en el tiempo, para así señalar a un personaje como 
arrogante. Sin embargo, como se puede apreciar, es 
un personaje que está en una constante ebullición 
pasional que lo lleva del terror a la impasibilidad, 
del miedo a la arrogancia, del orgullo a la rabia, de la 
rabia a los celos, de la tristeza a la preocupación. Por 
supuesto, priman las pasiones del miedo, del terror 
y el desasosiego.

Se pueden apreciar los polos pasionales del 
personaje entre el miedo —ocho minutos— y la ale-
gría que experimenta y se representa en un segundo. 
La arrogancia de casi seis minutos y la valentía de 
un segundo. Prima la duración y recurrencia de las 
pasiones, digámoslo así, negativas, sobre las positivas 
o de alegría.

Por razones obvias, las pasiones que más duran 
son las que necesitan más planos para contarse. El 
miedo, por ejemplo, se cuenta en 23 planos. Aunque 
es una pasión —por decirlo así— tan interior, una 
pasión de encerrarse, de protegerse, prevalecen los 
planos medios (PM) (16 en total), frente a los primeros 
planos (PP) (7). Tal vez se trate de una cuestión de 



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

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estilo, más que de significación. La arrogancia, que sí 
es una pasión abierta, se cuenta en 19 planos: 8 PM, 
6 PP y un solo plano general (PG). La preocupación, 
también una pasión interior, intimista, de gesto 
cercano, se cuenta con 11 planos: 6 PM. 3 PG y sólo 
2 PP. La rabia, una pasión que puede expresarse de 
una forma tanto abierta como cerrada, se cuenta en 9 
planos: 6 PM, 2 PP y 1 PA. Claro, la alegría y la tristeza 
que se reflejan en el rostro son contadas con PP.

El desasosiego es el estado más perdurable 
de León María, puesto que todas sus pasiones lo 
suponen. Se entiende que el desasosiego es un estado 
de la disforia. Según Fabbri (1995), podría decir que 
las pasiones de León María están en los placeres y 
dolores del corazón, cuya fuente es el sentimiento 
de perfección e imperfección, de las virtudes y los 
vicios. Sus pasiones están más asociadas con la tristeza 
porque son desagradables y sombrías. La tristeza 
cierra el corazón y el espíritu “oprime y se fija en su 
propio objeto”.

Por otro lado, es posible determinar com-
posiciones pasionales particulares. A continuación 
se presenta un esquema de composición del miedo 
en su desarrollo temporal y espacial a lo largo del 
filme (Gráfico 1). Hay dos composiciones distintas: 
una activa y otra pasiva o inhibitoria. El miedo que 
termina en terror, que se manifiesta en el asma y que 
lo incapacita para actuar. Y el miedo que se apoya 
en la arrogancia y la ira y que lleva a responder con 
acciones violentas (Gráfico 1):

Gráfico 1.
Configuración pasional del miedo/terror

espanto. Y precisamente es el espectro de los caballos 
del Apocalipsis lo que le causa el asombro, que de 
inmediato se convierte en amenaza. El espanto 
(miedo intenso) lo impulsa a huir y en ese instante 
toma el nombre de terror, manifestado por el asma 
que lo incapacita para actuar.

No obstante, es pertinente mostrar el contraste 
con lo que siente doña Gertrudis, incluso cuando es 
amenazada. Ella siente temor, como el temor de Dios, 
que se considera legítimo. León María, aunque podría 
decirse que siempre siente angustia (sofoco o sensa-
ción de opresión en la región torácica o abdominal), 
que se transforma en miedo, siempre está asociado 
a la cobardía y por eso es despreciable. La segunda 
composición (Gráfico 2) lo muestra:

Gráfico 2.
Configuración pasional del miedo/valentía

Fuente: Elaboración propia.

En esta secuencia pasional se ve claramente la 
intensidad y los matices del miedo. Si bien el término 
genérico indica “perturbación angustiosa del ánimo 
por un peligro real o imaginario” (RAE, 2007: miedo), 
el personaje siente un miedo súbito y fuerte, es decir, 

Fuente: Elaboración propia.

Comienza cuando León María está frente a 
la ventana viendo los reflejos de las antorchas. Su 
estado es de desasosiego y algo de desesperación. 
Aun con la manifestación, sale de la casa. Muestra su 
fortaleza y valentía al unirse con sus copartidarios. De 
todas maneras está presente el miedo; sin embargo, 
toma el explosivo y, con muchas dudas, lo lanza. El 
desasosiego y desesperación duran catorce segundos 
y son planos medios que pasan por un plano general 
y vuelven a uno medio. El miedo que lo acompaña 
cuado busca a sus copartidarios dura treinta segun-
dos, en un plano secuencia que muestra las acciones 
sigilosas del protagonista, desde un plano general a 
un plano medio. La fortaleza y valentía —mezcladas 
con el miedo— duran cuatro segundos y aparecen en 
planos medios.

 El protagonista pierde la tranquilidad por 
algo que lo molesta insistentemente, los liberales. La 
desesperación tiene que ver con exasperación, con la 
impaciencia, que es el estado natural de León María. 



Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006  |  Las Pasiones: interacción y retórica

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También se asocia con la furia. Lo cierto es que es un 
ánimo alterado por la cólera o el enojo. El desasosiego 
es una inquietud que lo hace moverse mucho. De 
ahí que salga de su casa a hacer algo. La fortaleza 
y valentía surgen del sentimiento de una situación 
injusta, de un sentimiento de que los principios están 
siendo alterados. Teme los actos de los otros, pero 
ante todo están los principios. De ahí saca su fuerza 
para actuar. Con el Cóndor se evidencia que puede 
haber un cálculo racional de las pasiones. También 
es diciente que su fortaleza está presente cuando los 
otros, a quienes les teme, no tienen un rostro preciso. 
En cambio, es apocado cuando el enfrentamiento se 
particulariza.

·  La vergüenza de Santiago surge cuando su esposa 
expone las dificultades que tiene para que le 
funcione el intestino. Esto los instala en el plano 
del saber, así que cuando entra al baño y no hay 
papel curiosea en las “intimidades” de Laura. 

·  Hay vergüenza nuevamente, mezclada con pudor 
y asombro, cuando Laura le propone secarle el pan-
talón, y se convierte en asombro cuando Josefina 
lanza el martillo por la ventana y rompe el vidrio. 
El asombro se transforma en indignación.

·  Santiago vuelve a su curiosidad por la biblioteca de 
Laura y luego por sus discos, durante 46 segundos. 
Cuando descubre un gusto compartido por el 
tango, siente complicidad y contento hasta llegar 
al entusiasmo cuando empieza a bailar. 

·  Reaparece la complicidad y la curiosidad cuando 
preparan juntos los espaguetis. Pero expresa su 
abnegación cuando Josefina le ordena regresar. 

·  Hay alegría al regresar con vida adonde Laura, 
luego entusiasmo y deseo. La intensa complicidad 
se transforma en sarcasmo e ironía. 

·  Termina con entusiasmo, con seguridad de sí 
al comportarse como un dandi y liberarse de su 
esposa y de su vida pasada.

Como en el filme anterior, se manejan 
composiciones pasionales enfrentadas, unas carac-
terizaciones superiores frente a otras inferiores; sin 
embargo, quien está en condición de inferior cambia 
su competencia modal en el proceso de interacción 
con otro personaje. Esto aumenta el contraste y la 
aparente contradicción, y al fin de cuentas muestra la 
movilidad y el fácil tránsito de una pasión a otra. 

El tema ideológico también se muestra a 
través de la afinidad entre unos personajes y en 
particular a partir de los objetos y los escenarios en 
Confesión a Laura. Una relación obligada de miedo 
y sumisión conducen al personaje a la curiosidad, 
al descubrimiento de otra realidad por parte de 
Santiago, y finalmente a recuperar el dominio de su 
propia vida. 

Si León  María era desapacible, nervioso e 
impulsivo, Santiago tiene en cambio un carácter 
melancólico, marcado por la añoranza y la resigna-
ción. Entonces está por debajo de la línea media de 
la serenidad. De ahí que la expresión de sus pasiones, 
de sus acontecimientos pasionales sea de menor 
intensidad. Igualmente, la trayectoria general de su 
proceso pasional, es lento. 

Confesión a Laura

En Confesión a Laura los momentos salientes son los 
siguiente: 

·  Se presenta primero la condición de sumisión 
(RAE, 2007: miedo) de Santiago ante Josefina, 
expresada en el tartamudeo al dar sus opiniones, 
el silencio ante los regaños de su esposa, la obe-
diencia de sus órdenes y la tendencia a avergon-
zarse y ocultar sus inclinaciones políticas. 

·  Cuando Santiago entrega el pastel de cumpleaños a 
Laura, estalla una bomba en la Biblioteca Nacional, 
y él siente temor frente a lo que puede pasar, pero 
Laura entra en pánico. Esto pone a Santiago en una 
situación de superioridad, porque debe consolar. 

Confesión… Santiago el 9 de abril en Bogotá



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

182

El personaje no es sereno, hay cierta insatis-
facción en él, y está más del lado de la disforia que de 
la euforia. Se presenta como un marido sumiso, un 
hombre de su casa que hace lo que su mujer le dice. 
Aunque es responsable con su trabajo, no comulga 
con ciertas ideas políticas del lugar en que trabaja. 
Está en desacuerdo con la ideología de su esposa, 
pero prefiere callar. De alguna manera es un hombre 
frustrado, siempre quiso ser un hombre de mundo al 
que todos admiraran; pero es un hombre dominado 
por su mujer y reprimido en gran parte de sus deseos, 
y eso se manifiesta en sus actitudes. Sus verdaderas 
convicciones están escondidas en la billetera. Esto lo 
sitúa en la dualidad: es uno y se presenta como otro. 
Su carácter es semejante a la melancolía, más por 
oposición a un carácter jovial. Si bien no se podría 
decir que es amargado, avaro y dañino, sí impulsa a 
su alma a buscar el centro de las cosas singulares, de 
ahí su curiosidad por Laura.

En el texto sobre la melancolía, se señala que 
la jovialidad se encuentra asociada con la música, y 
es por lo menos interesante que Santiago muestre su 
personalidad más profunda cuando canta los tangos 
de Gardel. No es dado a la avaricia, pero sí a la con-
templación de cosas elevadas. No está deprimido, ni 
tiende a la desesperanza, pero sí hay cierta nostalgia 
en él. Como alguien que ha sufrido una desgracia y se 
encuentra aplastado por las circunstancias, algo que lo 
lleva a pensar en el pasado como algo mejor, como un 
ideal. Es un hombre que renuncia a su lugar dominante 
en la casa y le entrega la autoridad a ella. Entrega su 
voluntad, a tal punto que sólo habla con la voz de ella. 
Se conforma con su modo de vida, pensando que no 
hay remedio y que no puede luchar por un cambio.

Entonces arrogancia-humildad es una dupla 
pasional susceptible de ser estudiada entre Santiago 
y Josefina. Ella se muestra impaciente y muestra 
suficiencia e indiferencia también hacia él. Santiago, 
en cambio, muestra un sentimiento de abnegación, 
de sumisión frente a Josefina. Sólo sale algo de su 
propio yo cuando muestra vehemencia e impaciencia 
ante el hecho de la muerte de Gaitán, pero Josefina 
lo reprende diciéndole lo que debe hacer. Él expe-
rimenta un sentimiento de bajeza ante su esposa, 
mientras ella, altivez. Este sentimiento tiende a 
desaparecer a medida que el rango de influencia de 
Josefina sobre él disminuye.

Los personajes transforman sus relaciones a 
medida que va transcurriendo la película. Se cono-

cen de cierta manera y 
comienzan a conocerse de 
otra. Santiago y Josefina, 
quienes son esposos, tie-
nen una relación de domi-
nador-dominado. Josefina 
manda en la relación. Ella 
decide completamente 
sobre la vida de los dos, 
en particular sobre la de 
Santiago. La seguridad 
de Josefina es abrumadora 
e incluso Santiago habla 
siempre con las palabras 
de Josefina, como si no 
tuviera pensamientos pro-
pios. Pero poco a poco se 
va rompiendo el lazo que ata a Santiago a Josefina, y 
esto permite que Santiago se decida y la abandone.

Entre Santiago y Laura está la curiosidad, 
que en ella produce entusiasmo y admiración por 
Santiago, pero pudor y vergüenza por lo que Santiago 
descubre. La misma curiosidad produce en Santiago 
complicidad y serenidad hacia Laura y, al tiempo, 
frustración por lo que es y orgullo por lo que quiere 
ser. Santiago se hace más grande ante Laura y esto 
hace que experimente serenidad o mejor, contento, es 
decir, está contenido porque el mundo que lo rodea 
es suficiente, no hay necesidad. Esto le da el ímpetu 
suficiente para escapar de la influencia de quien lo 
domina y transformar totalmente su subjetividad.

Con Santiago y Laura se ve que hay una 
atención exclusiva a su interacción y a lo que esta les 
proporciona, una sobrevaloración de la importancia 
del mundo de Laura. Y no es una debilidad del pen-
samiento, sino una fuerza. Igualmente, se muestra 
la naturaleza ideológica de las pasiones, ya que los 
similares ideológicamente, Santiago y Laura, son 
liberales y tienen ideas y actitudes de resistencia al 
statu quo, mientras que Josefina expresa abiertamente 
su filiación conservadora y es fiel seguidora de las 
“buenas costumbres” y de los políticos de turno. Sus 
filiaciones políticas y sus comportamientos sociales 
exponen la naturaleza misma de los personajes y de 
sus pasiones.

El estado pasional más perdurable en Santiago 
cuando está con Josefina es la abnegación, la sumisión 
y la derrota está representado con cinco tomas, de un 
minuto y siete segundos. Santiago está dominado por 



Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006  |  Las Pasiones: interacción y retórica

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la abnegación, la ver-
güenza, la sumisión y la 
derrota presentados en 
diferentes tomas cortas 
durante 70 segundos. 
El influjo de Josefina 
en Santiago se logra 
mantener por un largo 
tiempo en la película. 
Incluso, en el lenguaje 
m a n t i e n e  l a  t e r c e r a 
persona del plural para 
referirse a lo que ellos 
hacen y piensan. Habla 
también de lo que hace 
Josefina, de cómo lo 
hace por oposición a 

lo que hace Laura. Es como si el mundo de Josefina 
fuera el único que conoce y cuando empieza a conocer 
el mundo de Laura, se cuestiona.

Hay, entonces, una transición clara cuando 
Santiago no actúa como Santiago, sino como un 
dandi. Este “como” es lo que le permite dar el paso 
hacia una transformación. Ahí empieza a manifestar 
su inconformidad ante Laura, sobre algunas actua-
ciones de Josefina (Gráfico 3).

Gráfico 3.
Configuración pasional de Santiago 

la ostentación, sino el reencuentro con su dignidad, su 
amor propio. La satisfacción por sus propias cosas lo 
ayuda a encontrar el valor de sí mismo. Esto lo lleva 
al entusiasmo de tener otra vida, al júbilo. En este 
cuadro pasional está en juego el amor de sí mismo no 
como una reacción, sino como un juicio a las virtudes 
y los vicios de la vida. Se juzga lo que hay dentro 
de sí para buscar lo que en el alma se encuentra de 
perfección o imperfección, y determinar si tiene las 
facultades apropiadas para procurarse felicidad.

Hay una presentación rítmica de planos. La 
impaciencia y la curiosidad de Santiago y de Laura 
aparecen con primeros planos, intercalados con pla-
nos medios para pasar a los primeros planos de los 
objetos y detalles que descubre Santiago del mundo 
de Laura. Los encuadres de Santiago y Laura son 
horizontales, por oposición a los encuadres de Josefina 
y Santiago.

Este filme aborda las pasiones relacionadas con 
la identidad y las relaciones de poder entre hombres y 
mujeres. Las pasiones, relacionadas con lo apropiado 
y lo inapropiado en el comportamiento de las parejas 
románticas; pero también tienen que ver con el amor 
de sí mismo, con la vergüenza o temor a no poder 
representar lo que se quisiera, con una cierta impo-
tencia. Las pasiones que aparecen reiteradamente 
en la película son la suficiencia o prepotencia de un 
personaje enfrentadas a la abnegación o sumisión de 
otro personaje. La línea de transformación del pro-
tagonista va de la humildad a la seguridad de sí, sin 
llegar a la arrogancia. El motor de la transformación 
es la curiosidad, la admiración y el entusiasmo que le 
producen a Santiago Laura y su mundo. Curiosidad, 
asombro, complicidad, júbilo y liberación, opuestos 
a la sumisión que experimenta el personaje frente 
a Josefina, quien tiene un carácter dominante e 
impaciente. 

Conclusiones

Con miras a hacer una proyección de la investigación 
presente, se puede señalar que la cuestión está en qué 
permite pasar de las experiencias individuales a las 
experiencias colectivas, cuál es la articulación entre lo 
propio y lo de otros, cuándo y cómo en una cultura 
hay una expansión o contracción de los límites del yo y 
cómo se manifiesta esto en las formas de comunicación 
simples o complejas. Por otro lado, el tema de las regu-
laridades estructurales y de expresión de las pasiones 

Fuente: Elaboración propia.

En la parte media del gráfico hay una transición 
dada por la admiración que provoca una persona cuya 
perfección lo conmueve. Esto lo lleva a la curiosidad 
por conocer más acerca de Laura. Indaga, ausculta y 
descubre, pasando de un objeto a otro sin profundizar 
en ninguno. La música es como la terapia que cura su 
alma, puede actuar como otro y la admiración hacia 
Laura provoca que recupere el propio orgullo, pero 
no un orgullo exagerado que lo lleve a la vanidad o a 



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

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las hace ocupar un lugar central en la construcción 
de las ligaduras culturales. Si sentir o expresar una 
emoción no es lo mismo que nombrarla o narrarla, si 
hay elementos y formas que les dan continuidad, se 
habla de materialidades distintas del mismo fenómeno, 
así que cuando se va a cine se encuentran analogías de 
las propias formas de actuar, de decir, de sentir.

Entonces, ¿cuál es el hilo conductor entre lo 
interpersonal y lo mediático? ¿Qué va de las rela-
ciones interpersonales a las formas de comunicación 
masiva? Hay situaciones que motivan, relaciones que 
interpelan, objetos que determinan, decisiones que 
transforman. A su vez, están los personajes. Ya desde el 
guión se les define un carácter, unos estados de ánimo, 
todo esto se puede ver en sus actuaciones. Como en la 
vida, se es lo que se siente, lo se quiere, lo que se sueña, 
lo que se actúa, lo que se dice. Y las narraciones cuentan 
sentimientos, deseos, sueños, acciones, ideas.

La narración muestra cómo fluyen las pasiones 
humanas, no es sólo una descripción de ellas, sino una 
mostración de las pasiones. Como se mencionó, las 
pasiones no son puntualmente sentidas, son procesos 
que requieren un desarrollo, una evolución, así que 
toman tiempo, de ahí que una forma ejemplar de 
abordarlas sea en el desarrollo de una narración. Esta 
no es una vida contada en tiempo real, sino en tiempo 
sentido, en la manera como se experimenta el tiempo. 
No es una imitación de la vida, sino una metáfora de 
la vida a partir de las sensaciones que ésta produce. 

Ahora bien, si en el lenguaje del cine están 
las metáforas de la experiencia del tiempo y de los 

objetos, en la narración está 
la interpretación de la vida. 
La concordancia de lo discor-
dante, el sentido de lo que no 
tiene forma, la narración es el 
proceso integrador.

Avanzando un poco 
más, los aspectos que incluye 
el modelo son: la historia, la 
narración, los personajes, las 
interacciones, los aspectos 
pasionales (temporalidades, 
especialidades y transfor-
maciones), las interacciones 
pasionales y, finalmente, las 
composiciones pasionales. 
Con estas categorías es posible 
describir los procesos pasio-

nales de un personaje a lo largo de una narración 
en el filme. Esto permite dar sentido a las acciones y 
pasiones y determinar sus composiciones pasionales 
en general. Sin embargo, con los elementos que hay, 
se podría hacer un análisis más cercano, más puntual, 
más intensivo de cada pasión, y no un análisis exten-
sivo de todo un filme. Claro, manteniendo el contexto 
que proporciona una narración completa.

Luego, en la narración de una pasión se eligen 
unos códigos y no otros para mostrar el miedo, por 
ejemplo. Si se muestra el miedo a través del ataque 
de asma del personaje o simplemente con el temblor 
de la voz, no se está representando el mismo miedo. 
¿Dónde están la continuidad y contigüidad entre la 
significación del miedo en la vida cotidiana y el miedo 
en el filme? Parece que hay más que un deseo de signi-
ficar un sentimiento, una emoción, una pasión; que se 
está ante una construcción simbólica de las pasiones, 
es decir, no una aproximación directa, sino un deseo 
de mostrar la intensidad y el sentido mismo de estas 
pasiones. Esta idea se ve aumentada con los planos 
elegidos, los encuadres, la iluminación, los ambientes, 
los objetos que acompañan a los personajes, en fin, 
todas las decisiones estilísticas del filme.

En este mismo ámbito de la narración, también 
sería interesante estudiar la relación entre represen-
tación de las pasiones y los géneros de la narración. 
No es lo mismo una pasión en el melodrama, que en 
la tragedia o en la comedia, y más, cuál sería la rela-
ción entre el tratamiento de las pasiones en distintos 
géneros con los espectadores.

 Es interesante la concordancia entre la 
descripción de los personajes que puede inferirse 
del análisis, con las descripciones de los personajes 
en los procesos de creación de un guión. Es decir, 
se caracteriza un personaje y luego se define cómo 
podría mostrarse esto. Estas acciones llevan a inferir 
estados de ánimo y caracteres, y tal vez esta forma 
de creación sostiene los estereotipos culturales. Por 
otro lado, las funciones de los personajes (al estilo 
de Propp) muestran una clara continuidad con la 
noción de “simpatía” expuesta en la fisonómica. 
Específicamente, el antagonista constituye todo 
aquello que se opone a una manera de pensar y de 
sentir. Como en el caso de Cóndores no entierran todos 
los días, en que no hay un antagonista concreto, no 
hay un personaje que ejerza esa función, son antagó-
nicas todas las acciones que se oponen directamente 
a su ideología.



Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006  |  Las Pasiones: interacción y retórica

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En las interacciones se hace explícito el polo 
modal de las pasiones en que se definen las relaciones, 
en qué ámbito de competencia se concentran. Se 
pueden definir las intensidades y los matices de las 
relaciones, las pasiones predominantes, sus transfor-
maciones y cómo se desarrollan en su relación con el 
carácter de un personaje, el equilibrio o la dominación 
existente entre los personajes. En los aspectos pasio-
nales fue posible encontrar concepciones ideológicas, 
políticas y morales que mueven las acciones y que 
definen las configuraciones pasionales. Es la parte 
tangible de una política de las pasiones. 

La ruta pasional del protagonista efectiva-
mente logra dar cuenta de las transformaciones 
pasionales, de su evolución temporal. Según el 
personaje, se encuentra que es posible pasar de 
pánico a la venganza, del miedo a la cólera, o mostrar 
transformaciones más pausadas o leves como de la 
curiosidad a la admiración. Aquí se ven los ritmos 
pasionales: ondulantes o rabiosos, algo así como los 
rasgos sonoros, los modos melódicos, los movimien-
tos vivos, regulares o irregulares, hacia lo alto o lo 
bajo. También se evidencian evoluciones lógicas de 
las pasiones y otras que no lo parecen tanto, como 
de una acción heroica al orgullo, o del orgullo a la 
preocupación respectivamente.

En la categoría duración hay concordancia 
entre la intensidad y los tiempos largos o cortos. Son 
de tiempos largos la humildad, el orgullo, la pasivi-
dad, el miedo, la preocupación, y de tiempos cortos, 
la rabia, los celos, la valentía. En la representación 
espacial hay sólo algunos elementos que vale la pena 
destacar. El primer plano, el rostro o rostrificación 
de algo, sirve para describir un sentimiento más 
íntimo (como en el caso del orgullo, de la humildad 
en Confesión a Laura); por el contrario, las relaciones 
y los efectos de una relación se cuentan mediante 
planos consecutivos o con planos generales (como 
Cóndores no entierran todos los días en la cólera de El 
Cóndor contra los músicos). En las acciones e interac-
ciones, algunas pasiones se dan en relación con y otras 
en soledad, pero siempre hay algo que interroga al 
personaje, ya sea un recuerdo o un temor.

En Cóndores fue posible hacer varias configu-
raciones pasionales, identificar el estado emocional 
del personaje en relación con la línea media de la 
serenidad. Es decir, fue posible definir el carácter y 
el lugar que ocupan las pasiones en su vínculo con 
esta línea media. También pude describir las trans-

formaciones del miedo, por ejemplo, cómo puede 
llevar a la inacción, con el asma, o a la acción con la 
venganza. También es interesante encontrar que los 
dos filmes están situados históricamente y narran 
historias relacionadas con la violencia en Colombia. 
Una más intimista y otra más épica.

En resumen, el modelo permite evidenciar 
aspectos del paso del ser al hacer. ¿Qué nos lleva a 
la acción? Deficiencias de sus propias competencias. 
Reencontrar una nueva relación, transformar su 
competencia. Se rompe una forma y se construye otra. 
Reestructuraciones modales.

Aunque en este artículo se presentaron tan 
sólo los análisis de dos películas colombianas, en 
la investigación se analizaron otras 15 películas de 
la “maleta” del cine colombiano. Allí se encontró 
la recurrencia a las caracterizaciones de personajes 
impulsivos y dados a la violencia. Las pasiones están 
más en los polos del poder y del deber, que del saber 
y el querer. Entonces podría hacerse una revisión de 
la cólera a lo largo de la historia del cine colombiano, 
cuya importancia cultural es evidente; o de la arro-
gancia y la humildad, para hacer una caracterización 
de la cultura subalterna.

Finalmente, aún surgen interrogantes sobre el 
papel de las pasiones en la felicidad y la infelicidad, 
en lo que moralmente se considera virtud o vicio, la 
vida y la muerte. Cuando algunos autores exploran 
la ira, señalan que cuando se experimenta esta 
pasión, se deja de ser sujeto, sería como una breve 
locura, un “no yo”. Sin embargo, sujeto quiere decir 
“sujetado”, definido en 
relación con algo. Al 
estar del otro lado de 
la acción, se estaá en el 
lugar de la alteridad, en 
el lugar en que se podría 
explicar (no justificar) 
la barbarie, la maldad 
o la venganza. Puede 
ser útil la teoría de las 
catástrofes aplicada a la 
acción, para encontrar 
dónde está realmente 
el límite entre acción y 
pasión, entre lo volunta-
rio y lo involuntario, eso 
que nos hace dueños de 
nosotros mismos.



Maritza Ceballos  |  Signo y Pensamiento 49 · volumen xxv · julio - diciembre 2006

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